Ayer viví una experiencia fantástica junto con tres amigas, fuimos a ver "Papaíto Piernas Largas" y salimos literalmente flotando del teatro. Es una obra tan cálida, donde impera el buen gusto, el talento y la emoción a raudales. Los personajes son dos solos y dos sus intérpretes, en contra de todas las teorías del musical, que dicen que hay que llenarlo de gente, coros, extras y bailes. Acá hay canto y actuación nada más. Pero eso lo suple todo. Y nada hubiera sido posible sin esos dos artífices mayores que son Ángeles Díaz Colodero (Jerusha Abbot) y Juan Rodó (Jervis Pendleton). Rodó mejoró muchísimo desde sus años de bajo monocorde con Pepito Cibrián, en donde todas las obras eran iguales para él, ha trabajado la voz y ahora se convirtió en un tenor con gran potencia y afinación, ductilidad expresiva y buen soporte para su compañera. Pero la sorpresa de la noche fue Ángeles Díaz Colodero ¿donde estaba metida esta chica? que es la imagen de la belleza, la dulzura y una voz de soprano que muchas envidiarán (los dúos entre los dos me pusieron la piel de gallina). Es fresca, resuelta, con gran capacidad actoral y eso que estaba engripada en la función de ayer, pero eso no hizo mella en su actuación. Dieron juntos una clase magistral de lo que hay que hacer en un musical.
La dirección es de Lía Jelín quien se anota otro poroto para su trayectoria, tiene tan buena mano para la dirección de actores y cantantes que realmente ha puesto en escena un espectáculo mágico. La obra está casi textualmente sacada del libro de Jean Webster y ha sido adaptada con libro de John Caird y letra y música de Paul Gordon. Además la música es una obra de arte, endulza los oídos y está muy bien interpretada por un trío de músicos excepcionales en escena. Casi toda la obra se resuelve en dos planos, como espacios privados en donde cada uno no ve al otro, pero conectados en el mismo escenario: los baúles de ella, que son verdaderos practicables, ya que pueden hacer tanto de mesa, como de cama o montaña, convirtiéndose en un exquisito espacio para caminar por encima de ellos; y la otra escenografía es el despacho de él, con una gran biblioteca y un ancho episodio. Y toda la relación que hay entre ellos dos (bueno, no toda, pero casi) se reduce a un contacto epistolar: son las cartas que Jerusha le manda a ese benefactor desconocido que la saca del orfanato en que vive para pagarle su paso por la universidad, en donde ella cambia de vida. Con estos monólogos aislados, a veces sostenidos por los dos, muchas veces cantados, vamos viendo el transcurrir de la obra.
El deseo de conocimiento es el motor que mueve a la historia. El ansia de conocer lo que dicen los libros, tanto tiempo vedados a ella y que le abren un mundo nuevo y le abren la cabeza, y el otro deseo, casi enfermizo, de conocer a su benefactor, a pesar de que él fue muy explícito en su primera carta, que nunca deberían tener trato y que él no se presentaría con su nombre verdadero ni contestaría a sus cartas. Pero la insistencia de ella, de saber si su ángel guardián es un viejo pelado y añoso o un joven bien parecido, hará que él se presente ante ella como tío de una de las compañeras de Jerusha en la universidad. Entre los dos va naciendo algo que puede calificarse como más que una amistad y el final se ve venir de lejos. Por suerte que termina así, con beso y todo, porque sino, te juro que les quemaba el teatro... Es tan fuerte la atracción que nace entre los dos que desde un principio queremos que caigan los velos y salga a relucir la verdad. Todo esto cantado, por supuesto, y no hace falta más... Él la irá viendo crecer, en esos cuatro años que pasan desde 1908 a 1912, año en que se gradúa, y convertirse de niña en mujer. Así van pasando las estaciones y las modas. Ella, que sólo conocía los harapos que le daban en el orfanato pasará a vestir como toda una dama con el correr del tiempo. Y logrará lo imposible, que el huraño y ermitaño Jervis Pendleton se enamore locamente de ella y pida su mano, claro que ella se ha ido enamorando de él sin saber que es su mentor. Sólo ha visto una sombra de él, cuando fue a buscarla al orfanato, la que le pareció larguísima y de ahí el apodo de "Papaíto Piernas Largas", pero busca saber... Y como sabemos que el deseo es el motor de la vida y ella desea, y mucho, no sólo convertirse en escritora, sino en salir de ese encierro al que fueconfinada por la ausencia de padres, que la ponen en desventaja con sus amigas adineradas y con familias establecidas. Y como escritora es buena también, pues logra con sus cartas sacar de la monotonía de su rutina al benefactor que debe auspiciar un joven por año para que haga su carrera universitaria. Su primer manuscrito de novela, le será devuelto, con la esperanza de no publicarlo jamás, pero ella no se da por vencida y vuelve a intentarlo con temas que le son más conocidos: su vida en el Hogar John Grier. Y lo logra finalmente. Y pasará de vivir una vida sin futuro a convertirse en una escritora de verdad.
Como dije antes hay muy poco contacto entre los dos, sólo las visitas del tío de Julia Pendleton a la universidad o al campo en donde la invita a pasar sus vacaciones. Pero eso solo hace que ella encienda esa llamita de curiosidad por lo nuevo, por el mundo, por los hombres. Y en él se libere la lucha por conseguirla cueste lo que cueste (parece que él tiene facilidad para conseguir todo lo que se propone), pero acá no será tan fácil. Lo único que me defraudó de la obra es el momento en que él le reconoce que es su benefactor, que sea hablado y no cantado a voz en cuello, después, todo lo demás estaba perfecto. El diseño lumínico es otro detalle milagroso que envuelve con una aura mágica toda la obra, en este caso a cargo de Matías Cannoy y Mario Gómez. El vestuario es otro punto a favor, así como la escenografía, ambos de Vanesa Abramovich. Todo está perfecto en este musical que empezó tímidamente en el Centro Cultural San Martín y luego pasó a la avenida Corrientes. Invito desde ya a todo el que no la vio, que vaya corriendo a sacar entradas ya que el sábado y domingo que viene, baja de cartel. Realmente es un lujo tener en Buenos Aires esta obra y con esta calidad de intérpretes (a Ángeles ya la quiero para novia...). Toda mi eufórica recomendación.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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