martes, 5 de marzo de 2019

Mi crítica de "El Amor menos Pensado" (Cine)

La ruptura de la pareja debe ser uno de los temas más transitados en el cine y uno de los más dolorosos para la vida de cualquier ser humano civilizado. Es lo que les pasa a Ana (Mercedes Morán) y Marcos (Ricardo Darín), después de estar casados 25 años y haber criado a un hijo, Luciano, que comienza la película yéndose a estudiar a España, lo que provoca el primer cimbronazo existencial para los padres, el "síndrome del nido vacío" y todo lo que eso conlleva. Pero él se ha establecido bien en el Viejo Continente, compartiendo habitación con una chica vietanmita de quien pronto se enamorará. Marcos es profesor de literatura latinoamericana en la universidad y Ana en psicóloga que trabaja supervisando entrevistas de amas de casa aburridas, por ejemplo. Marcos es el subversivo de la familia, un escritor revolucionario siempre unido a la causa del pueblo y a los movimientos sociales, pero en realidad -como se lo echa en cara Celia, su última pareja (Andrea Pietra)-, es un amante del status quo, un tipo ordenado y obsesivo que anula cualquier posibilidad de cambio. Aunque se muestre feliz de la vida que su hijo, en peregrinaje por VIetnam se instale en casa de una familia marxista, comunista y maoista. Ana es más relajada, pero su vida hace un click cuando piense para qué acumulan tantas cosas: sillas, muebles, sillones, máscaras tribales, tazas... Que sería un pensamiento más acorde en Marcos, primer entusiasta de juntar cosas.
La pareja de ellos dos parece funcionar a las mil maravillas, no discuten, se comprenden, se llevan bien, y cuando él le pregunta a su mujer qué siente por él, ella le contesta que se siente contenida, amada, protegida, respetada y él otro tanto. Pero parece que todo eso no alcanza, por lo menos es la conclusión a la que llegan después de haber asistido al cumpleaños número 55 de Edi (Luis Rubio), casado con Lili (Claudia Fontán), pareja íntima de ellos dos, que se declaran mutuamente su amor y que ostentan comprensión, cariño, mantener la armonía universal y ejercitar un buen sexo en todos los momentos. Pero claro, Edi tiene una amante joven, Antonella, desde hace 9 años, con la que sólo "es sexo", y que no debe cruzarse con su querida mujer. Pero quiere las delicias de Instagram que una foto en donde se ve a los dos amantes sonriendo felices en Cariló, llegue a ojos vista de Lili y todo se vaya a la basura. Ella le declara la guerra a él y éste, destrozado sólo piense en volver con su mujer, aunque luego opte por armar una nueva vida con su novia. "Se los ve felices", en la foto, dice Marcos, "la felicidad es la peor pornografía".
Y así como así, de la nada, Ana y Marcos deciden separarse porque "no están enamorados". Cada uno se va por su lado y comienza a tener nuevas relaciones, Marcos saldrá con Bárbara (Andrea Politti), una ortodoncista prestigiosa y depravada que, en la barra de un restaurante le dice que "ya está empapada" cuando él le dice una chanchada al oído, para luego desmayarse en el baño; está Milagros (Mariú Fernández) una guitarrista rockera callejera que insiste en convivir con él, aunque éste no quiere y finalmente Celia, quién instala su biblioteca en casa de Marcos y se separan por pavadas. En el caso de Ana, saldrá con Fabián (Gabriel Corrado), un ex compañero de la secundaria que siempre supo que terminaría con ella, aunque la cosa no pase de ahí; Anselmo (Juan Minujín), un perfumista tan sofisticado como exhibicionista y drogón, a quien nada la une, salvo tener sexo constantemente y finalmente Eloy (Jean-Pierre Noher), un tipo obsesivo y amante de la quietud, con quien convive y que será el que más le duró, un hombre pacífico y comprensivo que será el primero en darse cuenta que ella extraña a su marido.
Está también Cora (Claudia Lapacó), la madre de Ana, quien a los 82 años se ha vuelto a enamorar y piensa casarse con Ioshi (Chico Novarro) y anda por ahí Rafael (Norman Brisky), el padre viudo de Marcos quien le dará una gran lección de vida en apenas un relato que nada tiene de marxista. Como ven, el elenco es basto y generoso en nombres de personalidades, y entre los productores de la película encontramos al mismo Darín y al "Chino" Darín. Se ve que se han preocupado de rodearse bien...
Pero no todo es maravilloso en la vida de solteros de Ana y Marcos, hay mucho de desamparo, de soledades no compartidas. Tal vez el peor momento sea el de vender la casa conyugal, y deshacerla, conviviendo con recuerdos y un arpón que simboliza a "Moby Dick" (con cuyo prólogo se inicia la película y Marcos dice estar plenamente identificado con él y ser el que marcó el rumbo de su actual separación), que se niega a despegarse de la pared que lo retiene, tal vez como ese cable a tierra que los une todavía a un departamento que hicieron con todo su amor y que se niega a ser vendido. El baile ocupa un lugar preponderante en la vida de Ana, ha empezado a tomar clases de bachata, merengue y todo cuyo ritmo sea latinoamericano, tal como lo expresa Marcos, de unión con nuestros hermanos del cono sur. También la salvará el baile de un momento de depresión en casa de su madre, cuando Ioshi ponga más fuerte la radio y se entregue a la danza y con él las dos mujeres.
Las relaciones con el hijo son vía skype, y son buenas (Marcos se entera de todo lo de Ana por medio de él, antes que ésta se lo cuente), hasta que Luciano decida dejar de estudiar para irse de mochilero a recorrer mundo, lo cual destruye a Ana quien siente que les debe una deuda de gratitud por haberlo mantenido durante 24 años y así les paga... Marcos es más comprensivo y adora que su hijo se vaya por ahí a conocer culturas comunistas. Es lo que desata la ira entre ambos ex esposos y lo mismo que los une en un abrazo. Todos son muy abiertos a la hora de aceptar la pareja del ex cónyuge, pero no pueden dejar una mordacidad natural en los comentarios.
El final vendrá a poner las cosas en su lugar y se mostrará como muy esperanzador y les regalará un nuevo comienzo.
Todos los actores están muy bien, no obstante estar atados a un guión de hierro, que no permite las salidas brillantes y cancheras tanto de Darín como de Morán, a las que nos tienen tan acostumbrados en sus films. Si bien la película se deja ver con una sonrisa en los labios y es amable y beatífica, no explota la carcajada tan a menudo establecida en las actuaciones de estas dos estrellas. El director Juan Vera realizó un trabajo pulcro y honesto, no obstante excederse un poco en el metraje (la película dura dos horas diez minutos), lo cual conspira en favor de la atención que podamos sostener. Pero más allá de este reparo, es una película estupenda que habla sobre los vínculos que sostenemos a diario con nuestros allegados (esposas, amantes, madres, padres, amigos) y permite bucear a fondo en estas relaciones. Óptima para ver y discutir al término de su visión.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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