Seguimos con el análisis de las películas del gran maestro Hitch, preparándonos para el seminario, ahora desde el cine sonoro. A principios de los años treinta, la situación de HItchcock en el seno de la British International Pictures es incómoda. Por cierto, no puede quejarse de sus condiciones de trabajo. Primero, es uno de los directores mejores pagos de Inglaterra. Luego, la crítica saluda todas sus obras y recientemente asombró a sus colegas por su dominio de los nuevos procedimientos de sonorización con "Chantaje" y "Juno y el Pavo Real". Pero John Maxwell, su productor está obsesionado por la rentabilidad de la sociedad. No se trataba de discutir con él sobre creación artística. No quiere correr ningún riesgo. De alguna manera tiene razón: al exigir demasiado y al producir demasiadas obras sofisticadas, el cine británico pierde partes del mercado. En esas condiciones, los estados de alma de un director casi no cuentan. Aunque fuera Alfred Hitchcock.
Para John Maxwell las cosas son simples: para dirigir una buena película alcanza con adaptar una obra de teatro exitosa cuyo autor es conocido. Lo que acaba de hacer Hitchcock con "Chantaje", "Juno y el Pavo Real" y "Asesinato". La serie continúa con "The skin game", que le confían al cineasta en el transcurso de 1930, justo después de terminar el rodaje de "Asesinato". En el plano comercial, esta elección se justifica plenamente. En su presentación, en 1920 en el Saint Martin Theater de Londres, "The Skin Game" había obtenido un inmenso éxito. Pero es sobre todo el nombre de su autor el que colabora para atraer a los espectadores: John Galsworthy. En 1930, este escritor está en la cima de su carrera. Dos años más tarde, recibirá el Premio Nóbel de literatura. Si bien no tiene necesáriamente el favor de los intelectuales, es un novelista elegido por el público, que devora, tomo por tomo, su inmensa saga dedicada a la historia de una familia inglesa: los Forsythe. En "The Skin Game" encontramos una parte de los ingredientes que le otorgan el éxito a Galsworthy: el odio que separa a dos familias, la oposición entre dos mundos que se enfrentan, los dramas de la injusticia social en una sociedad perturbada y hermosas historias de amor imposible. En efecto, la obra cuenta la guerra que llevan a cabo Hornblower, un industrial "nuevo rico" que quiere implantar fábricas en el campo y Hillcrest, un aristócrata propietario terrateniente preocupado por proteger el medio ambiente y los valores de un mundo varias veces centenario.
Cuando lee la obra, Hitchcock muestra poco entusiasmo. El tema prácticamente no le interesa. Después de haber explorado diversos géneros cinematográficos sabe que el thriller es el que más le conviene. Por otra parte se siente prisionero apenas adapta una obra: la parte creativa de la redacción está limitada, al igual que la dirección de los actores. "El problema más grave al cual estaba confrontado era el de la adaptación de los actores a la técnica del cine- recuerda Hitchcock-. La mayoría provenía del teatro y no tenía ninguna idea de lo que significaba rodar un film. Quieren actuar escenas largas. Pero yo no estaba de acuerdo puesto que sabía que perdíamos interés cinematográfico. Los espectadores miran ese tipo de escenas sin involucrarse. Yo quería dar la impresión de que la imagen había sido concebida y trabajada en términos puramente visuales".
Otra razón frena el entusiasmo de Hitchcock: el libro que le piden que dirija no es más que una remake. En efecto, "The Skin Game" ya había sido filmada diez años antes. El actor que había creado el papel en el cine también le es impuesto. Se trata de Edmund Gween, con el cual HItchcock entabla una larga y fructífera colaboración. Finalmente, como si todos estos desaires no fueran suficientes, Hitchcock se entera de que "The Skin Game" será presentada como "una película sonora de John Galsworthy", en tanto que el nombre del director no aparecerá sino en segundo lugar. Una situación absurda, sobre todo porque Galsworthy acababa de confesar que no sabía nada de cine. "Cuando me hacen preguntas sobre este tema -escribía en 1930- no sé realmente qué responder. ¿Es arte? No tengo idea. En la época del cine mudo, miraba las películas con cierta benevolencia por el placer que dan y el formidable medio de educación que representan. Pero seguí desconfiando de su fuerza de propaganda. Pueden tener una gran influencia en usted. Su mirada está tan fascinada que su mente no puede retroceder. En cuanto a los films sonoros, son para mí films mudos corruptos". ¡Difícil imaginar menor oposición de juicio entre un escritor y un director!
Pero Hitchcock estaba bajo contrato. Debe obedecer. Como es su costumbre, se encierra con su mujer, Alma Reville, para trabajar en la adaptación. A pesar de un margen de maniobra muy estrecho, se esfuerza por no repetir el error cometido en "Juno y el Pavo Real", que según su modo de ver, parecía sólo teatro filmado. Su dominio de la técnica del sonido le permite a partir de ahora dedicarse más a la imagen, a la puesta en escena y a los efectos especiales. Primero, Hitchcock, filma en mudo exteriores del campo inglés que le servirán para algunos fundidos encadenados. En uno de ellos, un magnífico paisaje se transforma en una fábrica contaminante y agresiva. Un poco más tarde, por el efecto del travelling hacia atrás, el mismo paisaje se transforma en un afiche que anuncia la subasta del terreno. Hitchcock realiza también una escena de calle muy viva en un pueblito. Allí vemos a un automovilista acorralado en medio de un rebaño de ovejas. Con bocinazos, ladridos y gritos diversos, el director demuestra una vez más su talento en materia de registro de sonido. También se esfuerza por traducir en términos cinematográficos la oposición cultural entre las dos familias. Primero nos muestra a Jill, la joven Hillcrest, montada en un caballo por una alameda (en realidad fotografías agrandadas). Inmediatamente después y en un escenario idéntico vemos a Rolf, el hijo más joven de los Hornbolwer, entrando a su propiedad a bordo de una cupé deportiva de última moda. Pero lo que impresionará en verdad a los críticos en el momento de su estreno es la escena de la subasta que opone a ambos clanes. Con júbilo, Hitchcock alterna los planos entre los rostros, haciéndoles aparecer cada vez más grandes en la pantalla a medida que los precios aumentan. "Una subasta no tiene nada de excitante a priori-escribe el crítico Lioniel Coltier en la revista "Picturgoers" del 17 de octubre de 1931-. Pero Hitchcock con su manera artística de utilizar la cámara, ha hecho de ella una de las secuencias más dramáticas que hemos visto".
Para dramatizar algunos pasajes, Hitchcock emplea una técnica que retomará en muchas oportunidades: el sonido sin la imagen correspondiente. Así, la escena en la que Hornblower anuncia a la pareja de campesinos que va a echarla, no tiene lugar en la pantalla. Los protagonistas se encuentran en una habitación que se nos oculta y vivimos la situación por intermedio de otro personaje que la escucha como nosotros. "Es la técnica del contracampo -explica Hitchcock-. En los films mudos, un primer plano en un rostro podía ilustrar un acontecimiento. Ejemplo: una puerta se abre y en lugar de mostrar al que entra, usted coloca la cámara en una persona ya presentada en la obra, de manera de revelar sus reacciones. Con los procedimientos de sonorización, se puede filmar el rostro de un personaje mientras el otro habla. Gracias a este tipo de efectos, las películas sonoras ganan en rapidez en el desarrollo del relato. Son superiores a los films mudos y a lo que puede suceder en el teatro, El actor no necesita forzar su voz o su actitud, ni desplazarse al centro de la escena. El micrófono y la cámara lo hacen en su lugar".
Todos estos aciertos técnicos conducen a Hitchcock a modificar ligeramente la obra de Galsworthy. Mientras que la obra lleva tres decorados (un escritorio, un gabinete y una sala de subasta), Hitchcock multiplica los lugares de rodaje. Por medio de pequeños toques muy ligeros, no duda en introducir algunas ideas personales. El personaje más próximo a su universo es sin ninguna duda Chloe. Contiene el germen del retrato de todas esas mujeres atormentadas por su pasado que viven en su obra, desde el film mudo "Easy Virtue" hasta "Marnie" pasando por "Vértigo". "Como siempre en HItchcock -señala Bruno Villien- la mujer es culpable porque se cree culpable y porque los demás la fuerzan a ser culpable". Inicialmente, Ursulla Jeans debía tener el papel de Chloe. Finalmente, HItchcock volverá a contratar a Phyllis Konstam, a quien hacía filmar con regularidad desde 1928. Es evidente que experimenta un placer malvado en filmar a esta actriz que concuerda con los cánones del erotismo del momento. Si bien no la muestra, como en la obra, dispuesta a acostarse con el hombre que quiere denunciarla, el director hace que lleve ropa muy sugerente ¡y su cámara filma con insistencia el momento en el que hunde su mano entre sus pechos para sacar dinero! Como luego lo hará con tantas otras actrices, se comporta con ella de una manera bastante ambigua. Ella le fascina, entonces la martiriza. "Recuerdo -dirá más tarde a la revista "Filme Weekly"- la expresión abatida de la señora Konstam cuando le anuncié que la escena en la cual se ahogaba en medio de los nenúfares debía ser retomada por décima vez!" ¡Y todo eso por una escena menor que no dura más que algunos segundos en la pantalla! A lo largo del rodaje, Hitchcock se divierte en actuar él mismo las escenas antes de hacérselas ensayar a los actores. "Sus exhibiciones eran claramente menos afectadas que la propia actuación de los actores", comentará el guionista Rodney Ackland. De hecho, Hitchcock intenta distraerse. Incluso termina desinteresándose de su película. A tal punto que Eric Rohmer y Claude Chabrol afirmarán que algunas secuencias se hicieron de prisa. "En varias oportunidades -observan- el operador es engañado por la evolución de los actores que hacen manifiestamente lo que les pasa por la mente: vemos entonces amagar un movimiento de cámara que se detiene rápidamente, o viceversa, el personaje fuera de cuadro y la cámara, llena de pánico, lo busca desesperadamente a la derecha o a la izquierda. Hay poca probabilidad que ese sea un efecto de estilo". Luego, cada vez que alguien mencione esta película ante él, el director se contentará con responder con una mueca de desdén. Cuando Francois Truffaut intente hacerlo hablar sobre este rodaje, el director responderá: "No hay nada que decir al respecto". ¡Incluso habrá intentado destruir todas las copias de la película! Además, el film nunca se estrenó en Francia y su título que significa "juego de engaño", nunca fue traducido. En cambio, la crítica de la época se muestra entusiasta. Saluda "una excelente dirección de actores" y "la gran calidad de producción", en especial por las escenas rodadas en exterior. Apenas termina el montaje, HItchcock viaja con su mujer y su hija alrededor del mundo. Espera cambiar sus ideas y sueña con un mundo en el que pueda hacer las películas que desea en realidad. El sueño será difícil puesto que John Maxwell, sin siquiera consultarle, ya ha previsto el próximo fim que deberá rodar: "Número 17".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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