Hola, amigos. Ayer fui a ver "Deseo", frente a mi deseo de verla y en contra del "Regular" que le brindó "La Nación". Y me encontré con una obra fresca, audaz, valiente, muy bien actuada y dirigida, que realmente justificó el haber ido. Vamos por partes, la directora es Alejandra Ciurlanti, de quien yo sólo había visto su puesta de "Rainman" y la codirección con Juan Pablo Geretto de "Como quien oye llover". Y realmente me sorprendió porque se atrevió a jugar con un material sensible: el deseo sexual y sus complicaciones. Todos somos animales antes que personas, por lo tanto todos deseamos... pero ¿hasta dónde nos puede llevar esa pulsión? ¿Cuánto hay de controlable en ella? y ¿hasta dónde conviene dejar fluir al deseo? ¿Cuáles pueden ser sus implicancias? La obra es de un polémico autor español, Miguel del Arco, y está interpretada por Juan Gil Navarro, Julieta Ortega, Alejandro Paker (amigo de esta casa, por su brillante labor en musicales) y mi amada (sí, integra el panteón de las diosas) Moro Anghileri (sobre todo porque no sólo es actriz sino también directora, dramaturga y directora de cine, algo que este cronista desearía para él).
Pero vayamos a unas palabras del autor de la pieza, del Arco, que nos van a aclarar un poco el panorama: "Dijo Montaigne que nuestro deseo es indeciso e incierto; nada sabe poseer y nada sabe gozar rectamente. Aunque también sabemos que sin dejar vía libre a esa fuerza motriz, el ser humano jamás hubiera progresado. Luchamos permanentemente entre la necesidad de trascender y la constatación de que nuestra vida no es nada más que un secreto fisiológico. Amar racionalmente o seguir nuestros impulsos. Es todo muy oscuro. Hay veces que si te dejas envolver por la oscuridad se consigue un estado de mayor percepción, más sensitivo, más propenso al viaje emocional... Ojalá sea el caso. Ese es nuestro Deseo". A esto yo podría agregar que no somos seres puramente deseantes en el ámbito pulsional, sino que también nos mueve el amor, el cariño, la comprensión, con lo que básicamente fundamos nuestras relaciones y nuestras elecciones de una estabilidad emocional. De lo contrario no se diferenciaría para nada el animal del ser humano, quien es capaz de tomar resoluciones coherentes y acordes a su fin. Pero recordemos que Freud dijo que el objeto del deseo siempre es oscuro. No sabemos lo que deseamos... Y después vino Buñuel, ese gran maestro surrealista del cine a reafirmarnos "Ese Oscuro Objeto del Deseo".
Pero vamos a la obra, que me hace recordar mucho a "Las Relaciones Peligrosas", esa notable novela francesa de deseo, sexo, intrigas, seducción, fatalidad y muerte. Aunque acá la muerte no tiene forma de espada sino de palabras. Palabras. Hay muchas palabras en la obra, y buenos razonamientos llevados a su extremo. Y silogismos perfectos. Es una obra maestra de la lógica. Ana (Julieta Ortega) es conocida de Paula (Moro Anghileri) del gimnasio, quien le cuenta sus proezas sexuales junto a su amante y Ana queda sorprendida por tanta fogosidad aunque ella la mantiene diez años después de casada junto a su marido Manuel (Juan Gil Navarro). Ese fin de semana deciden reunirse en su casa de campo Ana, Manuel, invitando a Paula y a Teo (Alejandro Paker), un amigo de ambos recientemente separado. Los dos solteros están en plan de diversión y pronto comienza el coqueteo. Pero lo que venimos a enterarnos es que Manuel es el secreto amante de Paula, y esta va a intentar provocarlo desde todos los ángulos aún enfrente de su mujer. Manuel reacciona muy mal frente a la invitación a Paula ese fin de semana. Pero Paula y Teo logran unirse sexualmente, impulsados, claro, por el deseo. Manuel y Ana no se quedan atrás y deciden aprovechar el finde. Las escenas de sexo entre ambas parejas están muy bien sugeridas (más que mostradas) en la semipenumbra del proscenio. La mañana siguiente están los solteros eufóricos por su noche de sexo y piensan en repetirla en cualquier parte, mientras Manuel se muestra muy distante. Pero el deseo de que se habla no es puramente del deseo sexual, sino también del simple deseo de desear lo que el otro tiene. Los lacanianos van a decir que "el deseo es el deseo del otro", algo que saben muy bien los vendedores de colectivos, aun sin haber pasado por la universidad, cuando dicen: "Ya le entrego señora", sin que nadie le haya pedido nada. Buscan despertar el deseo de sus posibles compradores invocando el deseo de otros. Decíamos que es desear lo que el otro tiene, y así se va a desplegar de forma perversa por parte de Paula el querer unir a Ana y Teo, hablándole halagos del uno a la otra y de la otra al uno. Por supuesto que una chispita se enciende. Mientras Ana y Teo tienen sus escarceos sobreviene la unión de Paula y Manuel, y todo es observado por Ana, quien abre sus ojos a la realidad. Hay un "espanto" en Paula hacia la agresividad de Manuel y le dice que está verdaderamente enamorada de Teo (¡Ah... irrumpió el amor...!) y que decide irse con él. Teo la entiende y deciden irse juntos. Pero Ana hace un llamado de teléfono a la esposa de Teo para que reconsidere su situación y esta lo llama a él para una posible reconciliación, con lo que Teo decide dejar a Paula. Hay un diálogo muy fuerte entre ambas amigas y un final que sino es el de "Relaciones Peligrosas", se le asemeja mucho, sólo que un poco más macabro. Allí cae un telón entre Ana y Manuel, quien le pide tratar de seguir juntos pero ella se ve obstruida por la furia... hasta que esta es reemplazada nuevamente por el deseo.
Hay muy buenos trabajos, sobre todo en las mujeres, Moro Anghileri despliega toda su sensualidad y sexualidad, que es mucha (aunque sea chata como una tabla, como mi prima Leticia... de las tetas, ¡ni noticia!), y sabe comportarse como una leona sexual y provocar muy bien; no el opuesto pero sino más bien recatada es Julieta Ortega en su papel, aunque no se priva de nada a la hora de la cama con su marido, y el desnudo parcial que hace es muy delicado y bien conducido. De los hombres se luce más Alejandro Paker, que como buen cantante y bailarín se permite unos pasos de baile y un "Moon River" cantado a capella que pone más tirantes las cosas. Como comediante también se luce. En una cuerda un poco más dramática y concentrada encontramos a Juan Gil Navarro en su Manuel, atrapado entre sus dos amores. Es un verdadero cuadrángulo de pasiones lo que se desata aquí, realmente quieren todos con todos.
Es una obra nada complaciente, con un lenguaje fuerte y preciso, acá los actos sexuales y los órganos son nombrados por su nombre vulgar y no por los de la Real Academia (aunque también los acepta), así que les advierto, no es una obra para puristas del lenguaje. La pieza hace reír mucho y también reflexionar, nada está exento del prisma del deseo y a desear y ser deseados nos lleva (lógicamente deseamos a las dos mujeres de la obra a más no poder, hasta que tendríamos ganas de volvernos a casa con una de ellas -al menos-). Ampliamente recomendable -a mi gusto- aunque las críticas que anden por allí no sean tan buenas.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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