domingo, 26 de mayo de 2019

Mi crítica de "Una Vez en la Vida" (Teatro-Musical)

Todavía estoy emocionado y conmovido por esta obra inmensa, que vimos ayer a la noche en un 25 de mayo diferente, de teatro, junto a mi amiga Norah. Y digo, "Una vez en la Vida" es fascinante, hipnótica (no pude apartar la vista de la escena en las casi dos horas y cuarto que duró), movilizante, necesario deleite para oídos y corazones.  Está basada en la película de John Carney "Once", que obtuvo el Oscar a la mejor canción ("Falling Slowly") y el musical arrasó con cuanto Tony hubo a su alcance y con los Grammy. Con libro de Enda Walsh y música y letras de Glen Hansard & Marketa Irgloa, la obra seduce por su autenticidad, su sinceridad y su excelente música a un ritmo inusual en el teatro de musicales, y donde los 14 músicos que la integran, son a la vez excelentes cantantes y actores, interpretando otros tantos personajes. La obra se desarrolla en Irlanda, Dublin para ser más específico y está surcada de música irlandesa de la mejor, esa que te hace bailar hasta desfallecer (me acuerdo ahora de los fantásticos "Lord of de dance"), que hace palmear y zapatear a la vez. Es la relación que se entabla entre un músico callejero irlandés de folk y una inmigrante checa, que habla rudimentariamente el inglés (en este caso el castellano), con la familia de ambos pululando por ahí. Pero la relación no es de amor, ni de besos y abrazos, sino de una amistad y una pasión que trastocará la vida de los dos, aunque no se toquen, ni haya un beso siquiera, ni pase nada físico entre ellos. Me devastó el final, que no se queden juntos (perdón por contarles el desenlace pero me salía de mi alma por decírselos), si bien hay una catarata de amor reprimido entre ambos que no logra encontrar su curso, en parte porque ella no se lo permite a sí misma. Ella y él (así, sin nombre, porque es la historia que nos puede suceder a cualquiera de nosotros, esos seres anónimos que andamos por ahí, ¿quién no tuvo una historia de amor que lo haya marcado, aunque no haya podido dar rienda suelta a ella y con final triste?) son Paula Reca y Eliseo Barrionuevo, dos inmensos intérpretes que se ponen la obra al hombro y construyen personajes tan cálidos como entrañables (ella a la vez es hermosa, y me daban ganas de traérmela a mi casa, lo mismo que a todas las chicas músicas), él desde la guitarra y la vos y ella desde el piano y el canto. La orquesta se completa con guitarristas, violinistas, violistas, acordeonistas  bateristas, percusionistas y bajistas. Los nombres de estos actores-músicos (porque no debo omitir a ninguno) son: Santiago Otero Ramos (Banquero), Mariela Passeri (Barushka), Federico Coates (Svec), Federico Yernazian (Billy), María Armellín (Reza), Máximo Meyer (Andrejx), Violeta Videla (Ex-novia), Nicolás Muñoz (Eamon), Mariano Cantarini (Emece) y Mariana Carnovali (Maja), se le suman a estos el desaprovechado Roberto Catarineu (Padre), el que comparte con ellos tres o cuatro escenas y se desperdicia su talento de cantante y bailarín, y la niña Donna Lunadei (Ivonka). Lástima no poder identificarlos mejor a cada uno con su personaje, ya que casi no se dicen los nombres de éstos en el devenir de la pieza, pero sé que todas las chicas son muy sexys y sensuales, pero hay una de ellas sobre todo, (debe ser María Armellín) que me pareció extraordinariamente bella y lanzada como para despertar en mí todo el deseo de adoptarla...
La obra comienza cuando el guitarrista solitario (Él) está cantando en la calle por un amor perdido y se conoce con Ella, la inmigrante checa que le pregunta a quién está destinada esa canción. A una ex novia que me dejó para irse a Nueva York y ya está con otro, contesta Él. A partir de allí se desarrollará una gran atracción entre ellos con una enorme química provocando una pasión de aquellas que arrastran y cambian el mundo para siempre. Él es arreglador de aspiradoras y vive con su padre, ella es pianista sin piano y sueña con comprarse el que Billy (el dueño del bar) le presta para tocar, con una hija pequeña y una madre checa y varios amigos de la misma nacionalidad, que hablan precariamente el castellano. Él está por abandonar sus sueños de cantautor y colgar para siempre su guitarra, sumido en la depresión en que lo dejó su novia abandonante. Ella lo impulsará a seguir cantando y lo hará grabar un disco, con un préstamo que les otorga el banco, para lograr una sala de grabación por 24 hs. , las que utilizan a toda máquina. Cuando el muchacho la invita a su casa a charlar y la lleva a su cuarto, allí intenta besarla, pero el acto se ve frustrado al instante por una negativa de Ella. A partir de entonces ya ninguno se volverá a acercar al otro, si bien Ella en un momento le anuncia: "Ahora voy a darte un abrazo", y lo abraza. Este será el único contacto que haya entre ellos dos. Con el paso de los días (son cinco los días que transcurren desde que se conocen), ella le confesará que tiene una hija y que esa hija tiene un padre, el cual es su marido, y con quién se reconciliará pronto. Esto último, no sabremos nunca si es verdad o es un invento de ella para poner distancia en la relación. "No puedo ceder, tengo responsabilidades", le dice Ella en un momento a su madre.  Aunque en un último momento, antes de que Él emprenda el viaje a Nueva York por convencimiento de Ella para reencontrar a su ex-novia, Ella le diga "podemos ir a tu casa y portarnos mal".Esto, a mi juicio, no llega a concretarse, porque de haber sido así Él no partiría en busca de un amor que estaba ya terminado sino que se quedaría a luchar por este nuevo que le renovó el corazón.
Todas las canciones que Él canta son canciones de amor, aunque hayan cambiado su destinataria, ya no son más para su amor olvidado sino que pasan a ser para Ella. Ella también canta temas de amor, y la canción "Falling Slowly" ya se me pegó en la memoria y muy raramente se vaya de ahí, tan exquisita y conmovedora es. Ella le paga el servicio de arreglarle la aspiradora con música, y toca para él un tema de Félix Menndelsohn, aduciendo que es un romántico que ya está muerto, aunque Él también le resulta romántico. Los lances que se tiran el uno al otro son muy jugados, y es una pena que toda esa pasión no encuentre su cauce. La ambientación es una sola, el bar del amargo Billy, pero cambia constantemente a fuerza de imaginación e inventiva, bien puede ser la habitación de Él, la casa de Ella, el estudio de grabación, el despacho del banquero o unas rocas desde donde se ve la isla de Irlanda. El idioma checo de Ella no la abandona en ningún momento, dando el humor que necesita la anécdota (sí, también hay humor, y mucho, no sólo de melancolía vive esta obra), hasta se suceden en una pantalla palabras en checo que vienen a alumbrar algún que otro tramo. Por supuesto que toda esta maravilla desplegada sobre el escenario del Metropólitan Sura no hubiese sido posible sin ese gran artífice que es el director Julio Panno, un perfecto conocedor de los hilos del teatro musical que aquí se luce por su gran talento e inventiva para mantener viva esa banda de  músicos desquiciados. Y otro gran conocedor es el director musical, Tomás Mayer-Wolf (el nuevo "Luthier"), que ordena tanto la música proveniente del grupo como los arreglos corales con que engalanan gran parte de la obra (una maravilla es esa canción que cantan a coro, sin música todos los integrantes). Eliseo Barrionuevo se luce como ese guitarrista melancólico y apasionado, y desalineado que intenta a todas luces conquistar el corazón de la muchacha. Y Paula Reca es un talento detrás de esa seria vestimenta que le da todo el aire de mujer checa "seria y responsable": "soy checa, siempre hablo en serio", que sin embargo juega a ganarse los sentimientos de toda una platea y de ese hombre iluminado que tiene a su lado. Su labor como pianista y cantante también es muy grata y eficaz. Entre ambos sugieren mucho más de lo que muestran y logran arrastrar a las lágrimas de tantos espectadores conmovidos. Antes de irse a Nueva York, Él invierte todo el dinero que le diera su padre en dejarle el último legado a Ella: comprarle el piano que tanto deseaba. Y así, entre lágrimas y la alegría de la música irlandesa, finaliza esta fábula enternecedora de dos corazones solitarios condenados a latir bajo el mismo destino: la música. Una maravilla que engalana nuestros escenarios porteños. Por favor no se la pierdan, antes de que sea tarde.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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