domingo, 17 de noviembre de 2019

Mi crítica de "Un Enemigo del Pueblo" (Teatro)


Bueno, llegó por fin el tan esperado estreno de Teatrix, una obra polémica si las hay. No podemos ser tan inocentes de no entender que cada nueva reposición de la obra de Henrik Ibsen se utiliza con fines absolutamente políticos y tendenciosos. Cuando estaba Kristina en el poder la hacía Brandoni, ahora que está Macri, la hace la dupla Leyrado-Rizzo (sí, aquel que lloraba en los canales de televisión de que gracias a Macri estaba sin trabajo, mientras tenía tres obras en cartel). Cómo no involucrarme, cómo no sentirme tristemente dolido e insultado cuando el Dr. Tomás Stockmann (Leyrado) le dice al pueblo en la asamblea que la mayoría se equivoca, y que él es quien tiene que "enseñarles a pensar", para terminar yéndose enojado y diciendo "ustedes votaron como el culo". Sí, porque yo fui uno de los millones que en la última elección voté a Macri, no por ser éste un factotum del buen gobierno, sino porque me parece que en gran cantidad de medidas acertó su estrategia aunque se haya equivocado en las menos, y porque entre las opciones para defender nuestra República me parecía la más viable, no solo él sino toda la gente que lo acompaña. Pero bien, ahora perdimos y la fórmula guiada por Juan Leyrado y el director-actor-adaptador Lisandro Fiks deben estar muy contentos que ganó Albertito junto con la gran dama Kristina. Vamos a ver cómo sacan el país a flote ahora que tienen el poder. A ver si ahora se da el sofisma de que la mayoría se equivoca también. Por lo pronto ya no hay más hambre, los sindicatos aceptaron todo, rechazaron los aumentos de sueldo y Baradel anuncia que las clases van a comenzar en término. Que suerte, estamos en el país de las maravillas ahora. Ahora somos todos peronistas...Pero cuidado, tenemos mayoría en el Congreso y ahora van a tener que consensuar para aprobar las leyes o para hacer lo que se les canten las ganas... Bueno, me saqué la bronca por la obra, que me pareció un verdadero agravio a la mayoría y su voto y al valor de la democracia.
Pero vamos a la obra. El Dr. Stockmann, médico, es hermano de Pedro (Raúl Rizzo), el intendente del pueblo de las Termas del Sol, no lejano a Buenos Aires (la adaptación quiere que todo ocurra aquí y en la actualidad, para contextualizarnos, ¿no?), un lugar que todas las temporadas veraniegas es visitado por miles de turistas por sus curativas aguas. Pero quiere la suerte, que esas aguas estén contaminadas, en gran parte por una antigua curtiembre que llegó a ser propiedad del padre de Juana  (Viviana Puerta), esposa del médico y que tuvo que vender. Hay también un joven periodista que opina que "la tierra debe ser para el que la trabaja", Juan Grabois, no, perdón, Víctor (Bruno Pediccone) y va a resultar tan falso en su ideología como todos los hipócritas que lo rodean. Por supuesto que está Pedro, quien sostiene que no hay que decir nada de lo de la contaminación al pueblo porque entonces van a perder visitantes en las vacaciones y toda la mano de obra que trabaja en el complejo. Está también Paula, hija de Tomás, que trabaja como educadora en una escuela y sostiene que a los chicos se les enseña igual que hace 80 años atrás, y va a convertirse en la vocera de las ideas de su padre. Lo que Tomás pretende es que se cierre la temporada advirtiendo a todo el mundo que las aguas producen enfermedades y que envenenan, para prevenir en lugar de curar, aunque haya que buscar otra napa de agua y levantar todas las cañerías, con un costo aproximado de cinco millones de dólares. Los hermanos se enfrentarán a muerte (¿acaso Caín no hizo lo mismo con Abel?) y de aquí procede la tensión de toda la obra, la cual está bien construida, no voy a negar un clásico del teatro universal, que junto con "Casa de Muñecas" y "Peer Gynt" constituyen las obras más conocidas de Ibsen.
Está también el siniestro editor de "La voz del pueblo", paradójico nombre del diario local, el Sr. Velasco (Lisandro Fiks), quien es dueño de parte de los terrenos vendidos para la construcción de las termas, y comanda todo en el diario. El informe que Stockmann tiene preparado para editar y que se lo ha confiado a Víctor, quien a su vez pretende a Paula, está cargado de datos contundentes acerca de la nocividad de las aguas y sus problemas. Está listo para ser editado, pero se presenta en el diario el mismo intendente pidiendo que no lo publiquen y sí una carta firmada por él, donde aclare que todo lo que piensa difundir su hermano es mentira. Que de publicarse ese escrito tendrían que cerrar las termas y todo el pueblo se quedaría sin trabajo y habría que aumentar los impuestos para mantener el gasto de la intendencia (¿les suena, a nivel país?). Por supuesto que estos amables burócratas y enemigos de la democracia optan por guardarse el informe y no publicarlo, aunque llegue el mismo Dr. Stockmann y reconozca que allí está su hermano, y que si no le publican en el diario va a emprender él una cruzada para informar al pueblo del peligro que corre. Aunque tenga que reunirlos en la plaza para decirles sus verdades. Hasta acá todo muy bien. Pero resulta que Paula consigue el salón de actos del colegio en donde trabaja, y se lo prestan al padre. Ahí se cierra el telón y atril de pie, Stockmann hace participar al público de su pretendido discurso. Este es interrumpido por el arribo de Pedro, más el sr. Velasco y Víctor, quienes tratan de copar el discurso. Y lo logran, negándole el derecho a hablar de la contaminación. Finalmente el público decide que Stockmann hable, y cuando lo hace, dentro de las restricciones impuestas, les dice que este sistema de la democracia no sirve, ya que siempre ganan los peores, y que es él quien les va a enseñar a pensar para votar. Que ellos piensen por sí mismos y no terminen siendo "pensados" por otros, que les sugieren su voto. Que no repitan más lo que escuchan por radio o televisión sobre las obras de los gobernantes y su derecho a la reelección. Que hay que castigar a los que quieren manejar al pueblo para que se los elija... Por supuesto, todo está dentro del marco de la obra, y va dirigido al trío Pedro-Velasco-Víctor, pero viniendo de quien viene, un K como Leyrado o Rizzo (acá haciendo el papel de malo, para que sea más obvio), es una franca alusión al gobierno de Mauricio Macri. Y esto es lo que me molesta, el oportunismo de haberlo presentado acercándose a una elección presidencial tan importante como fue la pasada, y siendo aplaudidos por la mayoría del público cómplice (hay quienes no aplauden). Finalmente juzgan que Stockmann se ha convertido en un "enemigo del pueblo" por sus fervorosas declaraciones.
Al día siguiente le apedrean los vidrios a Stockmann, su hermano viene a pedirle que abandone el pueblo y la casa, a lo que él le contesta que no quiere verlo nunca más, y la parejita Velasco-Víctor llegan con la ayuda del diario que acepta publicar su informe con tal de que a ellos los ayude en su campaña electoral, para la que se lanzan en oposición de la reelección de Pedro. Por supuesto que el médico los echa de su casa. Y para completar el cuadro de situación, el padre de Juana ha comprado todas las acciones de las termas, que habían caído, dejándoselas en nombre de Juana Y Paula, como su única fortuna, ahora que la han perdido. 
La obra se sostiene y está bien actuada, es innegable la maestría de Leyrado para estas cosas, aunque el payaso de Rizzo insiste en sobreactuarlo todo, buscando el efecto cómico que no es tal, como es su (mala)costumbre. Los papeles de los demás están convincentes, luciéndose Romina Fernándes en el papel de Paula, la verdad le pone garra y verdad a su protagónico. Una pena  que esté utilizada con tan innobles propósitos.
Y como no soy egoísta pueden ver la obra completa haciendo un click al lado del título.
Y gracias por leerme hasta aquí nuevamente, aunque esta declaración me quite lectores de ahora en más.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

martes, 12 de noviembre de 2019

Mi crítica de "El Cuento de las Comadrejas" (Cine)

Recién llego a mi visión de "El Cuento de las Comadrejas", varios meses después de su estreno en cines pero es que ahora logro bajarla de internet. Y debo decir que disfruté en grande de esta película del genial Juan José Campanella, con un ritmo perfecto, actuaciones magistrales y diálogos de antología. Todo en este film, basado en "Los muchachos de antes no usaban arsénico" de José Martínez Suárez, esta construido con un motivo, nada está dejado al azar. Así, la construcción de un guión aceitadísimo y con varias vueltas de tuerca finales, colabora para que su visión sea expectante y disfrutable. No menor es el mérito de la dirección, que otorga imágenes elaboradas y sugerentes, por no hablar de otras de una construcción astuta (el travelling hacia atrás que atraviesa la ventana, en el final, es una de ellas), la superposición de Mara en el fílmico, joven con esa cara de ella misma de vieja, hablando al unísono es otra proeza, así como la sobreimpresión de Mara en el espacio para luego desaparecer le dan el carácter de fantasmagórico que sugiere su presencia, y como estas está plagado de escenas sugerentes e ingeniosas. El maquillaje de los actores, que los envejece impiadosamente es otro logro como así la ambientación en esa vieja y señorial casona da todo el ámbito barroco y siniestro de la narración. Por no decir que la obra toda está plagada de diálogos ingeniosos, mordaces y de un sutil humor negro que hacen de esta película una obra maestra de comedia negra (con perdón de la redundancia).
Mara Ordáz (Graciela Borges, nunca mejor) es una gran actriz venida a menos (a vieja) que aún vive en la memoria de los cinéfilos argentinos, y que ha sido una de las dos actrices extranjeras capaces de llevarse el Oscar por su actuación (la otra fue Sofía Loren, en la ficción, claro). Vive en una mansión señorial bien acorde con su estilo ampuloso junto a su marido, Pedro de Córdova (Luis Brandoni) y con los maridos de sus fallecidas hermana y mejor amiga, Martín (Marcos Mundstock) y Norberto (Oscar Martínez) guionista y director de sus películas, respectivamente. Su marido fue en otros tiempos un gran actor quien también supo acompañarla, aunque ahora se dedica a la pintura y la escultura, desde su silla de ruedas, impedido por un accidente que casi les cuesta la vida a él y a Mara. Los tres viejos son bastante macabros y disfrutan con su personal sentido del humor torturando a esa vieja actriz cazando ratas o comadrejas, según el caso y con su filoso arsenal de frases construidas para la ocasión. Así disfrutan de sus días, alejados del mundo, desde que Martín cambiara su profesión de guionista por la de documentalista, comprometiéndose fuertemente con los reclamos sociales, lo que hizo que la dictadura lo agregara a sus listas negras. Norberto, en adhesión con su amigo también dejó de trabajar.
Hasta que un día llegan a la casa, extraviados, una pareja, Francisco (Nicolás Francella) y Bárbara (Clara Lago), quienes dicen reconocer a Mara y haberla admirado desde siempre. Paulatinamente van infiltrándose en la vida de este extraño cuarteto hasta lograr seducirla (Francisco) e invitarla a comer a restaurantes carísimos. Sólo para convencerla de que debe vender la casa y mudarse con su marido a un lugar en el centro, desde donde pueda volver a actuar, ya que el séptimo arte la reclama. Claro, hay que deshacerse de los otros dos... Y nada más apropiado que un geriátrico. Como esa heroína de "El ocaso de una vida", Norma Desmond, Mara Ordaz, se deja conquistar por el joven galán y sueña con cambiar su destino de vieja retirada y volver a brillar. Incluso él llega a proponer que se divorcie de su marido. Todo es perfecto para el engaño. La camarera del restaurante demuestra su devoción por Mara y dice conocer todas sus películas, pero cuando ésta va al toilete, se demuestra la farsa y la complicidad con Francisco: son sólo actores que están desempeñando un papel para despojar a la vieja actriz de todo lo que tiene. Ordáz sigue convencida que todo marcha viento en popa y firma un contrato con el farsante que la compromete a vender su casa. Aunque ella cree estar sólo ella a nombre de la casa, cuando, buscando la escritura, descubre que la comparte con Pedro, su marido.
A partir de allí la batalla que se entabla entre los dos viejos echados de la casa en venta y los nuevos intermediarios de los compradores, será a muerte, creándole miles de infortunios a éstos como asustarlos mediante un partido de pool que Martín deja aventajar a Bárbara para ganarle en el último tiro y dándole una lección muy clara y concisa de cómo se debe observar al rival, o metiendo una tarántula en el tubo de la escritura para que pique a Bárbara.
Mientras se citan diálogos autorreferenciales al oficio del cine, por parte de los entendidos, y se realizan maniobras desde el guión y la dirección que dejan ver la pericia imaginativa de Campanella para autoparodiarse, Francisco sigue haciendo de galán, hasta que, en una de las visitas al restaurante, Mara descubre a la camarera (fulgurante mi novia Luz Cipriota) mintiéndole acerca de sus películas, con lo que se da cuenta que todo es un gran engaño. Entre llanto y desesperación increpa a Francisco el haberse burlado de ella y renuncia a la venta de la mansión... pero el certificado ya está firmado, y para desarticularlo debe pagar una suma que ella no está en condiciones de afrontar. Así es como se hace a la idea de vender un brazalete muy costoso, regalo de uno de los actores que trabajaron con ella, una conquista que hizo palidecer al mismo Pedro, quien siempre se sintió celoso de dicho actor. Pero el obsequio fue enterrado con una de las esposas de los viejos, y ésta, permanece dentro de una de las estatuas que adornan el lujoso jardín. En una noche tormentosa deciden rescatarlo, entre los tres viejos y serruchar la mano de la difunta. Por fin logran hacerse del brazalete y este es entregado. Norberto visita a Bárbara en el complejo de oficinas que regentea, y allí se da cuenta de que ella también ha estado estudiándolos, sus filmografías, como así la de Mara. A pesar de un intento de seducción por parte de la estafadora, Norberto sale airoso y planea la venganza.
Y los tres inofensivos viejitos de aire siniestro y actitudes despectivas llevarán a cabo la más retorcida de las revanchas, que incluye la preparación de un veneno, armas, simulaciones, papeles estudiados, falsas actuaciones y muertes igualmente equívocas. Todo está listo para la gran fiesta actoral. No es mi deseo revelar acá cual va a ser el final de esta farsa, pero les advierto que será grandiosa y de gran efecto salvador para aquellos que parecían condenados al fracaso más absoluto...
Para qué hablar de las actuaciones del cuarteto que lleva la voz cantante, a Graciela Borges, que nunca fue santo de mi devoción, se la ve espléndida, en el rol de esa vieja estrella acabada pero no por eso menos vigorosa, su talento en este film es inconmensurable. Luis Brandoni demuestra con sus ojos todo el amor y la veneración que siente por su esposa, así como su deterioro físico de paralítico no permite otra demostración que esa. Oscar Martínez demuestra que siempre fue un actor brillante que no le teme a los desafíos y está perfecto en esas miradas siniestras y en el manejo admirable de la voz. Y Marcos Mundstock realiza su canto del cisne, antes de que ese maldito tumor cerebral lo alejara de los escenarios, demostrando que está a la altura de sus compañeros, en un rol de difícil y compleja composición. Francella y Lago se demuestran solventes junto a ese cuarteto de glorias nacionales y componen a dos estafadores tan odiables como queribles.
Y nuevamente Campanella se lleva los laureles, comprobando que es uno de los mejores directores argentinos vivos que jamás haya dado el cine nacional. Todo un film para el regocijo y para el placer. Y para varias (o muchas) risas cómplices, junto a este terceto de asesinos sin mácula, que es mejor no cruzarse...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

domingo, 10 de noviembre de 2019

Mi crítica de "Cabaret" (Teatro-Musical)

Por fin pude ver esta puesta de "Cabaret" que honra a la ciudad de Buenos Aires. No habiendo visto ninguna de las anteriores (me quedé con ganas de ver la de Karina K y Alejandro Paker, que debe haber sido inmejorable), es una grata sorpresa para mí encontrarme con esta obra original con libro de Joe Masteroff y música de John Kander y letras de Fred Ebb, que llevara al cine en 1972 el inolvidable Bob Fosse con Liza Minelli, Michael York y Joel Grey. Acá nos encontramos con una nueva versión, esta vez de la mano de Florencia Peña y Mike Amigorena (excelentes, ambos) y la dirección artística de Alberto Negrín con la dirección de actores de Claudio Tolcachir, quien ya había debutado en su dirección de musicales con "Sunset Bulevard". Pero estamos frente a la inmensa e imperecedera "Cabaret", estamos en Berlín, en 1931, y el cabaret donde transcurre la pieza, el Kit Kat Club es esa vidriera donde se puede percibir la llegada del nazismo al mundo contemporáneo. Igual que en "El huevo de la serpiente", aquel magistral film de Bergman en donde, por los experimentos realizados en humanos se podía respirar la venida del Mal, acá, este cabaret es el "huevo de serpiente" que permite ver cómo arriba el antisemitismo y sus consecuencias. Porque en el "Kit Kat Club" todo es alegría, desenfado y promiscuidad pero a través del personaje de Clifford Bradshaw (Juan Guilera) ese escritor norteamericano, novelista frustrado que encuentra el amor en una turbia cantante del cabaret, la inglesa Sally Bowles (Florencia Peña) es que tomamos la real dimensión de todo el horror que se avecina. Clifford llega a Berlín y enseguida se hace amigo de un alemán, Ernst Ludwig (Rodrigo Pedreira), que va a ser la piedra de choque que represente todo el odio del Fhürer. Pronto será su alumno de inglés, y más tarde, cuando ya el romance con Sally esté consolidado, y se necesite dinero para sobrevivir, lo contratará para contrabando en París. Mientras tanto todo es alegría en el cabaret, y allí podemos asistir a los números musicales más conocidos a través del cine y coreografiados por Fossey ideleblemente: el "Bienvenidos", aquel inolvidable "Mein Herr" de Sally Bowlea (acá sin sillas), el inconfundible "Two Ladies" o el grato "Money, Money". También pasarán  "Que no se entere mamá", "Quizá esta vez" en la voz inconfundible de Florencia Peña, una trabajadora del musical ya memorable. O la exquisita "Y qué" en la voz de Graciela Pal, como Fraulein Schneider, la dueña de la pensión donde para Bradshaw. La señora Schneider tiene un inquilino muy amable, mayor igual que ella, frutero, quien siempre le está regalando alguna fruta de estación, con quien pronto inicia un romance (otoñal), Herr Schultz (Enrique Cragnolino), excelentes ambos también, y pronto vendrá la intimación de casorio.
Pero hay un detalle (pequeño), el señor Schultz es judío. Y en la fiesta de antelación del casamiento, Herr Ludwig se lo hace notar, de modo intimidatorio y con un brazalete de la SS en su manga. Para prevenir lo que se avecina, y que fraulen Schneider ve claramente, ya que no es ninguna tonta, rechaza el matrimonio entre ese hombre de buenos modales y sentimientos y ella, mujer sola y necesitada de compañía, porque no quiere atar su vida a la de un judío. Allí, en la recepción de la boda, su también inquilina, la promiscua fraulein Kost (Alejandra Perlusky) entona aquel himno que hace erizar los cabellos y poner la piel de gallina "Mañana me toca a mí", que comienza como el canto de un niño y va tomando énfasis hasta convertirse en una marcha militar trágica con todos los ribetes del nazismo. Ese es el signo decisivo que hace tomar a todos (menos a Sally) conciencia de lo que se viene.
Emecé, el personaje de Mike Amigorena, es el maestro de ceremonias de este cabaret, papel ideal para cualquier actor cantante que quiera sacar lustre. Y este es el mayor lucimiento que Amigorena ha tenido en su carrera, parece un papel ideado exclusivamente para él. Es tanta su entrega que se adueña por completo del alma y la figura de ese Emecé, tan ambiguo como demencial, que de presentador acabará como un refugiado más de campo de concentración. La plasticidad de Amigorena en sus movimientos hace que parezca de goma, y es el lucimiento mayor y mejor de toda la obra (a Peña ya la conocíamos de tantos musicales así que no es sorpresa alguna, si bien su desempeño es perfecto), pero al no ser actor de musicales exclusivamente, Amigorena resulta la gran revelación. Florencia  Peña, por su parte, constituye otro eje fundamental para esta puesta, ya que su Sally Bowles adquiere trascendencia dentro de los papeles trágicos del musical. Acostumbrada a la mala vida, encuentra su amor en Bradshaw y su esperanza de redención al quedar embarazada, aunque a ciencia cierta no puede saber quien es el padre de la criatura. Y su novio le hace jurar que tendrán al bebé. Pero cuando es despedida del cabaret y debe pasar a vivir con él, todo se precipita, cuando éste, decepcionado de su amigo Ludwig por conocer de cerca las ideas de Hitler (Bradshaw se interesa por la política y acaba de leer "Mi lucha") y presumirlo como la encarnación del Mal, renuncia al contrabando de mercancía que éste le ofrece en el exterior para sobrevivir. Decide huir de Berlín junto a Sally,  pero ella, es reclutada nuevamente para cantar en el cabaret, y no ve la realidad tan clara como su pareja y opta por quedarse. Bradshaw quiere huir a toda costa, y la noche anterior a hacerlo, recibe una brutal paliza por dos de los matones de Ludwig. Herr Schultz se despide también, se va a otra parte de Alemania, convencido que un cambio de gobierno no es tan dramático como lo pintan y que todo volverá a su cauce normal. Sally vuelve de abortar a su bebé, y ha dejado su tapado en la casa del médico como paga. Llega tambaleante y llorosa, y su gran oficio la hace enfrentarse a la canción final, ese emblemático "Cabaret" ("vengan al cabaret, la vida es un cabaret") que tanto cantó Liza Minelli, con toda la garra y las fuerzas necesarias para levantar al público en una ovación general. Florencia Peña está cubierta de tatuajes, y no hace nada por disimularlos, sino que los exhibe desenfadada e impunemente, orgullosa de ellos. El cuerpo de la actriz, a pesar de sus operaciones, sigue apareciendo abundante y voluptuoso, y es una perfecta encarnación de lo que Sally Bowles debe ser: una chica sobre todo carnal y exuberante, así que la elección es perfecta.
La orquesta de jazz suena exacta, y es conducida con pericia por Gerardo Gardelín, sonando muy bien, así como el diseño de iluminación de Mariano Demaría y el vestuario siempre correcto de Renata Schusseim. La coreografía es de Gustavo Wons, un gran seguidor de Fosse y el ejemplo más acabado que tenemos de su arte acá en la Argentina (todavía recuerdo con placer y emoción su espectáculo "El gran final", dedicado a Fossey), y es más que adecuada a lo que genera el espíritu de una nueva puesta en escena de "Cabaret". Y para el diseño de escenografía y sala de Alberto Negrín no puedo sino dejarle mi mejor aplauso, ya que han transformado el teatro "Liceo" en un gran cabaret, con sus mesitas dispuestas para el show, su acondicionamiento de la sala para que todo nos retrotraiga a ese Berlín de principios de los 30, con su lujo y sordidez al mismo tiempo. Es extraordinario lo que se ve en el espacio de la sala.
En resumen, es un gran espectáculo "Cabaret", si bien pienso que sus precios son un poco altos para el momento económico que estamos pasando, lo cierto es que el teatro se llena cada noche y estaba hasta el tope. Pues ¡bienvenida sea esta nueva puesta de "Cabaret" y que finalice con el mismo éxito con que comenzó! El que no la haya visto todavía no tiene más que salir corriendo y pedirse una entrada. Para no perdérselo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 4 de noviembre de 2019

Mi crítica de "National Pastime" (Teatro-Musical-Mexicano)


"National Pastime" es una comedia musical estrenada en los Estados Unidos y luego adaptada por el teatro mexicano, con letras y músicas de Albert Tapper y un moderado libreto de Tony Sportiello, que en realidad no es más que lo que su título enuncia: un "pasatiempo nacional". La mediocre calidad de esta obra sin ninguna sustancia más que la de pasar un rato, se ve de lejos, y si bien tiene un buen elenco mexicano no logra emparejar el nivel de calidad con otras propuestas del mismo género. Las risas son endebles, algo que representa el pecado máximo que pueda cometer una pretendida comedia; la música es buena pero no logra imponer ningún tema con el que salir bailando del teatro (o de la pantalla); las letras no exudan originalidad ni poesía, en fin, que se queda a mitad camino de todo cuanto se puede pretender de un buen musical.
La idea de importar esta obra ha sido de Teatrix, que viene de editar éxitos notables entre sus novedades, y en esta ocasión parece haber equivocado de rumbo, por complacer al teatro mezcalita. La acción transcurre en Iowa en el año 1933, más exactamente en una radio denominada la WZBQ con un equipo profesional tan absurdo como ineficiente, con dos cronistas, Lawrence y Martin, un administrador, Barry, una telefonista absurda, Betty Loo, una secretaria gordinflona enamorada de Lawrence, Mary y una recién llegada, hija del fundador de la radio, quien la abandonara de niña y nunca se ocupó de ella, Karen Slow. La radio está hundiéndose y para reflotarla, la arribada tiene la idea de inventar un equipo de baseball apócrifo que se convertirá en ídolo de multitudes al ganar todos sus combates, los Coogars de Baker City. Estamos en pleno período de la depresión norteamericana por la caída de la Bolsa, y todo parece ir de mal en peor, el público norteamericano está aburrido y desesperanzado y necesita de nuevos incentivos, es por eso que la llegada de un nuevo equipo de baseball puede levantarle el alicaído ánimo. Y la idea es fenómena. Todo funciona a las mil maravillas con el nuevo invento. La audiencia aumenta, los llamados se extienden por todo el país, la moral americana se insufla de nuevas energías... sólo que hay que alimentar la mentira.
Y para eso se recurre a dos gángsters que en el pasado fueron ayudados por Karen a limpiar sus culpas; Joe y Vinny, dos tipos tan rudos como simpáticos, que se harán pasar por jugadores del equipo cuando sean necesarias las entrevistas. Mientras tanto las tres chicas de los anuncios corean los mismos con voces simpáticas y entradoras, Betty Loo sueña con estar en Hollywood y Lawrence tiene serias dificultades para conquistar a su amada Mary, sobre todo por su inagotable timidez y por la presencia casi omnisciente de una madre con quien vive y que se cuela en todas las citas. Martin, a la vez es un inepto que no sabe nada de baseball y debe aprenderlo todo desde la base, cometiendo, ambos, los más garrafales errores al transmitir los partidos. Mientras tanto el jefe de la radio, Barry, vivirá un intenso romance con Karen, con quien deshojan juntos chalas de choclo para calmar los nervios. Todo va viento en popa en ese idilio hasta que él decida decirle a ella que su padre dijo, quien la conocía bien desde las sombras, que ella renunciaría en la primera de cambio. Ahí Karen se decepciona de Barry y decide retirarse del negocio, fiel a su estilo de gran "dejadora" de puestos. Pero los Coogars siguen ganando y son todo un éxito, y como dijera Mirtha Legrand, no se debe abandonar un éxito, así que cuando él llegue con un álbum de recuerdos que el padre de Karen ha juntado toda la vida para ella, y además un anillo de casamiento, ella debe replanteárselo todo.
Se suma a los enredos que Joe, el mafioso contratado para hacerse pasar por beisbolista,enamore a Mary pasando por "sobre el cadáver" de Lawrence y su madre. Al combo se suma un reportero de la revista "Life" que ha llegado para enamorar a Betty Loo, y de paso, conseguir un reportaje con los Coogars de Baker City.
Pero el reportero no viene solo, sino que lo hace de la mano de un influyente petrolero de la zona de Minessota y vienen dispuestos a conseguir su entrevista. Todo va bien hasta que el despechado Lawrence, al ser prepoteado por Joe, decide "matar" al Joe jugador de los Coogars, el bateador estrella, y todo el país llora por él. Esto, lejos de romper el romance del público con su ídolo, hace arder los teléfonos de la radio en busca de noticias y consuelo. Pero claro, ahora se han quedado sin representante del equipo, y por lo tanto sin nota para los periodistas. Joe se vuelve a su ciudad natal dejando en reserva a Mary, quien retorna en brazos de Lawrence, quien de una vez por todas va a dejar a su madre. El desenlace no se hace esperar, hay que decirle la verdad al notero de "Life" y al petrolero, pero ¿cómo, sin develar la mentira? Entre los reporteros de la radio se disfrazan para hacerse pasar por una liga internacional de centros de baseball para dar la noticia de que no pueden presentarse, pero son descubiertos enseguida. Entonces deciden revelar la verdad: los Coogars no existen, pero ¿no lo difundirá el petrolero? Junto con el periodista de "Life" reconocen que lo mejor es mantener el orgullo patriótico en alto y preservar el nombre de su equipo para la nación entera aunque estos no existan. Y lo convencen. Todo resuelto. Lawrence y Mary se arreglan, Barry y Karen se casan, Betty Loo se va a Hollywood y todos felices. Se ha terminado la farsa y con ella la comedia.
Ha sido una experiencia de casi dos horas y media, que transcurre rápido, si tiene algo a favor es que es llevadera, pero nos preguntamos sobre los mecanismos de los musicales. ¿Vale cualquier idea (léase excusa) para hacer un musical de éxito (no así de calidad)? ¿Es cuestión de poner unas cuantas canciones con musiquita pegadiza para que funcione? ¿Hay que convocar grandes equipos sobre el escenario para hacerlo más atractivo? ¿Es suficiente con todo esto? Y yo contestaría que no. Que además hay que tener algo que decir, una esencia que transmitir, sin por ello caer en el horrible simplismo de que todo debe tener una "moraleja" (lo que se lleva a patadas con el hecho artístico). No todo es canto y baile para ser exitoso. Digamos que este musical tiene la virtud de estar muy aceitado y no encontrar "ruidos" en su puesta, y que no recurren al cambio de escenografías lo cual ya es todo un acierto. Sumado a ello que las melodías de ragtime o de jazz que forman su disco duro son bastante atractivas. Es una suma, acá falta el elemento que trascienda la anécdota, lo cual lo hace muy pobre en estructura y sólo consigue "divertir" (verbo que significa "alejar de lo importante"), lo que le resta puntos a la propuesta. Pero en fin, los mexicanos se la arreglan bastante bien para poner en escena este musical yanqui de segunda línea.
Habrá a quien le guste. Recuerden que pueden verlo haciendo click en el "Ver obra" que figura acá arriba. Hay para todos los gustos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).