Acabo de ver, esta, la última película de Woody Allen, fechada en el 2017 y recién permitido su estreno debido a todos los problemas que tuvo Woody con el vacío que se le hizo en la industria del cine por las declaraciones de su hija adoptiva. Cierto es que parecía un film condenado a dormir el sueño de los justos en un cajón, pero afortunadamente distribuidores de nuestro país decidieron estrenarla, conjuntamente con algunas ciudades de Estados Unidos y con Francia. Si bien Woody se encuentra dando loa toques definitivos a su nueva película "El festival de Rifkin", filmada en el País Vasco, parece haber encauzado su ritmo de trabajo después del traspié que la hija de Mia Farrow le hizo pasar, con sus declaraciones de abuso sexual cuando era una nena (que ya fue absuelto por la justicia de su país en esos tiempos). Lo realmente importante es que nos encontramos acá en el justo terreno de Allen: la comedia, aquel que nunca debió haber abandonado. Si bien tuvo romances con temáticas más serias, como el crimen, la culpa, la religión, etc., Woody volvió a su gran amor, la comedia de enredos sentimentales, en la cual se defiende como pez en el agua.
El director acaba de cumplir sus 84 años, pero sigue filmando como si tuviera 30, rodeado de mujeres bellas (acá particularmente Selena Góemz y Elle Fanning, muy hermosas las dos), hablando de sexo y tomando como personajes centrales a jóvenes de veintipico de años. De nuevo nos encontramos con diálogos rápidos y abundantes (es clásica la verborragia de sus personajes), en su mayoría brillantes, y puedo decir, sí, que esta es una de las mejores películas que nos ha brindado en estos últimos 15 años. Acá, como es frecuente en sus películas de los últimos 25 años (donde fechamos su casamiento con su hija adoptiva Soon-Yi, de quien sigue enamorado y le ha permanecido fiel),la fidelidad reina por sobre la trama de engaños y desengaños que viven sus personajes. Hay escarceos amorosos fuera del noviazgo, como en todos sus films, claro, pero se resuelven de la manera más honesta posible. Hasta para que aparezca la aventura extra-noviazgo se debe dar por finalizado este último. Siguen brillando los personajes conflictuados, envueltos en dilemas éticos o morales, los temas de la religión, el sexo o la muerte, todos tratados bajo la óptica de gran humorista. Como hemos hablado siempre el humor salva, es una gran fórmula para vencer los problemas cotidianos o aquellos más trascendentes y universales, afortunadamente Woody ha vuelto al camino de la comedia para tratar sus reflexiones y nos regala frases de por sí inolvidables y que ya pasarán a integrar el gran archivo de "frases-Woody".
Acá acompañamos a una pareja de novios en su viaje a Nueva York, venidos desde la universidad de Yardley, en el oeste americano. Ellos son Gatsby Welles (el desgarbado y flacucho Timothée Chalamet y su pareja Ashleigh Enright (la Aurora de "Maléfica", la bella Elle Fanning), ciudad en donde viven los padres de él, a quienes no tolera demasiado, y a dónde arriban por un reportaje que debe realizar ella para el periódico de la universidad al cineasta Rolland Pollard (Liev Schreiber). Por supuesto que Ashleigh admira a este director, estudiante de cine ella, de quien conoce toda su filmografía, así como la de consagrados e históricos directores europeos u orientales. Y encontrarse con él supone la máxima aspiración a que puede esperar una chica de provincias. Por eso se deja seducir prontamente por este realizador de mediana edad que no está conforme con su última producción. Por eso es que los planes de ver Nueva York con su novio se desdibujan a medida que va pasando el día (lluvioso, para colmo), ya que el cineasta la invita a ver su film en compañía de su guionista, Ted (Jude Law) y los tiempos se dilatan. A Woody siempre le gustó filmar en días nublados o de lluvia, le escapa al sol como a la peste, y acá se dio el gusto de ubicar temporalmente a sus seres en un fin de semana completamente pasado por agua.
Pero todo se complica cuando Rolland desaparezca de la proyección, agobiado por las dudas y ella y el guionista deban salir a buscarlo. Claro, la tarea no es fácil porque supuestamente ha salido para emborracharse, y en los sitios donde suele frecuentar no está. Entre tanto Gatsby visita a su hermano Hunter y a la novia de este, el cual ha decidido suspender el casamiento porque no soporta la risa de ella, es más, lo deserotiza completamente. Se encuentra con otro amigo que está realizando un cortometraje y le propone salir en la película, pero allí debe compartir un beso con la actriz Chan Tyrell (Selena Gómez), quien es la hermana de una antigua novia suya. El beso sale algo forzado al principio, mientras ella se burla de él y su noviazgo con una chica de Colorado, pero en la tercer toma él se ablanda y logra besarla con la pasión necesaria para dar por buena la copia. No tararán en arreglar para pasar juntos el resto del día, un día en que la chica de Colorado está muy atareada buscando a su entrevistado y así se lo deja saber a su novio por celular. Llueve, para colmo, como para que sea más romántico el ambiente. "No siempre llovía en mi barrio, pero lo recuerdo así porque es más romántico", nos dice la voz en off de Woody en el comienzo de "Días de Radio" (1986), así que ya hizo su declaración jurada.
Van juntos a la casa de ella para que se cambie, y allí él aborda el piano y se pone a tocar y a cantar un tema sentimental, con lo cual logra sonsacarle a Chan que ella siempre estuvo enamorada de él... Pero la cosa no pasa a mayores, esa tarde deberá encontrarse con una nueva conquista, un dermatólogo presentado por una amiga. Y construyen juntos un guión que transcurren en un día de lluvia y dónde él es abandonado por su novia y se encuentra con su nueva prometida debajo del reloj que hay en el Central Park, justo a las 6 de la tarde... Van juntos a un museo de arte en donde todo termina de complicarse, él que no pensaba ir a la fiesta que realizan sus padres, se encuentra con una pareja de tíos que han viajado para dicha fiesta y lo hacen hablar con su madre prometiéndole que irá, junto con con su novia, la cual se encuentra muy atareada con Ted, el guionista. Juntos están buscando en auto a Rolland, y ven justo a la esposa de Ted, quien dijo que salía de compras, meterse en el departamento del mejor amigo de él. Gran conmoción, éste la enfrenta y Ashleigh baja del auto, con lo cual la cosa se complica aún más. Pero todo esto está jugado en tono de comedia romántica, rápida, alocada, de gags ingeniosos, con el estilo del mejor Woody. A Ashleigh le falta conocer al actor Francisco Vega (Diego Luna) para enamorarse perdidamente, quien, junto con la píldora del día después es lo mejor que le ha pasado al mundo.
Chan y Gatsby se separan y cada cual sigue su vida (si se vuelven a encontrar o no es obra del azar, del destino o de la sutileza de Woody, quien nos reglará un final a toda orquesta), mientras Ashleigh sale en los noticieros como la nueva pareja de Francisco Vega, y esto llega a ojos (y oídos) de Gatsby, quien piensa que su novia lo abandonó. Algo hay de cierto porque ella decide acompañar a la casa a Vega y acostarse con él... lo que no está en los planes de ninguno de los dos es que la novia de éste volverá antes de su viaje.
En fin, una película tan desopilante como divertida y plena de ingenio, donde cada línea de diálogo está donde tiene que estarlo y juega un rol importante dentro del guión general. Para disfrutarla en grande y reencontrarse con el mejor Woody, aquel que nos entregara títulos tan importantes en el pasado (sin llegar a esos niveles, lógico), pero nos regala un pasatiempo más que estimable. Vuelve al jazz y a las mejores creaciones para este género y vuelve a Nueva York y a sus paisajes icónicos (ahora bajo la lluvia, que si bien no es cantando, como en la memorable película de Stanley Donen, sí con una parla abundante). Ojalá que Woody siga en esta senda de la comedia que es en definitiva lo que lo hizo un gran director y un gran humorista (y humanista, término que va de la mano).
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).