Hola. Fui la semana pasada a ver este espectáculo del que tenía grandes expectativas y mucha curiosidad por ver. La promoción me aseguraba que "vas a llorar de risa"... y claro está, la predicción no se cumplió... Mucha gente se reía y festejaba porque, claro, costando la entrada 4.500 $ había que sacarle el jugo y hacerla rendir, pero en mi caso no fui tan festivo. Realmente me decepcionó ya que el tono de la obra es demasiado vulgar para mi gusto, creo que hay formas de hacer humor más elevadas que referirse continuamente al pis, a la caca y a los vómitos de los bebés, pero como siempre digo: dale bosta a la gente y la gente comerá bosta.
Lógicamente, no todo el argumento pivotea sobre eso, pero sí hace bastante hincapié. Lo que me pareció bueno fueron las interpretaciones, excelentes, de Laura Conforte, Vivi Puertas y Anita Martínez, en cuanto a Sabrina Garciarena no la pude sopesar ya que fue reemplazada por Manuela Perín. El valor de esta última chica consiste en que es la reemplazante constante de las actrices, sabiéndose de memoria los parlamentos de las cuatro, y debutaba esa noche en el papel de Dani, la embarazada y futura mamá que anhela ver la llegada de su bebé con toda esperanza y ahínco, lo que es derrumbado alternativamente por las otras tres. La que se lleva las palmas, sin duda, es Anita Martínez, dado el papel que le tocó en suerte, el más gracioso y con su talento sabe sacarlo a flote. Es el de la mujer liberada, puteadora incorregible, que presta ayuda a todo el mundo con sus Flores de Bach siempre a mano -de la modalidad "Rescue"- y pesimista a ultranza. No es que las otras sean más idealistas, pero por ejemplo el papel que lleva a cabo Laura Conforte regala varias canciones a exultar el amor por sus hijos y la nostalgia por perderlos mientras crecen. El rol que desempeña Vivi Puertas, en cambio, es la madre de cinco hijos, agobiada por su tarea de dadora, inconforme, atravesada por la angustia y por la fatiga. Todas a su vez vienen de madres posesivas que no les dan respiro, ni aún cuando se hayan independizado y hubiesen creado sus propias familias. La madre de Dani, por ejemplo, llama al celular cada cinco minutos para ver si todo está bien en el proceso de embarazo de su hija. Lo que todas anhelan es desprenderse de la imagen de madres que ellas vivieron en carne propia y sentirse libres e independientes. "Si tengo que diferenciarme de mi vieja no vuelvo a comprar una cartera nunca más", recita Martínez.
Otra cosa a favor son las voces de las cuatro chicas. Están en lo mejor de sus cuerdas vocales, ampliamente afiatadas y solventes para encarar las canciones más difíciles. Los ritmos son todos pegadizos y uno puede irse del teatro tarareando alguna melodía, impecable el ensamble vocal. Es una producción encarada por mujeres y destinada a las mujeres, por eso, tal vez no llegué a captar integralmente el espíritu de la obra. La directora es Josefina Pieres, el libro, las letras y la música de Sue Fabish, la adaptación de R F. Hornos y la producción de Valentina Berger y Carlos Mentasti (ahí entró un masculino). Valiente ejemplo de estas féminas para ponerse al hombro una obra tan exigente.
El resultado general es más positivo que negativo, aunque hago preponderancia en el uso y abuso del humor escatológico, que no es de mi gusto (¡Volvé, Niní!) pero esto no puede restar méritos al empeño puesto para sacar a flote la pieza. El resto de la obra transcurre entre reflexiones y anécdotas sobre el rol de madres de las tres y la futura mamá, agotadas por el control o descontrol de sus hijos e hijas, todos en la edad de la más tierna infancia -son madres cuarentonas o treinteañeras-, por la pérdida del deseo femenino de estar en un rato de sexo con el marido o la pérdida del control de los esfínteres. Todo se desarrolla en un baby shower preparado para la futura mamá en donde se intercambian regalos que le resultan inútiles ya que ésta viene con sus ideas de usar pañales de tela para no contaminar, succionarse la leche materna con un aparato estrambótico o tener un parto en la casa lo más natural posible. Claro que cuando nazca el bebé todas sus antiguas esperanzas se irán por la cañería, al ver que la beba no para de llorar noche y día, que no tiene tiempo ni para darse una ducha y que ya no consigue descansar. Y la promesa es no poder concretarlo nunca más en toda la vida...
Lo que las mujeres estas no saben, o se pierden en el fárrago de sus actividades, es que todavía se conservan hermosas, vitales, inteligentes y aptas para desempeñar roles en la vida laboral y social a su gusto. En síntesis, que están en el mejor momento de sus vidas y que si no lo aprovechan ahora, mañana puede ser tarde. No se salva de la crítica la yddishe mame, tan en boga entre el mundo del humor y del psicoanálisis, caen bajo esos dardos los chistes más certeros.
Como dije antes, es un espectáculo pensado para el mundo de la mujer -incluso las actrices agradecen al final de la obra a los varones que fuimos a verlas- y podemos quedar afuera de un humor tan sectarizado. No quiero crear una nueva grieta en esta forma de ver la vida, pero sería bueno que el show hubiese sido destinado a los dos sexos, para no dejar a nadie afuera. Pero, bueno, todo no se puede pedir. Les agradezco aún así por el momento teatral que me hicieron pasar, ya que tenía un poco olvidado mi paso por las butacas -desde febrero no concurría, por motivos personales-. El espectáculo obtuvo un premio Estrella de Mar y estaba nominado para los Hugo.
Gracias por seguir leyéndome, aún con esta larga ausencia.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).