Anoche vi la que para mí fue la última gran obra del año, ya que la cartera porteña entra en receso durante diciembre. Se trata de "Cae la Noche Tropical", en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Se trata de una versión teatral de la última novela del argentino Manuel Puig, radicado en Brasil, y esta obra transcurre precisamente en Río de Janeiro y establece una conexión con Buenos Aires. Vamos a hablar un instante del inmenso trabajo de las dos actrices protagónicas y del director: Leonor Manso e Ingrid Pellicori en la actuación y Pablo Messiez en la dirección. La labor interpretativa es realmente superlativa, componiendo ambas actrices a dos ancianas de 80 y pico de años con una exactitud, un trabajo minucioso de mímesis admirable, que ronda en la perfección. A Leonor Manso ya le conocíamos este personaje zezeoso y apocado porque es similar al que desplegó en la miniserie "Farsantes" (emitida por canal 13), pero aún así es un lujo verla en escena con esta composición tan querible. Ingrid Pellicori sin duda sorprende aún más, por el hecho de ser más joven y porque su juego es inédito (aún accidentada, tuvo que trabajar en silla de ruedas y con una pierna enyesada, lo que le limitaba los movimientos). Las dos hacen las delicias de la platea con sus charlas y comentarios, siempre ocurrentes y disparatados, que evocan a la gracia. La tercer intérprete, Fernanda Orazi, resulta muy correcta y dueña de la situación, cuando le toca su parte. La dirección, impecable de Messiez, ahonda en los conflictos de estas dos viejitas y en sus manías y costumbres, como así en sus formas de hablar y de moverse de una manera eficaz y solvente, hay que prestarle mucha atención porque se revela como un director de alto vuelo. La adaptación de la novela fue obra del propio director en sintonía con Santiago Loza, toda una garantía en el buen decir y en la prolijidad teatral. En suma, un espectáculo digno de recomendar y de visión imperdible.
Otras amigas que la habían visto antes me habían advertido: "Te vas a reír tanto que te vas a descomponer". Yo me reí, es cierto, pero la obra no es el bili birloque que me adelantaban sino una reflexión profunda y sincera, por ratos risible, por ratos dramática, sobre los problemas y sinsabores de la vejez y de los amores no correspondidos (en la piel del personaje más joven). Nada que ver con, por ejemplo, la catarata de risas que provoca "Sin filtro". La pieza transcurre en Río de Janeiro, en donde vive Luci (Pellicori), hermana de Nidia (Manso), quien la visita en su casa, venida de la Argentina (Luci es una especie de exiliada en ese país, también proveniente de Buenos Aires) y disfrutan juntas del gozoso jardín lleno de macetas y flores multicolores. Pero la estancia de las dos hermanas sería muy aburrida sino tuvieran como tema de conversación la vida y obra de la vecina de arriba, Silvia (Orzai), psicoanalista también emigrada de la Argentina, ésta por una amenaza de la Triple A en tiempos de Isabel Perón. Se nota que la vida de las dos ancianas está muy vacía, ya que deben recurrir a todos los chismes referidos a la vecina para alegrar sus tardes, puntuadas con la constante referencia de Nidia a su marido e hijas muertos, recordándolos con profunda congoja, lo que sería unatragedia sino fuese porque por su repetición y obsesión con los muertos se transforma en material jocundo. Más allá de eso y de visitar contínuamente la heladera, Nidia no sabe hacer otra cosa que quejarse, sobre todo de todo lo que no le está permitido comer a causa de su alta presión. Luci es su marco de contención y de referencia. La vida de las dos ancianas se completa con un hijo que le quedó vivo, en Buenos Aires, por parte de Nidia, y dos hijos por la de Luci, uno que vive a unas cuadras y otro que por su trabajo, se ha instalado en Lucerna, Suiza, a dónde finalmente irá a vivir (y a morir) ella.
Los corrillos en torno a la vecina Silvia se versan en cuanto a sus amores, los presentes, con un brasileño de nombre Ferreira (sí, con "i" latina) y uno pasado con un mexicano llamado Avilés, cuya mirada, el nuevo le hizo recordar, de ahí el flechazo. Las dos viejitas tienen algo de Clarita y Rosarito, las dos inolvidables ancianas creadas por Núñez Cortés y Maronna, de Les Luthiers, sobre todo por su afición a la muerte y a los chismes. Pero siguiendo con Silvia, a sus 46 años y después de haberse formado como psicoanalista talentosa, no tiene su vida sentimental resuelta, y se aferra como tabla de salvación a ese Ferreira, calvo y panzón que la cautivó, por creerse a salvo en sus relaciones. Luci le cuenta a NIdia cómo inició el romance, cómo lo esperaba en su casa, en donde "se consumó el acto" -para regocijo de NIdia- y en su invitación a una isla paradisíaca en donde se celebraba un congreso de psicología ("Psicología de las Masas", cree Luci que se llamaba, algo de los comunistas...) en donde corrió ella con todos los gastos porque el tipo era un tirado de aquellos. Y en donde, ante sus propios ojos lo vio engañarla con una colega brasileña. Después de eso no volvió a verlo. Es por eso, que de tanto esperar que suene el teléfono y de haberlo puesto todo en la relación, hasta el punto de resultar absorbente y sofocante, Silvia intenta suicidarse tomando pastillas. Intento de suicidio que le sale mal y del que pronto logra reponerse.
Pero entretanto Luci viaja a Lucerna para encontrarse con su hijo y le escribe a Nidia, quien se queda cuidándole las plantas en Río, unas cartas muy sentidas, a las que ella responde con mensajes grabados en un viejo grabadorcito que le regaló Silvia. Pero quiere el hado que en la tierra suiza, Luci muera. Se lo comunica el hijo por carta a Silvia, con la prescripción de que no le diga nada a Nidia, quien sigue esperando y desconfiando de que su sobrino no le quiere pasar el teléfono con su hermana. Al final le dirán que el departamento está en alquiler, para obligarla que vuelva a su país, aún sin saber nada de la (mala)suerte que corrió su hermana. Aún así, y a pesar de que su hijo la reclama en la Argentina de la democracia, Nidia quiere alquilar el departamento de su hermana. Finalmente logran convencerla de que parta, y ya en Buenos Aires se convierte en una viejita oscura, sin vida, anclada en el pasado y rememorando los días del clima del Brasil... al que sin duda volverá...
La obra, como dije antes, está sembrada por momentos cómicos, sobre todo en los apuntes sobre la profesión de los psicólogos y en la vida sentimental de ésta en particular, y otros melancólicos, pero siempre acompañada por el buen gusto y la corrección en el decir y por la irrefrenable verborragia de las dos ancianas, quienes dan una lección de vida, ante todo, y de como afrontar las adversidades que nos tocan vivir. Una gran obra, a la que se le puede criticar su estática en los desplazamientos (casi todo el diálogo ocurre sentadas en unas sillas o alrededor de la mesa) (puede que eso tenga que ver con la inmovilidad de la enyesada Pellicori), pero las dos horas que dura el espectáculo se vuelven largas, aunque uno salga renovado de verla. La recomiendo ampliamente, corran a verla porque ya baja de cartel, y esta sí, definitivamente. Difícilmente estemos ante otro hecho teatral como este por mucho tiempo, así que aprovechen, además las entradas son económicas (un cuarto de lo que valen otros espectáculos). Para no dejar pasar.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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