Después de casi dos semanas sin computadora gracias a mi servicio de cable y Fibertel me retrotraigo al viernes pasado en que fui a ver "Falladas" escrita y dirigida por el prolífico José María Muscari.
La célula subversiva que habitaba el "Libro de Manuel", de Cortázar, tenía como propósito una acción que llamaban "La Joda", y acá, "la joda" empieza mucho antes de la función: un público efusivo poblado de mujeres que celebran a cada amiga que entra a la sala con aplausos y vítores y festeja la más leve ocurrencia a grandes carcajadas me hacían temer lo peor, un público obsecuente con predisposición a la risa fácil y al aplauso inmediato. Y no me equivoqué, cada grosería era festejada con entusiasmo.
Pero vamos por partes, como decía Jack el Destripador. La obra, en términos generales, me gustó, pero con objeciones. No es una obra para exquisitos del lenguaje desde el vamos, está llena de vulgaridades y golpes bajos en el léxico. No es necesaria tal catarata de palabrotas y obscenidades gratuitas siendo que los mejores chistes son los que no las tienen ("¡por Dios, por Dalma y Yanina!"; "ayer fui feliz porque compré una oferta de dos jabones para lavar la ropa al precio de uno, ¿ustedes no son felices cuando compran una oferta? Que me regalen algo ya me hace feliz" -decía Úrsula (Cecilia Dopazo), pero la chanza continuaba- "¿para qué querés jabón en polvo si no tenés lavarropas?", "para mi baño de espuma. Lleno la bañadera con jabón en polvo, me meto adentro y soplo las burbujas"). Lo que pasa es que después del éxito descomunal de "Brujas" toda reunión de mujeres tiene que tener referencias explícitas al sexo y estar llena de malas palabras. La diferencia es que en "Brujas", detrás de cada vulgaridad había una idea, una cuota de ingenio (producto más que nada del adaptador y director Luis Agustoni). Acá no hay rasgos de sagacidad en el anverso de la grosería. Se dice y punto.
Además no me gustó la inclusión del público en la obra: "¿le pedimos que lo diga?", exclama una de ellas... "¡siiiiiiiiiiii!" contestan todas las féminas al unísono, o se las invita a corear una canción de Sergio Dennis. Cuando se rompe la cuarta pared ya es muy difícil que volvamos a creer que ellas cinco no están solas. Otra es la utilización de material de la realidad inmediata: "¡qué grande Pampita que puede tener un macho distinto cada semana! ¡La admiro a Pampita!" o "¿qué hago, embalsamo al gato como la Cardone?" Ni la inclusión innecesaria de canciones de los '90 para detener la acción y que alguna de ellas la "cante" sin ninguna necesidad dramática.
Vamos ahora a lo que me gustó. Brillantes las cinco actuaciones, desinhibidas y verborrágicas las cinco, por orden alfabético: Cecilia Dopazo (Úrsula), Martina Gusmán (Brenda), Laura Novoa (Diana), Patricia Palmer (la Lic. Perla) y Andrea Politti (Águeda). Las chicas son amigas de antaño, cuarentonas las cuatro, pero que se mantienen muy bien, y se reúnen cada jueves a hablar de las cosas que les interesan, a saber: sexo y consumo. Están todas desesperadas por conseguir un "macho" y además viven pendientes de sus celulares, del shopping, de la cuatro por cuatro y de la riqueza del tipo en cuestión. Sus horizontes son muy pobres. ¿Girarán en torno a esto todas las reuniones de mujeres?
Pero este jueves hay una diferencia. Entre Diana y Águeda se han complotado para traer a una psicóloga que las ayuda a disipar sus tensiones (que las hay, y son muchas). La psicóloga es la Licenciada Perla (Patricia Palmer), una psicóloga sui géneris, más parecida a la jerarca de un campo de concentración que a la armonía y la comprensión que debe tener una terapeuta ("vos cállate, enfermita", "¡sit down!"). Perla aclara desde el principio que va a reivindicar el sentido de la mala palabra (esto está muy bien), que se comunica más con el inconsciente y que dice lo que en verdad se tiene ganas de decir: "de ahora en más 'hacer el amor' no se llama más así, sino 'garchar a lo loco", define de un plumazo... y ni falta que le hace a las chicas.
Los caracteres están bien definidos, pasando por la culta liberal, adinerada y boca sucia Diana hasta la ingenua y enamoradiza Brenda, hay toda una serie de matices.
La catarsis que les propone la Lic lleva a buen puerto porque hace que todas escupan sus miserias y sus bajezas (sí, de eso se trata la obra) de la forma más sincera posible y se sacan chispas sobre el escenario. Así Úrsula declara que después de tener a sus hijos se dedicó a ser MADRE y quedó borrada como mujer sexuada, Águeda puede pelearse con su amante porque cuida más a su auto que a ella y "porque la tiene muy chiquita", Diana no está dispuesta a soportar a nadie que acabe antes que ella y no le proporcione un buen orgasmo y Brenda dice que se siente frustrada cuando no le contestan enseguida sus mensajes en el celular. Y Perla revela al final que es bipolar (algo de lo que ya nos habíamos dado cuenta antes por su brusca atención hacia sus "enfermitas" y su aire de superioridad -"cállate vos, indígena, que acá la que sabe soy yo"-).
Hay risas en la obra y son casi todo el tiempo, como dije antes, algunas más efectivas que otras, sobre todo las que no remiten a la vulgaridad, algo que no tolero en el teatro ni en la vida cotidiana. Las cinco se lucen y lo hacen con buenas herramientas actorales, lo que me hizo aplaudirlas de pie, dejando de lado todo lo que no me había gustado. El resultado queda a la vista del lector, habrá quien se decante por este espectáculo y quien no. Al final, terminan bailando el famoso tema de ABBA "Waterloo", tan de moda en los años 80.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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