jueves, 20 de diciembre de 2018

Mi crítica de "El Instante más Oscuro" (Cine)

"El Instante más Oscuro", de Joe Wright es una película cerrada sobre sí misma, que se muerde la cola, pues sólo se encarga de retratar la vida política de Winston Churchill, desde que es elegido Primer Ministro y durante todo su desempeño en tiempo de guerra, hasta que proclama hostilidades a Alemania. Digamos que como retrato humano es valioso y que sólo se abre hacia el exterior en la escena en que Churchill decide tomar el subte y establecer vínculos  con la gente del pueblo y pedir su opinión sobre la contienda. Sino permanece encasillado a la casa y las oficinas del Primer Ministro Conservador sin salir de ese microclima. Es justo remarcar también que la interpretación de Gary Oldman como ese Churchill gordo y avejentado, preso de sus vacilaciones y atormentado por sus decisiones, corta el aliento y es muy merecido el Oscar a Mejor Actor que se le otorgó este año por este papel. Sus miradas perfectas, su respiración exacta, su ira explota en los momentos correctos y todo es un combo de virtuosismo. Que el premio corresponde también a los maquilladores, que supieron crear la caracterización exacta. Y es justo recordar las palabras de su ex-mujer en el momento de su premiación: "Se ha premiado a un gran artista, pero también a un gran abusador". Puede que esto sea cierto -qué duda cabe- pero lo que se está celebrando en esta ocasión es al hombre como actor, separándolo de su contexto familiar, íntimo y morboso.
Está también la siempre correcta Kristin Scott-Thomas, aquí como Clemmie, su esposa, algo envejecida y teñida de rubio. Y está la gran revelación del año, Lily James, como otro puntal -aún más importante que su esposa-, la Srta Layton, su secretaria, quien palpita cada respiración, cada titubeo, cada desvarío de Churchill haciéndolos propios.
Winston desayuna cada mañana con un vaso cargado de whisky, panceta, huevos fritos y su infaltable cigarro, a los que somete su "mala salud de hierro" Es icónico ya verlo con su puro y su vaso de whisky.
El 9 de mayo de 1940 Neville Chamberlaine es obligado a renunciar a su cargo en el Parlamento por su inútil desempeño ante la guerra. Se baraja el nombre de lord Halifax para sucederlo, pero finalmente el cargo cae en manos del más temido: Winston Churchill, con un currículum desastroso, hasta el mismísimo Rey George IV (Ben Mendelsohn) pone en duda el nombramiento. El primer discurso es ya clásico, donde dice que no tiene nada que prometerle al pueblo inglés pero que les va a pedir "sangre, sudor y lágrimas". Traba relación con Francia, quien está en peligro de caer en manos de Germania y al final sucumbe. Pero Winston es optimista ante la guerra: "Estamos ganando", le dice a su pueblo, mintiendo a sabiendas, en un comunicado radial, lo que nos recuerda mucho a nuestro Galtieri en la lucha por las Malvinas. Será artífice del clásico gesto de la "V" de la victoria, que en nuestros pagos se lo ha adueñado un movimiento al que le sirvió para decir "vuelve" (y del que Pinti ha dicho irónica y sabiamente: "esos dedos ponelos en el enchufe"). Allá su secretaria le informa que en la clase baja ese gesto simboliza "andate a la mierda", lo que le provoca un ataque de risa al cabrón de Churchill.
Pero la situación se agrava cuando los únicos puertos libres que quedan en Francia son Calais y Dunkerque, donde están apostados más de 30.000 soldados ingleses, y sobre los que se dirige Alemania. Él opina que se sacrifiquen 4.000 soldados en Dunkerque para distraer a los germanos y permitir la huída de los 30.000 que restan, lo cual lo pone en contra de todo su gabinete. Es más, se le ofrece una tentativa de paz de mano de Musolini, para que Alemania imponga sus condiciones con tal de no atacar Gran Bretaña. Pero Churchill es reacio a aceptar ese camino y lo enemista más con los suyos.
Cuando su esposa le dice que le han declarado la quiebra, éste se encoleriza, y es capaz de mirar y ver realmente por primera vez a su secretaria cuando le descubre el retrato de un muchacho sobre el escritorio, de quien él le pregunta si es su novio. Esta contesta que es su hermano, que se trasladaba en una misión militar hacia Dunkerque y que nunca llegó, y se le resbalan un par de lágrimas.
Pero el eje de la película está puesto sobre la petición de paz que otorga el gobierno italiano y que Churchill se debate entre aceptar o no. Y es allí cuando el rey le ofrece su apoyo incondicional y le pide que escuche a su pueblo. Entonces Winston escapa de su auto con chofer y se refugia en el subterráneo, algo que nunca en su vida había logrado hacer y le pregunta a una niña cuál es la combinación que debe hacer para llegar a destino. La situación del subte es la única que tiene un poco de humor y le da una bocanada de aire fresco a la película. Todos en el vagón se sorprenden de ver al Primer Ministro viajando, como un ciudadano más y todos le ofrecen el asiento. Así es que Churchill va a tantear entre la gente de su pueblo qué harían en caso de guerra y si están de acuerdo con negociar la paz. Todos y cada uno le confirman que si son invadidos saldrán a luchar a las calles y que de ninguna manera hay que firmar el tratado con HItler. Toma nombres y apellidos de cada uno y le sorprende la reacción de una niña que le dice que no al armisticio.
Cuando por fin llega a la Cámara de los Lores se reúne por primera vez con sus ministros y expone vehementemente que no firmará la paz, lo cual es aplaudido por la mayoría en su conjunto. Sólo Chamberlaine y Halifax están resentidos. Pero allí la tiene ala fiel srta. Layton que lo aplaude con entusiasmo. La película termina en esta escena y algunos intertítulos nos informan que cinco años más tarde, con la ayuda de los Aliados, lograron imponerse contra Alemania, y que al término de la guerra, Churchill no fue reelegido. Una frase, dentro de las jocosas que dice en el film quedó como para la mesa de Mirtha: "No me interrumpa mientras lo estoy interrumpiendo".
Gran labor del director Joe Wright que supo darle el tono claustrofóbico y bélico a una película que transcurre durante la 2° Guerra Mundial y de nuevo subrayo el inmenso aporte de los actores.
Un buen ejemplo de lo que el cine oscarizado nos puede brindar en buena ley.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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