Ayer domingo, en el día de su última función (por lo menos en el Maipo, ya que ahora pasa al Metropolitan Sura), fui a ver este maravilloso musical con libro de James Kirkwood y Nicholas Dante, música de Marvin Hamlisch y letras de Edward Kleban. Es una puesta (y apuesta) imponente por donde se la mire de Ricky Pashkus en la dirección y de todo un elencazo de quince artistas todos a la par de talentosos. La obra duró mucho tiempo en Broadway y se hizo película, allá por 1985 con la osada dirección de Sir Richard Attenborough ("Gandhi"). Lo que más resalta de esta obra es la valiosa y pegadiza música de Hamlisch, el músico de películas muerto en el 2013 a los 68 años de edad con todavía una promisoria carrera por delante. Hamlisch fue el autor además de temas musicales como "Mirando con los ojos del amor", de "Castillos de Hielo", la banda de sonido y canción de "Nuestros años felices", el también musical "Están tocando nuestra canción" y la adaptación y partitura de "El Golpe", además de dos incursiones con el primerizo Woody Allen: "Robó, Huyó y lo Pescaron" y "Bananas". Con todos estos lauros (y varios Oscars) en su haber, no podía defraudar con este musical. Compuso además la música para varias presentaciones de los premios Oscars y Tonny y para muchas otras películas y series. Se trata de uno de los grandes músicos contemporáneos norteamericanos. Su tema "One" del presente musical resuena en todos los oídos y es una fiesta de celebración a esa línea del coro que mencionamos.
Sí, porque lo que buscan los 13 aspirantes a bailarines y cantantes es nada más que eso, integrar la línea del coro; nadie quiere ser primera figura ni cortarse solo, saben que están allí para servir de soporte a sus compañeros y van a matar por quedarse con el papel. Como toda obra de muchos personajes protagónicos (y casi todos los musicales lo son), hay muy poco tiempo para el lucimiento de cada uno, pero lo que acá hacen en conjunto, es francamente impresionante. Los bailes y canciones ejecutados por todo el grupo son de una coordinación, una ejecución y una perfección casi ideal. Cuando salen a hacer el saludo final y todos interpretan "One" en trajes de luces se viene el teatro abajo, no sólo por el altísimo volumen que ponen a la canción sino al clamor del público que se desgrana en aplausos y en "bravos" (yo entre ellos). Pero para llegar a este final debió pasarse por una dura selección en donde cada uno debió mostrar su lado más oculto, mostrar sus miedos, sus esperanzas, sus aciertos y fracasos. Hay canciones solistas y otras en conjunto de a tres o más, pero todas con muy bellas melodías y ya familiares para los amantes de los musicales. Las letras no son muy inspiradas, pero lo que brilla es la música.
Está el director, el que va a seleccionar quién queda y quién se va, ese Zach con voz de locutor de radio o de terapeuta, calmo y paciente, que está allí para sacar lo mejor de cada uno (Martín Ruíz), está el director de escena, Larry, al que Gustavo Wons le presta toda su presencia sobre el escenario de musicales, cada vez más mimetizado con Bob Fosse, a quien admira sin duda. Además fue el coreógrafo de la puesta, y se lució. También hay una prima donna de otros tiempos, que ahora se rebaja y lucha por ganar un puesto en la línea del coro, ex amante además de Zach, con quien tiene un diálogo intimista a solas, Cassie (la gran Laura Conforte). Esta actriz de musicales no se especializaba hasta ahora en danza (fue protagonista de "La Novicia Rebelde" y "Casi Normales", entre otros éxitos) y hace un despliegue majestuoso bailando sola frente a los espejos que devuelven su imagen deformada, ya que son espejos convexos. También se luce Sofía Pachano, en su Val. Otros trabajos interesantes son el de Jessica Abouchain en su Sheila, una bailarina y cantante veterana (tiene más de 30) y con un físico monumental que no duda en exhibir y que se plantea a cada paso si no será esta la última presentación que haga pues ya está al borde de terminar su carrera (el mundo del baile es implacable), de gran presencia escénica e imponente ésta Jessica. Está también Mariu Fernández (la "youtuber" de "Re loca") en su Diana Morales, tan despistada como buena cantante y bailarina. Repetimos, el nivel es homogéneo y todos tienen su parte de lucimiento. No faltan los bailarines gay, los latinos, los itálicos, y toda una fáuna que expone sus rarezas.
Lo que constituye la trama de "A Chorus Line" es o puede parecer intrascendente. Es simplemente una selección de bailarines en una presentación para pasar a formar la línea del coro de un musical. Tal vez la prueba tan esperada para algunos, la decisiva para otros, la última para alguien más. Para todos es imprescindible estar parado en el escenario como sostén para otro gran cantante. Pero lo que marca la diferencia es la fuerza y la vibración que le pone cada uno a su personaje, aquello que en "Coronado de Gloria" criticaba como dañino, acá ejerce todo lo contrario. Es indispensable para lograr ese papel, bailar bien, cantar súper bien, sonreír hasta último momento y no dejar traslucir el cansancio. La prueba es larga y los nervios no resisten, hasta habrá algún accidentado por obra de los meniscos, pero todo se resolverá de la mejor manera: saliendo todos a cantar y bailar al final, aunque la mayoría hayan sido descartados. Acá no son un simple número, se presenta cada uno con su nombre verdadero, su seudónimo artístico y su edad (la verdadera). Habrá quienes estén disconformes con su cuerpo, quienes se hayan operado para evitar ser malmirados y quienes ostentan de uno perfecto. Pero lo que todos saben hacer y a la perfección es bailar, cantar y actuar. No nos podemos quejar en esos rubros, que son los imprescindibles para un espectáculo como este, todos logran su cometido y lo hacen de la mano de canciones muy hermosas y bien ejecutadas. La orquesta del foso también se luce y si bien en el programa de mano no constan los nombres de sus integrantes es justo recordarlos.
Hay quienes presenten problemas raciales, otros sexuales, de identidad o de transgénero, pero todos con una carga humana y afectiva que los hace queribles, esto en el orden de los varones, en las chicas se presentan más los problemas físicos, habrá quién se queje de ser muy petisa, otra de sus lolas, otra de su físico poco agraciado y de las operaciones por las que debió cambiar, y hasta por algún síntoma de deterioro y vejez para la danza. Pero todos son profundamente humanos, con sus falencias, sus problemas familiares, sus envidias, celos, frustraciones y quejas. Y el director está allí para contenerlos. Y detrás de ese director está el gran Ricky Pashkus, que debió hacer otro tanto con su elenco, como para mostrar que sabía conducir un gran ejército y prepararlo para la batalla.
En la función final en el Maipo hubo lágrimas y rosas arrojadas desde los palcos. Todo se engalanó en una gran noche de fiesta, con sus emociones y triunfo del elenco. Ojalá haya más "A Chorus Line" por mucho tiempo, ahora en sala nueva. Me encantó.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
No hay comentarios:
Publicar un comentario