Debió haber estado en un muy buen día el director Manuel González Gil cuando se le ocurrió el plantel de figuras a convocar para montar "Entre Telones", a saber: Fabián Gianola, Georgina Barbarossa, Darío Lopilato, Omar Calicchio, Ana Acosta, Sabrina Artaza, Vanesa Butera, Chichilo Viale y Facundo Gambandé. Es una extraordinaria comedia, "Entre Telones", debemos decirlo, yo lo pasé extraordinariamente bien y no sólo por haber disfrutado de su versión cinematográfica "Silencio... se enreda", de Peter Bogdanovich, protagonizada por Michael Caine, Carol Burnett, Chritopher Reeve, Nicole Sheridian, Denholm Elliot y otros, sino porque este "vodeville de puertas", de Michael Frayn está montada a todo trapo y sin fisuras sino porque su guión es extraordinariamente original.
Estamos en una "meta-obra" ya que se trata de una obra de teatro dentro de otra obra de teatro. La excusa del enredo es que una compañía de actores está ensayando una comedia barata llamada "Desnudos en el Country" a poco menos de 24 horas de su estreno y con miles cosas por ajustar. Las entradas y salidas son muchas, así como el juego de puertas que se abren y se cierran dando entrada y salida a los personajes, y las dudas metafísicas sobre el por qué hacen lo que hacen los personajes se juntan a la hora del estreno por parte de unos actores del Método, que deben justificar cada movimiento que hacen. Todos son guiados por mano férrea por ese despótico director (Mauricio), que interpreta Fabián Gianola -sin los matices y dobleces que supo imprimirle Michael Caine-, personaje que, vamos sabiéndolo a medida que avanza la obra, tiene amoríos con Barby, la estrellita joven y suculenta del elenco (una hermosa y bellamente expuesta Sabrina Artaza) sino que a la vez ha dejado embarazada a la asistente de dirección Poppy (la querible Vanesa Butera, siempre efectiva). Barby interpreta junto a Darío Lopilato a la pareja joven que viene a utilizar la casa que sus dueños dejaron para aislarse en Miami por las deudas contraídas con la AFIP, como nidito de amor. Lo que no saben es que ahí se van a encontrar con la señora Crackett, la empleada de la casa (interpretada por Doris, una brillante y algo atolondrada Georgina Barbarossa).
A esto se suma que los dueños verdaderos de la casa, han vuelto a escondidas de Miami para emplear también la casa como refugio amoroso, ellos son Federico (Omar Calicchio) y la actriz que hace de su esposa (Ana Acosta) (¡Ay esos programas de mano sin el nombre de los actores junto a su personaje!). Y de un ladrón de poca monta que se le ocurre vaciar esa casa desocupada justo cuando todos se encuentran allí, el borracho empedernido Carlos Sheldon (Chichilo Viale, en una actuación que se lleva las palmas). A todo esto debemos agregar otro asistente, siempre dispuesto a reemplazar al actor que falte y con pocas horas de sueño, Tipi, un desconocido (al menos por mí) Facundo Gambandé.
Así planteado parece todo muy sencillo. Pero los parlamentos se enredan, se superponen al faltar experiencia para un ensayo técnico y un ensayo general que, debido a la falta de tiempo, se hará en la primera función del día siguiente, destinada a jubilados, y, por supuesto, con público. Cada actor exige sus fundamentos de acción, los romances también se superponen (Doris sale con el actor joven que encarna Lopilato, cuando podría ser su abuela, dicen las malas lenguas), y pasa de todo en el ensayo técnico, desde una lente de contacto que vuela desde el ojo de Barby a algún rincón del suelo hasta los pantalones caídos de Fede que no logra levantar por tener sus manos ocupadas y le impiden presentarse como jeque árabe. También ha desaparecido el borrachín, y hacen que lo busque ¡la policía!, cuando en realidad estaba durmiendo entre las butacas. Por supuesto que entrará a destiempo. Hasta acá las risas acumuladas son bastantes y nos hace replantear la cara interna de un plantel de trabajo (en este caso teatral), loa amores, celos , envidias por cartel, desavenencias y demás desplantes que pueden llevar a arruinar una función de estreno.
Pero hay más, la segunda parte será con el escenario dado vuelta, sí, estamos entre bambalinas y vemos el detrás de la escenografía y todo el runrun que hay entre los actores en el momento del estreno. Fede ha sido divorciado por su mujer y tenía todo preparado para pasar la noche en la casa de su partenaire (Ana Acosta), pero en cambio lo hace en casa de Doris, con quien parece que se ha "entendido". Esto deja fuera del juego a Lopilato. Y por eso a la hora de estrenar, tanto Doris como Lopilato están encerrados cada uno en su camarín sin querer salir a actuar. Cuando lo hagan y empiece la obra todo será un equilibrado montaje de una carrera de Fórmula 1 tomada desde detrás de la escena y con golpes, portazos, tiradas de almohadones, caídas y piquetes de Lopilato hacia Fede y viceversa. Más las flores y el whisky que Mauricio ha comprado para agasajar a Barby, que pasan de mano en mano hasta caer la peligrosa bebida en manos del beodo. La catarata de risas que desatan es imparable y la precisión, desenfrenada y exacta. Tenemos que pensar que las puertas deben abrirse y cerrarse todas con prodigiosa exactitud, mientras detrás del escenario se desata la batalla campal. Sí, estamos en pleno terreno del slapstick, pero a diferencia de en "Como el culo..." aquí sí funciona.
Es de lamentar que no haya un tercer acto, como en la película, donde se terminaban de anudar todos los conflictos (Mauricio y Poppy se prometían en casamiento, por ejemplo), pero bueno, la duración y la falta de elipsis cinematográfica lo requerían así. Hablar de los actores es de por sí redundante: Fabián Gianola está muy enojado y sabe gritar su enojo, aunque es uno de los que menos pulido tiene su papel, Barbarossa, como siempre impone su presencia en el escenario y resulta muy simpática, Darío Lopilato, que nunca fue santo de mi devoción debo reconocer que hace acá un gran papel, si bien no deja de ser el joven que es, actúa con solvencia y seguridad mientras que Sabrina Artaza impone su físico joven y bien torneado y hace de su chica tonta una verdadera creación. Ana Acosta sorprende por un trabajo de voz en falsete muy acorde a su personaje, y Calicchio se destaca por su voz bien impuesta de cantante que es y su gracia para la comedia. Vanesa Butera sorprende por su desparpajo y hace muy entrañable su personaje, mientras que Chichilo Viale se destaca en ese borracho que le gana por lejos al que interpretara Denholm Elliot, acá con su acento y gracia cordobesa a flor de piel.
Una vez más la labor de Manuel González Gil ha sido impecable y supo llevar a buen puerto esta obra complicadísima como mecanismo de relojería que es, y es una verdadera lástima que la obra no esté teniendo el éxito que se merece (ayer trabajó a un tercio de sala). Por favor, corran a verla porque lo van a pasar bomba. Recuerden mi consejo y no se van a arrepentir.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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