https://www.teatrix.com/ver/una
De entre la gran cantidad de porquería que estrena Teatrix cada mes, elegí ver "Una", y no me equivoqué. Sucede que está basada en la última novela del Premio Nóbel italiano Luigi Pirandello, titulada "Uno, ninguno y cien mil", y eso era ya un pasaporte a la excelencia. Del género que más me gusta (y que enloquece a mi amiga Amalia): un actor y una silla. Nada más. Despojado totalmente, el actor y su almita. Y descubrí el enorme talento en la dramaturgia y la dirección del ignoto (para mí) pero no neonato Giampaolo Samá, quien hizo un sublime trabajo. Y en la actuación está esa enorme actriz desaforada que es Miriam Odorico, actriz insustituible en "La omisión de la familia Coleman", que se muestra sólida y esperpéntica, una y cien mil en este texto que logró hacer suyo, haciendo que le calce como un guante. Todos mis elogios son pocos para esta inmensa actriz, fea y desproporcionada hasta decir basta quien logra hacer íntima y querible a esa Angélica Moscarda, quien, si busca saber quién es, no le quedará más opción que la de ser todas.
Con sus pies y manos gigantes, logra dotar de repulsión a su personaje, criatura de por sí repulsa. Así como opta por el afeamiento de la decena de personajes a los que les pone piel y voz (Hugo, su marido, el amigo Aldo, su padre, los socios de éste, un chupasangre inventor, su suegra, el monseñor, el escribano, un alto funcionario de la iglesia, el juez, etc.). El recorrido vital que hace la pluma de Pirandello en su Angélica Moscarda va desde la autoproclamación como identidad hasta el intento de asesinato y la final locura. De ahí en más pasa por todos los mojones que una vida humana puede suscitar: la verguenza, la alegría, la desconfianza, la justicia reparadora, el enamoramiento, la piedad, la dulzura, el desequilibrio. De más está decir que la actuación de la Odorico resulta estupenda, acompañando con su cuerpo y cada inflexión de voz a todos esos estados.
El largo monólogo comienza con Moscarda descubriéndose ante el espejo tal cual es, asumiendo sus defectos -señalados por un siempre antipático marido- y se detiene en sesudas reflexiones sobre el arte del vivir, sobre la observación y la contemplación de las formas. Va tornándose más concentrado sobre sí cuando ella descubra -o asuma- que no es la mujer que todo el mundo percibe sino la que ella se proponga ser. Y allí gira completamente su personalidad, desde la sumisa y aceptante que siempre fue hasta la independiente y activa que ahora juega. Aunque ésto le implique muchas cosas, desde abandonar a un esposo dominante y autoritario hasta salir de la sombra de un rico padre banquero, llamado por todos usurero. Y desprenderse de ese mote ella misma. Y empezar a vivir por su cuenta y no de las regalías de un banco que le pertenece. El despojamiento es total, aunque todo el pueblo la tilde de loca. Y hacer experimentos con la gente... El primero lo lleva a cabo con un arrendatario de una propiedad suya, que nunca pagó un centavo por ese alquiler: un presunto inventor de cosas imposibles que siempre sueña con vivir en Inglaterra, al que hace desalojar de la noche a la mañana... y para remediar su acto le regala una casa. Está completamente loca, para el vulgo. Después vendrá el arrobamiento por el amigo de su esposo y la intención de cerrar el banco y el querer transformar ese dinero en obras de beneficencia. Luego el intento de homicidio por parte de su enamorado y el juicio, y con él, paradójicamente, la pérdida del juicio. El triste final, ella, habiéndole dejado toda su herencia a la iglesia e internada en un hospicio de la misma.
Corolario. Una obra intensa, potente, lírica, llevada a cabo por la mejor actriz posible, con la mejor de las direcciones y con un entramado que da lugar a múltiples subtramas y poblada de detalles e imágenes poéticas, salida de la pluma de un grande de la literatura de todos los tiempos.
Pueden ver esta joya, se las dejo.
Y gracias por continuar leyéndome, espero sus devoluciones.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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