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"La Hora de la Calabaza" es un corto unipersonal (no más de 50 minutos) protagonizado por Romina Richi, con la autoría de la experimentada Esther Feldman y la dirección del otrora director de cine Alberto Lecchi. Feldman es experta en asuntos de mujeres, y acá vivisecciona exhaustivamente el tema de la separación de las parejas. O mejor dicho, cuando uno deja al otro. Y lo hace con un texto atractivo, ágil, al que sin embargo se le extraña la falta de humor. Hay ironía, en cantidad suficiente, pero es escaso de la alegría que provoca la comicidad y la desestructura y el alivio gozoso sumado a la profundidad de campo que tiene el humor para tratar estos asuntos. Marlene es una chica atractiva que ha sido dejada por su amante y ha tenido que volver con su marido, y en esta cita imaginaria con quien fuera compañero de pasión va a pasarle factura de todo lo que falló en la relación. Esta es la clase de chica que no quisiéramos tener por novia, porque se vuelve muy humana, muy terrenal en su discurso, casi como si nos tuviera confianza de toda la vida a nosotros, el público, y va a exponer sin tapujos todo lo que le pase por la cabeza. El tema es que se vuelve muy poco seductora, muy lejos de ser la compañera sensual y sexy que quisiéramos para pareja: es casi "obsceno" su modo de expresarse, con tanta naturalidad. Marlene gusta de tomar vino con su pareja, quien prefiere un té (ya el abuelo le decía que hay que desconfiar de los abstemios) y, poco a poco va a ir emborrachándose mientras aclara el panorama de su cabeza. De entrada nos arroja a la cara que con la separación se empieza el desconocimiento del otro. Frase cortante como un cuchillo si las hay. Es que Marlene es la autora del libro que le da nombre a la pieza, mientras que su amante se jacta de no haber terminado de leer ningún libro en su vida... es un completo analfabeto cultural. Y sí, dice ella, debe haber gente que es culta aunque nunca haya leído un libro, debe haber, no sé dónde pero debe haber. Y el libro en cuestión trata de manera muy clara y al alcance de todos el mito de la Cenicienta. Qué pasó cuando dieron las 12 y ella se convirtió en una sirvienta más, con el pelo lleno de grasa y las manos con lavandina, su vestido hecho girones y con una calabaza tirada por ratones en lugar de una bella carroza. Ella huyó a tiempo de que el príncipe la viera tal cual era y se desenamorara de ella. Qué hubiese pasado si ella se hubiera quedado, ¿el príncipe la habría aceptado? ¿duraría la pasión? ¿sería capaz de soportar la realidad? Y con las relaciones humanas pasa algo parecido, sostiene la autora, la hora de la calabaza sucede cuando la construcción amorosa se cae. ¿Es posible sostener para siempre la pasión, la alegría del descubrimiento, la plenitud del encuentro? ¿Y hay cuerpo o persona que lo aguante? Lo que plantea Marlene son más preguntas que respuestas. Dice que su esposo le brinda después de tantos años amistad, compañerismo, comprensión, tolerancia, en fin, amor. Pero ¿por qué hay que renunciar al deseo, a la pasión, a la aventura, a la sexualidad? ¿No será posible hacer que las dos posturas coexistan o habrá que conformarse sólo con una? ¿Debe quedarse la pasión reservada para los amantes? Después de todo, está reconocido por un experimento producido en Norteamérica con unos investigadores encerrados por largo tiempo en una residencia, que la pasión es producto de un crecimiento proteico en el organismo. ¿Todo se reduce a eso, debemos confiar en nuestras proteínas para poder ser felices?
Lo peor de todo son los llamados "amantes nihilistas", que son los que sostienen que sin pasión no existe nada. Qué hacer entonces cuando falta ese componente. Porque para ellos, pasión es sinónimo de amor. Y en la vida diaria, la de los amantes, no es así. Raras veces el sexo se transforma en amor, sostiene la pensadora Marlene. Lo que sí sabe nuestra amiga es que una nunca sabe bien quién es hasta que no sufre por amor. Y ahí tenemos la verdad revelada: esta relación de amantes inconclusa se ha transformado en una relación de amor. Algo así nos proponía la obra de teatro y luego película "Una relación pornográfica", en donde una pareja que se unía por el diario para sólo tener sexo, con el paso de los encuentros terminaba enamorada.
Lo que sí sabe Marlene es que su pareja se incluye en la definición de "amado demagógico", partiendo de la base que la demagogia es una actitud política para seducir al votante y que haga siempre lo que quiere el político en cuestión: que le entregue su voto. En el terreno amoroso eso sería algo así como hacer todo lo que se hace para obtener la condescendencia de la mujer en toda ocasión. Que haga de los deseos del macho alfa los suyos propios, confundiendo así el deseo personal con el del otro. Son las que se ponen contentas porque lo ven estrenarse el pantalón que ella le regaló. Son las que nunca se quejan del regalo que él les hace. Son las que confunden sus deseos sexuales con lo que el otro quiere que haga para sí la dama en cuestión. Y para eso nos cuenta la historia de Camila y Esteban.
Richi pasa a encarnar ahora a Camila, una mujer de su misma edad. Se conocieron con Esteban cuando eran adolescentes y mantenían relaciones sin mucho compromiso. Andado el tiempo volvieron a encontrarse y, a fuer de ser él licenciado en economía y ella estudiante de derecho, decidieron que era hora de terminar con los juegos y enamorarse en serio. Así lo hicieron y se casaron. Pero él era un amado demagógico, que la llevaba a comer dónde él quería, haciéndole creer que era el gusto de ella, le hacía los regalos con igual procedimiento y se comportaba en la cama de la misma forma. Así, ella se recibió de abogada y a él le llegó una propuesta de trabajo muy tentadora en París, pasaría a cobrar en euros y podrían vivir cómodamente los dos. Sólo que ella debería sacrificar su profesión. Así viajaron y llegó el primer hijo. El segundo los encontró en otro rincón del mundo y así el tercero. Hasta que Esteban decidió que era hora de volver a la Argentina para educar a sus hijos. Cuando regresaron ella no recordaba nada de su carrera y su cuerpo se había desgastado tanto que Esteban la hizo someterse a diversas cirugías estéticas hasta quedar totalmente nueva. Ella tenía la autoestima bien arriba hasta que él decidió dejarla. Así empezó ella a juntar propuestas del corazón, a llenarse de amantes y aventuras, de sexo y regalos, hasta que se aburrió de tanto hombre y emprendió una travesía más larga y dificultosa: la de buscarse a ella misma. Y comprendió que siempre había estado supeditada al deseo de los otros sin cumplir realmente nunca los suyos.
Ahora Marlene comprendió que su amante era de esta clase. Con la publicación del libro logró acceder a una "cierta fama", que no es la fama total, sino simplemente lograr que cuando se va a comprar ropa, las vendedoras se codeen diciendo "ella escribió un libro que es bastante interesante". En eso recibe una llamada de su esposo, preguntándole dónde está y que la va a pasar a buscar. Ella parece haberse resignado a vivir con la tajada de vida que le corresponde y adaptarse a la situación de compañerismo. Y acepta que si su amante volviera, no lo aceptaría, pues no lo extraña, sino que se extraña a sí misma cuando estaba con él...
Romina Richi vive con intensidad y profesionalismo su trabajo en esta obra -pero que no cante, por favor, ya quedó en claro que no es cantante-, es muy bueno su desempeño, pero sin querer se convierte en esa bruja rencorosa que actúa con maldad el resentimiento de que su pareja la hay abandonado, y puede ser escalofriante el resultado. La grabación se efectuó este año, si bien es una obra del 2017 dada en el teatro Payró (acá, para dejar la impronta del tiempo y el lugar, entra con su barbijo para sólo sacárselo cuando va a empezar a hablar). De las virtudes de Esther Feldman como autora huelga hablar porque siempre ha dado certeza de conocer el mundo femenino como un genoma propio y Alberto Lecchi hace dinámica la puesta en escena en un ámbito cerrado como es el estudio de Marlene con una mesa, un diván y una biblioteca como único decorado. Y una botella de vino que siempre sirve para la ocasión. Aunque aquí no haya mucho por lo que brindar... O tal vez sí.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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