jueves, 13 de junio de 2019

Mi crítica de "Departamento de Soltero" (Teatro)

De nuevo de aventuras nocturnas con mi amiga Norah, fuimos a ver "Departamento de Soltero" invitados por el Club La Nación. Vamos a decir primero que esta obra se basa en la gran película de Billy Wilder de 1961 que se conoció por acá con el mismo nombre, con guión de él mismo (aunque acá se oculte cualquier referencia a la autoría en el programa de mano, sólo a la adaptación, que fue obra de Carlos Rivas) que cosechó varios premios Oscar, entre ellos el de mejor Película, Mejor Director, Guión Original, montaje y dirección artística; siendo nominados también por Mejor Actor a Jack Lemmon, Mejor Actriz a Shirley MacLaine, Actor de Reparto a Jack Kruschen, Mejor Sonido y Fotografía. Pero vamos a ver, de aquella maravilla no quedó nada, o mejor aún, muy poco. Tan sólo la trama argumental, acá adaptada a la Capital Federal (más precisamente al barrio de Montserrat) y con nombres autóctonos. Lo más exasperante de todo, para mí, es la pobre y repetida actuación de Nicolás Cabré, el protagonista, actuación que ya viera en "El Quilombero" y en "Sugar", entregado a una caricatura patética que no nos permite acceder a sus sentimientos (tan alejada de la composición melancólica y humorística, sumamente mesurada del gran Jack Lemmon), aunque estos traten de estar a plena luz constantemente.
Lo que más llama la atención en esta obra es la descomunal puesta en escena, basada en proyecciones de video graph, que logran otorgarle gran profundidad de campo a una imagen bidimensional, y recrear distintos ámbitos. La escenografía de Alberto Negrín (al igual que las proyecciones) está muy bien ejecutada. Es raro ver a un director como el minimalista Daniel Veronese desenvolverse en este campo. Otra cosa que asombra de Veronese es su pobre marcación de los actores, en él, que es un maestro en esto de dirigir personajes. Pero el conjunto es como el bosque que no deja ver el árbol, los estados de ánimo se pierden en medio de tanta fastuosidad. Gana la estructura por sobre la emoción. Algo que la enfrenta a obras como (las últimas que vi) "Cien metros cuadrados" o "Una vez en la vida", en dónde lo que prevalecía era el sentimiento por sobre la puesta. Otra cosa en donde la pifia es en la comicidad, si bien se trata de una comedia romántica, uno no alcanza a reírse ni la centésima parte que lo hice con "Cien metros cuadrados" o con "La Verdad". Es muy pobre en materia humorística. Laurita Fernández, como actriz está bien, sabe jugar a la comedia, pero no logra convencernos de lo esencial: por ejemplo, en la escena del suicidio, no conmueve (por lo menos a mí), no logra transmitir la menor ráfaga de verdad, tan diferente a las obras anteriormente mencionadas cuando hallaban su pico dramático. Martín Seefeld, sí tiene autoridad como actor y se mueve como pez en el agua en un papel que le calza justo, el del gerente aprovechador de sus subordinadas que logra llevarlas a la cama con sólo una palabra, para después desecharlas. El resto de los intérpretes está bien, ninguno tiene una actuación descollante salvo Gonzalo Urtizberéa que sabe moverse con ese médico vecino que le tocó en suerte.
La acción transcurre en la década de los 60, como en la película, marcado por modas y peinados, aunque la escenografía de la empresa parezca más a una contemporánea. Y cuenta la desolada vida de "Beto" Fernández (¡¡¡Alberto Fernández!!!, qué casualidad, y junto con Laurita Fernández tenemos la fórmula Fernández-Fernández...!!!), el patético Cabré, quien es un "pinche" en una gran compañía de seguros en donde se ve con la secretaria Betty López (Laurita Fernández) de quien está secretamente enamorado pero sabe que no llegará a nada con ella. A la vez, Beto, presta la llave de su departamento de soltero a todos sus jefes para que tengan sus citas amorosas, a riesgo de tener que pernoctar en la calle en una noche de tormenta. Beto tiene la lejana esperanza de que con esta acción, sea ascendido en su puesto. Hasta que la noticia llega a oídos del gerente de la empresa, el atildado Luis Bordagaray (Seefeld) y lo mande llamar para hacerle el especial pedido de... la llave del departamento. Y para encontrarse allí con su amante, la Srta. López. En compensación le regala a Beto un par de entradas para ir a ver "Hello, Dolly!" con Libertad Lamarque. Este, en su desolación, y sin saber nada de los asuntos de su gerente, invita a la srta. López a que lo acompañe al teatro, ésta le dice que tiene una cita, pero que va a llegar a tiempo para la función, y después irán a cenar a un restaurante en la esquina de su casa (de su casa de ella). Por supuesto Bordagaray logra convencerla de que muy pronto se va a separar de su mujer (algo que ni piensa hacer, ya que es un Don Juan) para acostarse nuevamente con ella y ésta, por supuesto, no concurre a la cita con Beto. Por supuesto que todos los vecinos del propietario del departamento lo miran mal, debido a que creen que es él quien tiene una vida licenciosa llevándose a su casa cuanta mujer se le cruza por el camino y profiriendo gritos y ruidos molestos. Este mantiene bien guardado su secreto.
Pero para Navidad, Bordagaray vuelve a encontrarse con la Srta. López en el departamento de Beto (previamente una de las tantas amantes del gerente le ha advertido a la López que ella no es sino una más en la larga lista de asiduas visitantes de la bragueta del gerente, lo que pone a ésta en alerta) y ella le regala un disco con la canción de ambos, cantada por Frank Sinatra, mientras que él, ardiendo por dejar el recinto y volver a su casa con su familia para festejar la navidad, le regala... 500 $. Betty se encierra en el baño mientras el otro se va y luego intenta suicidarse con pastillas. Afortunadamente es rescatada por Beto (sí, el de la fórmula del éxito), quien vuelve a su casa y la encuentra en enagua tirada en un sillón. Desesperado, va a buscar al médico que vive en el edificio y juntos logran hacerla reaccionar. Beto le habla con palabras muy cariñosas y logra un beso en plena boca de parte de Betty, a lo que él responde con otro beso. Luego ella se arrepiente y decide marcharse, pero él la entretiene jugando a la escoba del 15 con ella (¡¡¡!!!) hasta que llega el cuñado taxista de Betty y al verla en enagua en la casa de Beto le propina un golpe a él ya que éste miente por salvaguardar el honor de su amada.
Bordagaray asciende a Beto y lo coloca en un escritorio de lujo en dónde tendrá que coordinarle los encuentros con las amantes, incluyendo a la Srta. López, a cambio de que vuelva a prestarle la llave. Beto, viendo el dolor que éste le provoca a su enamorada, le niega la llave y renuncia a la compañía. Es noche de Año Nuevo y Bordagary lucha por teléfono por conseguir una habitación de hotel para ir con su amante, ya se ha separado de su esposa porque se ha enterado de todo y lo mandó a pasear, y Betty, viendo que lo que quiere el jefe es sólo sexo y que Beto ha renunciado por ella, corre a casa de éste para poner punto final a su situación y empezar una nueva junto a quien la quiere bien. Por supuesto se encuentran y se produce un final con besos.
Puede ser que Cabré y Laurita hagan muy buena pareja en la vida real (les va a durar poco...) y la hacen en el escenario, pero ninguno de los dos logra trascender sus deficiencias como actores, ofreciendo un resultado mediocre a tan desmesurada propuesta. Es cierto que Laurita Fernández es muy linda y la verdad tiene un cuerpo bárbaro, pero como actriz y conductora deja mucho que desear (¡¡¡las barbaridades y obscenidades que le he escuchado yo decir en la radio no tienen nombre!!!). Es, como les dije, un pasatiempo caro (en producción y en costo de la entrada) que no reditúa a nivel artístico. El que quiera engancharse... que no siga mi consejo. Después no me digan que no se lo advertí, aunque puede haber muchos a quienes satisfaga la propuesta.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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