Me lo trajo Teatrix... ¡¡¡Qué plomazo!!! Patricio Abadi escribe e interpreta su espectáculo "tragicómico" pero resultan sus 47 minutos (en eso fue atinado) un verdadero calvario. Y la directora Paula Marrón no va a pasar a la inmortalidad por esta obra.Un show pretendidamente cómico sin el menor atisbo de gracia, falto de comicidad para escribirlo y carente de humor para interpretarlo. Alguien debería decirle a este muchacho que el humor no es lo suyo. Pero tiene buen físico y tiene pinta, así que tiene su coro de admiradoras permanentes que sin duda lo apreciarán. Después no hay nada más.
Es la historia de un actor, Remo, que frustrado por no conseguir trabajo, y haber perdido a su mujer y a su hijo quienes se trasladaron a vivir a Londres, de donde es oriunda Charlotte, la ex esposa de Remo, decide montar este espectáculo para conseguir el dinero que lo lleve a la capital inglesa para ver a su hijo. Pero la letanía del hijo parece dedicada a un hijo muerto, hay pesadez en sus palabras, en sus monólogos respecto al hijo, y cuando digo pesadez no quiero decir drama ni tragedia, sino aburrimiento, no logra generar la empatía que nos haga sentir pena por el pequeño Phillip ausente. Y es que él no sabe comunicar, no sabe transmitir ningún sentimiento, es más expresiva la tortuga que trabaja con él, Artaud (en franca alusión a Antonin Artaud), que hasta en un descuido se hace pis en escena, logrando un involuntario efecto cómico.
Lo que sí que este tipo se transpira la vida en el escenario, y no es que se mueva tanto, debe ser que él tiene el sudor fácil, porque desde la primera escena aparece con todo el pelo mojado y cara y torso transpirados. No es para mí digno de elogio por eso. Lo menos que hubiese esperado es algún tipo de conexión con el espectador, pero se ve que no le da el target para eso.
Los personajes que interpreta son los del actor fracasado, Remo, que quiere que lo contraten de la Royal Academy por su versión de "Hamlet Balboa", el monólogo de Hamlet dicho con la entonación de una pelea de Rocky, según el método Stallone. Cuenta sus inicios como actor, después de ver a un psicólogo amigo que lo hizo elegir entre el karate y el teatro y después que lo molieran a golpes se decantó por el teatro. Se fue a inscribir a la Escuela Nacional de Arte Dramático y fue bochado, por eso hizo un curso con el célebre maestro húngaro Serggo Canoa Quebrada. Y aquí empieza el segundo personaje, al que le pone un poco de entonación. Canoa Quebrada es un profesor que enseña solamente a hacer de malo y enseña a sus alumnos todo lo concerniente al teatro de la crueldad. Le da para leer una lista de libros, todos ellos con nombres siniestros, pero conocidos, que lo transforman en un ávido lector. Cuando están preparando la obra sobre el caníbal le hace arrojarse sobre su "rival"(ya que para el maestro los compañeros eran considerados rivales) y le hace devorarle la carótida. Se burla del término "cuarta pared" y se lo recomienda a Lacan para que estudie semejante incongruencia ya que en vez de haber una construcción de granito que separe el escenario del espectador, debe haber confluencia entre ellos. Unos pocos días después aparecerá muerto a manos de un verdulero con quien ejecutaba un trío erótico. Hasta acá la historia de Serggo Canoa Quebrada (un nombre por demás estúpido).
El tercer personaje (o anti-personaje) es "Trompa de Falopio", el ginecólogo que lo trajo al mundo. En realidad lo habla desde su primera persona y no hay actuación ninguna acá, sólo melancolía, más melancolía. Acá explica que él fue un hijo de la vejez de sus padres, ya que el médico lo tomó como un antidepresivo para su padre, quién estaba pasando por una temporada de bajón. Describe lo poco erótico que debe haber sido el acto amoroso entre esas dos personas avanzadas en edad y la sequía láctea de los pechos de su madre. No hay nada más.
El cuarto personaje es "Chuker", el cantante edulcorado, quien se presenta con "Amor pirata" el célebre tema del Paz Martínez y él se limita a desempolvar a su tortuga para acompañarlo en escena (¿?) y a decir dos "poemas" ¿cómicos?. Y finaliza con una espantosa versión del célebre monólogo de "Hamlet" ("To be or not to be") en versión de Rocky Balboa. Para eso se disfraza de boxeador y se sube a una escalera para decir el texto en inglés con la célebre cara de piedra de Rocky. Cuenta unas anécdotas más con su hijo y su afición a la bebida (confirmado por la cerveza con que termina tomando, su show) y nutridos aplausos le responden, en un público casi totalmente poblado por mujeres. Es que en la vida todo es la pinta, ¿vio?, del talento no me acuerdo.
Así se pasan estos interminables 47 minutos de un actor de por sí anodino. Como dijera Bergman: "El resto es silencio".
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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