lunes, 5 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Abrir Puertas y Ventanas" (Cine-2011)

Ah... el terror de la hoja en blanco... Vamos a ver qué sale de esta crítica sobre una película que no me gustó mucho. Este es un film del 2011, de la cineasta franco-argentina Milagros Mumenthaler, que hizo ruido en todos los festivales (tanto nacionales como extranjeros) con grandes coberturas y mucho material escrito para aplaudir y difundir este largometraje. A mí, la verdad es que no me convenció mucho. Es ese cine argentino en el que no pasa nada (y parece pasarlo todo, me dirán), pero acá, lo cierto es que no pasa nada enserio. Es la vida de tres hermanas, que viven solas en la casa de la abuela recientemente muerta, sin padres ni parientes a la vista, de quienes no sabemos nada. Las hermanas son Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta (Ailín Salas) y un inquilino que vive en otra casa pegada a la de ellas, Francisco (Julián Tello). El período de tiempo en el que transcurre la historia se sitúa entre el final de un tórrido verano y principios de un frío otoño. Las imágenes pertenecientes al verano nos recuerdan el clima de "La Ciénaga", de Lucrecia Martel, otra obra donde aparentemente no pasaba nada, pero que tenía pretensiones más concretas que ésta, por el calor reinante, el clima pegajoso, el amontonamiento de cuerpos entre la promiscuidad y el abandono... Aquí sucede lo mismo. Las tres hermanas parecen vegetar en ese tiempo sin compromisos, tiradas en la cama, refrescándose con un ventilador o mirando la televisión. No importa que Sofía vaya a la facultad a estudiar diseño ni que Violeta haga lo propio con el colegio, la vida transcurre sin el menor de los sobresaltos (lo importante está en el subsuelo, me dirán). Sí, hay una carga de violencia soterrada que terminará por estallar cuando Marina le rompa el celular a martillazos a Sofía o haga añicos el vidrio de la ventana con el mismo martillo, o que Sofía arranque el decorado de su pieza con total desinterés. Una de las hermanas terminará yéndose, tomando un avión junto con "un tipo" y desapareciendo del mapa, otra, Marina se pondrá de novia con su casero Francisco y de la vida de Sofía poco sabemos sólo que va a la facultad vestida muy provocativamente, tal vez se entregue a su profesor y guarde su intimidad bien cerrada con llave tras la puerta de su habitación. Los diálogos son triviales, cortos, monosilábicos, dejan traslucir poco de las habitantes de ese caserón moderno en su concepción pero que es refugio de cosas viejas tradicionales (una radio "Siete mares", una máquina de escribir "Olivetti", un corset modernizado, una computadora de escritorio ya antigua, un tocadiscos en el que escuchan sus discos). Sofía sospecha que Marina es adoptada, porque "no se parece a nadie". Y un buen día la misma Sofía decide poner los muebles en la puerta y ofrecérselos a los cartoneros (todos muebles buenos), para, juntas, re decorar su lugar en el mundo. De lejos llega un CD con una canción escrita e interpretada por Violeta, que emociona a las hermanas y con eso se cierra el film. 
Todo es muy críptico y enigmático en la película de Mumenthaler y no deja mucho espacio para la reflexión. Si alguien tiene otra visión de la película por favor que me la acerque porque me interesaría mucho un debate más amplio. Tal vez sea mi propia cerrazón mental la que me impide aproximarme a una buena obra de arte pero que en este momento no puedo apreciar. Que alguien me convoque para polemizar a ver si logro ampliar mis horizontes.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

1 comentario:

  1. termino de verla... con la misma sensacion que describis aqui.... (me puse a buscar criticas... que sorprendentemente califican muy bien al film....) hasta que me encuentro contigo... querido itebere!!!!!
    Salud

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