sábado, 13 de mayo de 2017

Mi crítica de "She Loves me" (Teatro musical-Broadway)


De nuevo lo hizo Teatrix. Hizo el acto de acercarnos una noble obra de Broadway (calle especializada en musicales de todo tipo), que divierte sin proponerse más que eso. La obra se llama "She Loves me" ("Ella me ama") y dio origen a lo que luego sería la película "Tienes un e-mail", protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan. Está basada en una obra de Miklós László y transcurre en una perfumería de Budapest en 1930 (que vende, además de perfumes, cremas y cosas como una caja de música porta cigarros -que será de vital importancia en la obra-). El libro pertenece a Joe Masteroff, las letras a Sheldon Harnick y la música a Jerry Bock. No habrá ninguna melodía que se nos pegue para después de la función, pero se deja escuchar con agrado, en la mejor tradición de las comedias musicales de Hollywood del período 60/70. Tampoco le pidan a la música la riqueza sonora de Andrew Lloyd Webber ni de (en otro estilo) Stephen Sondhaim. Ni la hondura psicológica en las letras de Bob Fosse o nuestro Pepito. Pero cumple con su cometido que es el de pasar un rato agradable y con no pocos momentos del mejor humor.
Es la típica historia de dos amantes que se conocen sólo por carta y se aman, que cuando están frente a frente (sin saber que son ellos) se odian y después viene el proceso de aprendizaje en el amor, hasta que finalmente se juntan. Ellos son Mrs. Amalia Balash (Laura Benanti) y Mr. Georg Nowak (Zachary Levi). Completan el cuadro el dueño del gran local y dador de su nombre, Zoltan Marazeck (Byron Jennings), otros empleados como Ladislav Sipos (Michael McGrath), Mrs. Ilona Ritter (Jane Krakowski), enamorada de su otro compañero Steven Kodaly (Garin Creel) y el repartidor ascendido a empleado Aspad Laszlo (Rory O'Malley). Todos ellos dirigidos por la astuta mano de  David Horn.
Laura Benanti tiene un buen registro de soprano, con un timbre agudo y agradable, más en la línea de una Julie Andrews que de Sarah Brightman. Los demás cantantes-actores tienen voces buenas o potentes pero no merece destacarse ninguna. Hay un buen número en un café nocturno de Budapest en el que se lucen excelentes bailarines. La comedia, como dijimos transita los cánones normales de toda obra de ese género que se precie y así como hay una heroína encubierta, también está su contracara en la figura de Ilona.
Amalia manda cartas de amor a su "amigo desconocido", de quien no tiene descripción física ni una foto siquiera, y ven que concuerdan en todos sus gustos literarios, musicales, pictóricos, etc. Claro que él le miente un poquito, ya que no sabe nada de esos temas. Es el bueno de Georg, más entusiasmado en conocer una chica que en sincerarse. Cuando el azar los reúne en la perfumería (en realidad Amalia se hace contratar a la fuerza, por el peso de los hechos como buena vendedora), se odian al instante, sin otro motivo que el de el cruce de palabras desagradables. Cuando por fin concretan una cita, en el café nocturno, él se presenta sin dar crédito a sus ojos: que su amada y deseada mujer no es otra que Amalia. Se acerca a la mesa intentando el diálogo (lo que se vuelve muy espinoso) sin darse a conocer como "amigo desconocido" y al parecer arruinándole la fiesta a ella. Al día siguiente ella dará parte de enferma y Greg, movido por el amor que se impone sentir por la destinataria de sus cartas, se presenta en su casa llevándole helado de vainilla que ella devora con una avidez envidiable. Allí comienza lo que podríamos llamar "historia de amor", con avances y retrocesos por parte de ambos y un gentil cosquilleo en las entrañas de los dos personajes.
Hasta que llega el ansiado encuentro. Amalia ya ha trabado confianza con Georg y le pide que asista a la entrevista como mediador y él le recita párrafos de una carta que ella le escribiera. Se dan cuenta que son ellos y que en realidad se aman. Beso. Y final. Es la noche de Navidad, todo está preparado para el gran encuentro.
Está llevada con solidez y las actuaciones son convincentes (¡bravo por la desorientada Ilona Ritter!) y las canciones son agradables y la escenografía, fastuosa, reproduce en distintos momentos el exterior e interior de la lujosa tienda, así como momentos del café en Budapest o del cuarto de Amalia. Merece un 10 la parte escenográfica que se modifica con total prontitud montada en un aparejo móvil.
Lo que quiere darnos a entender el argumento es que a veces el amor recorre caminos que no son los naturales del encuentro cara a cara de la pareja, destinándonos sorpresas intelectuales y hallándolo allí donde menos se piensa. Un mensaje que, por otra parte, no necesita de las dos horas y cuarto para ser explicitado. ¿Les dije que odio las obras con mensaje? Están más lejos del arte que aquellas sin moraleja. Como decía el viejo Hitchcock "yo los mensajes los mando por correo". Bueno, pero no hay que ponerse más papistas que el Papa, esto es nada más que un sano divertimento. Recomendada para toda la familia, es buena para una tarde de lluvia o de cansancio.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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