lunes, 12 de marzo de 2018

Mi crítica de "El Reñidero" (Ballet Contemporáneo)

Fuimos invitados por mi amigo Arauco Yepes (de gran participación en este blog), para más datos, músico percusionista, junto a mi amiga y compañera de teatro Amalia, para casi el estreno de esta potente obra del coreógrafo y director Alejandro Cervera con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.  Debo aclarar, que, si bien me gusta el ballet y lo aprecio (sobre todo el clásico), no es mi especialidad, de modo que sólo haré en este comentario algunas acotaciones generales. "El Reñidero" se sostiene en la pieza teatral, ya clásica, de Sergio De Cecco, y ésta, a su vez se apoya en el mito griego de Electra.
La historia es en base simple, y ayudado por el resumen del programa de mano paso a contarla: Elena ama a su padre, Pancho Morales. Nélida, esposa de Pancho y madre de Elena tiene un amante: Soriano. Nélida y Soriano matan a Pancho Morales. Su hija clama venganza. Orestes, el otro hijo de Pancho, regresa al hogar. Elena convence a Orestes de matar a su madre y a Soriano. Orestes se pierde. Elena sueña. Haciendo un paralelismo de este drama del siglo pasado y absolutamente contemporáneo con la tragedia griega, la madre Nélida representa a Clitemnestra, el padre Pancho, a Agamenón, Elena a Electra, Orestes al personaje del mismo nombre, y el amante de la madre, Soriano, a Egisto. Hay además una actriz en escena que recorre los espacios y recita fragmentos del texto, a cargo de Dahyana Turkie (excelente su labor) y dos músicos en escena: el tan mentado Arauco (en batería, redoblante, marimba, chapas, xilofón, etc.) y Eliseo Tapia (otro maestro) en bandoneón.
El resultado de este ballet-collage es una pieza que cierra redonda por sus cuatro costados (la tan conocida cuadratura del círculo), plena de arte, violencia, sensualidad, energía, pasión y con un cuerpo de baile ideal para este proyecto. Sí, la violencia estetizada es una pata fundamental del drama. Explota por dondequiera, hay escenas fuertes muy bien marcadas y la presencia constante de unos cuchillos que relucen con sus filos. El director aclara que quiso mostrar como la violencia de aquel reñidero se traslada a los tiempos que vivimos hoy en día. Y aparecen los cuchilleros u orilleros borgeanos, que tanto inspiraron al escritor con su maravillosa pluma en muchos de sus más celebrados cuentos o poemas. La música que suena en el espacio es de características disonantes, muy apoyada en la percusión y en los sonidos más extraños que se pueden extraer de un bandoneón (como por ejemplo cuando saca "silencios" del instrumento, un viento que representa la respiración del personaje, cada vez más agitada que hacen convulsionarse al intérprete casi con la contracción de un orgasmo).
Pero vamos a hacer un punto y aparte para hablar de Arauco Yepes. Su música se ha convertido en el corazón de la obra, cuando el ataca la batería o el redoblante, las miradas se centran en él y su música pasa a ser la protagonista exclusiva de la acción. Tal es el grado de virtuosismo y de fuerza de este joven músico. Es de una precisión tal que corta el aliento y dan ganas de seguir escuchándolo cuando calla. La batería constituye el pulso vital de los personajes y les insuflan vida, serían impensables esas peleas a cuchillo puro sin el valor de los sonidos de Arauco. Es un condimento indispensable para el buen guiso que se arma en la sala  Casacuberta del Teatro San Martín.
Otro aspecto esencial es la disposición de la sala. Al tener la estructura isabelina acerca los personajes al público, y lo hace a éste partícipe de la acción. Es muy importante el sentirse adentro del espectáculo y los cuchillos parecen todo el tiempo que van a herir al espectador. Sí, la violencia se ha trasladado hasta a las acciones de amor, todo son tironeos, desgarros, brutalidad, casi no queda espacio para la ternura (sólo aflora en el personaje de Elena) y cuando irrumpe la murga todo se vuelve cumbia (ughhhh...) como para integrar la actualidad al espectáculo.
Son deslumbrantes las escenas de conjunto, donde el gran cuerpo de baile se luce al ritmo de músicas acompasadas, y logrando una sincronización total y perfecta en cada uno de sus movimientos (son los momentos más disfrutables visualmente), como aquellos donde el finado reposa en su cama y se producen en torno a él los consecuentes movimientos de su esposa y su amante, y de Elena. Las chicas del ballet tienen movimientos provenientes del ballet clásico, aunque lo que estén haciendo ahora ha dado en llamarse contemporáneo. Otro punto a favor es el excelente trabajo de los cuerpos, bien torneados y musculados y sus contorsiones casi imposibles que me hicieron recordar el trabajo corporal de John Hurt en su memorable interpretación en "El hombre elefante", con una candidatura que lo mantuvo cerca del Oscar. Tales son los movimientos impostados de estos artífices de la danza. Y ya que hablamos de la tragedia griega, podemos decir que la musa Terpsícore está muy bien dignificada por muchachos y muchachas del cuerpo de baile y por los primeros bailarines. De quienes sería justo decir sus nombres: como Pancho Morales, Rubén Rodríguez, en el rol de Nélida Morales, Carolina Capriati, reemplazada en medio de esta función por Silvina Pérez ya que sufrió un accidente al golpear una chapa (¿para qué sirven los ensayos?), como Orestes Morales, Rodrigo Etelechea, en el rol de Elena Morales, Lucía Bargados y en el de Santiago Soriano, Boris Pereyra; todos ellos de brillante desempeño, destacándose la jovencísima Elena.
Los roles de cuchilleros son asumidos tanto por hombres como por mujeres, abriendo así paso a la igualdad de género dentro del bando de los orilleros. De "El Reñidero", además de las incontables puestas en escena de la obra de De Cecco, se cuenta en el haber, una película y una versión para Maia Plisitskaia y Maximiliano Guerra de 1990. La música de esta obra está a cargo de Zypce (¿?) y consiste en piezas de tango, milongas y cuanta música vernácula se les ocurra, amén de una cumbia de los "Pibes Chorros" y un trío de Haydn. La música acusmática está presente durante toda la función y sólo es interrumpida por la bienvenida música del bandoneón (¡bravo Eliseo Tapia!) o la percusión.
Como corolario queda una muy buena puesta de esta obra memorable con la férrea mano de una Alejandro Cervera que no conocía (desde ahora le prestaré más atención, lo prometo) que inaugura puntales de lirismo o de violencia inusitada con la misma eficacia. Un gran trabajo del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y perfectos solistas. Y los inmensos músicos. Recomendado para un público más bien adulto pero con ganas de pasarlo bien.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

2 comentarios:

  1. Siempre es un placer leer tus líneas y en este caso que me tocó estar bajo tu mirada y escucha te agradezco mucho los conceptos escritos sobre mi actuación.
    En tus comentarios se nota una vivencia profunda y lúcida .
    ¡Qué bueno que te haya gustado la obra ,esperaba tu crítica con ansias!
    Un gusto enorme haberte conocido personalmente,gracias,hasta siempre!

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  2. La obra me encantó y esta reseña me parece muy buena, fresca y con una muy buena valoración de la obra. Yo la vi hace un par de semanas y me encantó definitivamente.

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