Es obvio que Enrique Pinti es -o por lo menos, fue- uno de los humoristas más encumbrados de nuestro país -podríamos decir, de la historia de nuestro país-, uno de los más prestigiosos, con razón y que más público supo arrastrar. Su muletilla era el hablar rápido, en forma de monólogo político-social, y otro de sus pilares fue la memoria. La memoria de sus extensísimos libretos y, sobre todo, la memoria histórica de un país a cada momento a punto de perderla. Siempre machacaba con eso, con que había que tener memoria de las cosas pasadas para no repetir los mismos errores ni caer en las mismas trampas, ni ser atrapados por el mismo político dos veces. Acá justamente el tema del espectáculo es la memoria, festejando el bicentenario de la Patria y su propio cumpleaños 70, es visitado por un viejito alemán, el famoso Alzheimer, que quiere llevarlo para sus filas. El gordo se resiste, y luego de una desopilante introducción donde cuenta los 200 primeros años del país, con todo lujo de -horrorosos- detalles, en una confusión histórica digna de un viejo con Alzheimer, logra salir airoso con un espectáculo de más de dos horas en donde despliega toda su verba sin ahorrarse puteadas ni insulto a cuanto político se le cruce al ruedo, ni comentarios ácidos sobre la realidad del país. Pero en ese momento en que gobernaba la Reina Cristina, él la reputeaba y la trataba de loca bipolar y de chorra. Claro, parece que el Alzheimer llegó en la vida real -o lo que es peor, el acomodo- y con una ley decretada por la Señora -la del casamiento igualitario- hizo que Pinti, milagrosamente, se olvidara de todo, insultos, coimas, choreos, falta de democracia, etc. y se pasara a las filas de adulador de la Reina Cristina. Sí, parece un chiste mal contado pero es así. El, que defendía la memoria y la fidelidad de los hechos históricos y el no olvido ni perdón a quien te estropeó la vida, hizo borrón y cuenta nueva y ahora está a partir de un confite con el poder. Ya lo demostraba en su revisión de "Salsa Criolla" 30 años después, en el 2015, en el que no dedicaba un solo improperio para la Señora Doctora (siendo que había para criticar por todas partes) y sí, atacaba virulentamente el flamante gobierno de Macri. A partir de entonces es que perdí toda mii confianza en el genial Pinti y dejé de ir a verlo, y ahora, ya habiendo cumplido los 80 años, supongo que debe estar más recalcitrante que nunca.
domingo, 25 de octubre de 2020
Mi crítica de "Antes de que me Olvide" (Teatro-2010)
Pero en este espectáculo la cosa era muy distinta. Todavía se acordaba de putear a Menem y a Cavallo y de cómo hundieron al país por 10 años, de inmolarse públicamente por haber votado a la Alianza, en quienes confiaba abiertamente y de ver el desastre que hicieron, de los huevazos recibidos por Duhalde y de su horrenda maniobra de gobierno y... por supuesto del pésimo gobierno de Néstor y de Cristina, a quienes no les faltaron puteadas. Pero Pinti era Pinti y así arremetía contra todo, desde los que lo incitaban a vivir en el conurbano en una casaquinta rodeado del verde (y volviéndose loco hablándole a las plantas y a los pájaros -"qué tragedia, se me murió el rosal"- ironizaba, "cuidá que no se te mueran tus hijos, vieja pelotuda"), hasta las virtudes de dormir en una hamaca paraguaya. No se salva la niña imberbe de 14 años que entró en una reunión de "viejos de su edad", que hablaban de cine, de las películas de Chaplin, de Woody Allen o de Bergman y osó preguntar "¿eran en blanco y negro? ¡qué bajón!" y él contestarle, después de una catarata de insultos y puteadas a las que nos tiene acostumbrados: "sin todas esas películas hoy no existiría tu puto 'Avatar', tarada". Claro que no se la salvó tampoco Macri, intendente de CABA por ese entonces y las inundaciones a la ciudad, porque hoy en día hacen edificios de 30 y 40 pisos en Palermo, donde antes había un chalecito y un almacén y las cloacas son las mismas para todos y entonces con tres gotas de lluvia rebalsa todo y te sale la m... por el inodoro en el piso 35.
Claro que la educación también cae bajo la picota y sólo se salvan las maestras y los maestros que luchan contra esa manga de imbéciles que tienen por alumnos, embrutecidos por la computadora, los jueguitos, el teléfono celular y el MP3 y osan decir que Napoleón era un cognac u otro que dijo que era negro porque leyó que provenía de "oscura estirpe". No se salvan con sus contradicciones ningún político de turno, desde la loca bipolar hasta la loca de Carrió ni el acomodaticio de Cobos -según sus opiniones- ni el diputrucho ni el viejo s... de Menem y Cavallo. Sólo parece ser un poco más benévolo -esta vez- con Alfonsín, de quien opina que hizo todo por llevar el país adelante pero con 12 paros generales de los compañeros peronistas y dos alzamientos militares era imposible gobernar. Y que los saqueos a los supermercados por "hambre", cesaron como por obra de magia el día que él renunció. Tampoco se salva el General, con quién es lo suficientemente duro, un militar de derecha, como todos los militares, que más vivo que el hambre, tomó las leyes de un socialista honesto como don Alfredo Palacios y las aplicó a su gobierno a favor del pueblo como si fueran propias, con lo que obtuvo el fervor popular general. Y que los únicos de izquierda que pudieron confiar en él fueron los montoneros a quienes finalmente terminó echando de la Plaza de Mayo.
Pinti vuelve a examinar la historia argentina, pero esta vez la de los últimos 70 años, de Perón para acá, coincidiendo con su edad, y si sale bastante bien parado don Arturo Illia, claudica López Rega, Isabelita y cuanto sindicalista se le ponga al paso. Así también no olvida reconocer -en el papel de la vieja Argentina, una vieja menesterosa que anda pidiendo propina por ahí- que los argentinos somos exitistas y que a la menor contrariedad decimos "país de mierda", no pudimos ganar el mundial... Cuando países como Chile, México o Brasil aterrorizados por el crimen organizado, el narcotráfico y los desastres naturales nunca dejan de tener bellas expresiones para referirse a sus respectivos terruños. Como los que van al exterior y vuelven diciendo que todo es mejor allá y no saben apreciar lo que tienen dentro. Que van a Nueva York y dicen que no hay más droga ni violencia no como acá. El conoce bien esos países por haber viajado mucho y sabe que en Nueva York las bandas de chicos se matan entre ellos y que la droga corre como ríos porque es el país más adicto del mundo y que los terroristas entran a un colegio y matan 50 alumnos para luego suicidarse o que están instalados en todas las estaciones de avión del mundo o en las grandes capitales. Por supuesto que no hace la vista gorda con lo que pasa acá y reconoce el atentado a la AMIA y a la Embajada de Israel, pero una cosa es volar las torres gemelas y otra muy distinta un edificio por más importante que éste sea. Y cuenta su aventura llegando a los Estados Unidos en su último viaje y siendo atendido por una "negra de mierda" (yo no soy racista pero cuando la gente es de mierda es de mierda, sea blanco, negro, católico, judío, musulmán, lesbiana o puto, yo le agrego el "de mierda") que no le quería aceptar el pasaporte y dudaba de en dónde se iba a quedar y en qué hotel o en qué casa de qué amigos y le hizo llenar dos mil formularios y contestar quinientas veces la misma pregunta con un calor del diablo porque se había roto el aire acondicionado y al final explotó... con las consecuentes puteadas de costumbre de un señor llamado Pinti.
En definitiva, que eran mejores épocas para el humor nacional, todavía no vendido a los K por un casamiento gay que no sabemos si llegó a utilizar.
Todavía se puede disfrutar de este excelente espectáculo en el canal de youtube y el cuerpo de baile y canto, como siempre, impecable.
Y gracias por haberme leído hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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