sábado, 17 de septiembre de 2016

Mi crítica de "Somos Chilfree (Libres de Hijos)" (Teatro)

Ayer fui a ver esta deliciosa obra y salí agradecido del Paseo La Plaza por haber tocada un tema que me incumbe. No es demasiado frecuente que en el teatro, el cine o la literatura se toque el tema de aquellas parejas que se juntan con la decisión de no ser padres y aquí es el conflicto central de la pieza. Yo me considero un childfree, ya que en el momento en que encuentre mi pareja adecuada no me interesa tener que cargar con la responsabilidad de criar un nuevo ser en este mundo, desvelarme por él y vivir atado a esa relación por el resto de mis días. Puede sonar a cínico, pero el tema es que además "no soporto a los chicos", porque tocan todo, rompen todo, juegan sin parar sin cansarse nunca, son unos subersivos del orden establecido, etc...
Pero hablemos de la obra y no de mí. Unos minutos quiero dedicarle al autor, Matías del Federico, joven autor santafecino que saltó a la fama luego de ganar el concurso "Contar 1" auspiciado por Argentores, la Asociación Argentina de Actores y la Asociación de Empresarios Teatrales. Sin tener en claro que quería escribir teatro, después de haber ganado por la exitosa "Bajo Terapia", que aún se encuentra en cartel y ha trascendido las fronteras de nuestro país hasta los confines más alejados del planeta, se decidió a enfocar su vida de escritor para este lado. Su segunda obra es igual de buena que la primera, y es conveniente que sea representada, como acá, por un grupo de actores solventes, que le puedan sacar todo el jugo posible a dicho texto. Nada sería de la obra si el protagonista (Augusto) no fuera encarnado por Gabriel "Puma" Goity, que sabe bordar a su personaje sacándole carcajadas en cada frase que pronuncia. El trabajo de Goity es irreemplazable, no puede ser pensado en el cuerpo ni en la voz de otro actor, ya que es un verdadero maestro de la comedia. No es tan así el desempeño de Eugenia Tobal, una actriz de telenovelas que no tiene parlamentos de peso cómico en la obra y, esta sí, podría pensarse en el cuerpo de otras actrices. Contemplan el rubro Dennis Smith, como Martín, el hermano abiertamente gay de Florencia (rol que por otra parte no le cuesta demasiado abordar, no sé si me explico...); Martín Pavlovsky (Federico) otro irreemplazable, como el cínico único amigo de Augusto, que también es un childfree, y su esposa Sonia (Valeria Lorca). Cierra el seleccionado Mariana Melniec, como Nancy, una alumna-paciente de Flor, que se conecta la mayor parte de la obra por skype y la vemos detrás de una pantalla blanca. Es extraño que ahora todos digan "hay que prestarle atención a esa chica", cuando lo remarqué yo  hace muchos años cuando encarnaba a la monjita joven e ingenua de "La Duda", pieza que hizo junto a Gabriela Toscano y Fabián Vena. Allí ya desplegaba unas dotes actorales insoslayables y ahora la tenemos como una recién llegada.
La pieza comienza el día del cumpleaños N° 50 de Augusto, un tipo que odia los cumpleaños, los regalos, los invitados y las reuniones. Como así es su pacto con Flor de no tener nunca un hijo. Lo que no sabe es lo que sabemos nosotros como público: que desde el primer minuto, Florencia está embarazada... Así se juntan a comer (en el suelo, porque su esposa es una gurú de la vida sana y ofrece semillas de girasol y pasas como parte central del menú) Augusto con Flor, Martín y Federico. Federico, un intelectual snob le regala su último libro "Chilfree" con el que sienta su postura en la vida, y del que pueden hacer chistes juntos. Martín, en cambio, que está de novio con un joven inventor, le regala la "lapidaria", especie de lápida triangular, en dónde puede grabar con su voz o en video mensajes para los que vayan a visitarlo a su tumba después de muerto. Por supuesto que el regalo de Martín es tomado a la chacota por Augusto, quien graba toda clase de mensajes peyorativos. Martín sabe lo del embarazo de su hermana y está a punto de decirlo durante toda la reunión, pero finalmente opta por contar que él y su pareja han decidido adoptar un hijo, lo cual es tomado con sorna por Augusto y Federico. Hablan de la cantidad de pañales que hay que cambiar, más la cantidad de caca que va a hacer el bebé, sumado a no dejar dormir en toda la noche y las desventuras de padres y madres que trabajan todo el día y mandan a su hijo a un colegio inglés, en dónde va a buscarlo una niñera también inglesa y las palabras en ese idioma que les dirige su retoño. Mientras, desde la pantalla del skype se comunica Nancy, quien tiene un ataque de pánico y Flor le repite los tontos ejercicios de relajación y de respiración diafragmática...
Pero la bomba no puede tardar mucho en tirarse y al fin Augusto se entera que su esposa está embarazada. Allí se le viene todo su mundo al suelo y elige como opciones, a) un aborto y b) que Flor se mude de casa, las cuales son rechazadas por la futura madre. Después de tratar de convencerla que no tengan ese hijo y de decirle que lo ha decepcionado y defraudado en su buena fe, decide irse él de la casa. Entremedio suceden miles de graciosas peripecias lo que le da más substancia a la obra, pero el conflicto es claro: Florencia quiere tener a su hijo, Augusto no quiere tenerlo. Dos fuerzas que se contraponen y tiran cada una para un lado contrario. Esa es la definición de conflicto.
Pero como la procesión va por dentro... Un día en que hay que internar a Flor porque tuvo unas pérdidas y estuvo a punto de perder a su hijo, acompañada por Augusto al sanatorio, éste se pone a llorar desconsoladamente ante la idea de perder a su vástago. Juntos entonces deciden tirar para adelante y es así que Florencia se convierte en mamá (que no puede dormir) y en Augusto en un padre celosísimo del amor por su hijo. Cuando todos concurren a visitarlo él despliega una cinta de no acceso en la puerta del dormitorio y les hace enjuagarse a todos las manos con alcohol en gel, que lleva prendido a la cintura. Cuando se acerquen para ver al bebé él repartirá barbijos para que no puedan contagiarlo de nada. Pero como el teatro refleja a la vida (y no la vida a la mala televisión, como decía Woody Allen en "Maridos y Esposas"), el final de la obra va a ser agrio y nos deja a todos con un sabor amargo en la boca.
La obra dura uno hora y media cortísima, pasa como una exhalación, como pasan las cosas buenas cuando estamos realmente disfrutándolas. La labor de dirección corrió acá por doble mano, la de Marcos Carnevale y Mauricio Dayub. La marcación es perfecta y no deja casi ningún resquicio para hacer una crítica en contra de la obra ni de la puesta. La obra es alegre, divertida al mango, tiene buen timming y un grupo de actores que se apoyan en todo momento para divertirse los unos con los otros. Y hacer que el público participe de la fiesta. Pero se ponen en juego varios interrogantes: ¿hasta dónde llega la libertad individual para llevar una vida a gusto? ¿debemos aceptar los pactos incuplidos o tomar decisiones extremas ante esto? ¿cuál es la cantidad de gente que no quiere tener hijos -y sé por las redes sociales que es elevadísima-? ¿se extinguirá la raza blanca judeo cristiana ante esta necesidad de tener cada vez menos descendencia frente a otras colectividades como la musulmana, cuyas guerras santas están minando occidente y planean quedarse con él a fuerza de descendencia? Las obras que elige Goity siempre tienen un trasfondo filosófico y personal que invitan a la reflexión más allá de la carcajada. Y resulta gracioso ver al "Puma", renegando de los jugadores de rugby y a sus tontos partidos y elementales reglas de convivencia (él fue un "Puma").
Por todo eso y mucho más recomiendo fervorosamente "Somos Chilfree (Libres de hijos)" a quienes quieran pasar un muy buen momento acompañado de carga emotiva e introspección. Tanto para quienes adoren a los niños como para quienes planifiquen vivir sin ellos.
Y les agradezco haberme leído nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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