https://www.teatrix.com/ver/fin-de-engano
Esta nueva obra que nos presenta Teatrix corresponde a una compañía de teatro española y está filmada en la Madre Patria. Con libro de Luis Sánchez-Polack y dirección de Darío Frías, la obra transita entre lo ya visto y lo por verse. En realidad nada es demasiado nuevo en esta propuesta, la estructura habitual: una noche de fin de año, cuatro personajes y muuuuuuuchos secretos por develarse. Que al final no terminan por sorprender a nadie porque ya conocemos el jueguito. Desde los griegos que vienen presentándonos en un escenario posibles sorpresas con otras nuevas vueltas de tuerca que conducen a lo más inesperado. Que ya se torna esperado. Son verdades que tampoco tengo muy claro si era necesario saberlas, puede que para el funcionamiento de esa familia importaran mucho, pero a nosotros como espectadores, ¿que nos aporta?, ¿qué nos importa? ¿modifica en algo nuestra visión de la vida, nuestro comportamiento, nuestra forma de pensar? La respuesta a todo esto es no, así que podría haber pasado muy bien de largo sin ver esta reveladora pieza... Que además se supone que es reidera... los gallegos pueden encontrarle su gracia, lo que es yo... incluso las risas de los amigos sonaban más que nada a compromiso. Porque además la puesta es muy sencilla, nada de producción, se nota que fue grabada por una compañía de teatro independiente, con un practicable como fondo, un sillón y una mesa con dos banquetas como escenografía. Hablamos de puestas minimalistas pero tampoco de teatro de la pobreza... Eso sí, el elenco es muy bueno, salvo el actor que hace de gay, que presenta el estereotipo archiconocido y recontra transitado del homosexual afeminado y amanerado (para componer aun gay recorran el trabajo que hizo Ranni en un capítulo de "Nosotros y los Miedos" y verán lo que es trabajo actoral para sacarse el sombrero -en caso de que usen sombrero-). Fuera de eso, las actuaciones muy buenas y hasta excelentes, con vitalidad y desparpajo y gracia hispánica.
La acción transcurre en lo de los García Saavedra, tres hermanos, a saber: Lucía, Mónica y Fernando y el pretendiente de Lucía, Carlos. Ya en el primer momento nos enteramos que la casi adolescente Mónica está enamoradísima de su futuro cuñado y no bien se quedan solos trata de avanzarlo con no pocas propuestas sexuales. Carlos empieza a dudar de su amor por Lucía y se deja llevar por la niña con la que además de compartir su amor por la play y la Guerra de las Galaxias se siente muy atraído. Mientras, irrumpe Fer con la noticia que le ha dado su padre de que es adoptado y las múltiples consecuencias que esto le ocasiona. Estado propicio para que Lucía, su ex hermana o hermanastra ahora, se lance sobre él con verdadero espíritu de comehombres ya que siempre lo deseó, y hasta se olvide de su compromiso con Carlos, a quien encuentra verdaderamente soso. Fer se escabulle del amor de su hermanastra y dice que él no lo comparte. Ella le recuerda cuando, hace 20 años atrás él le desgarrara su vestido nuevo y ella lo esperase en el cuarto completamente desnuda, con las piernas abiertas y lo besuqueara en la boca... Claro, el público español se ríe con ganas de todas estas cosas, a mí no me provoca ni una sonrisa, perdonen lo amargado... Luego suben Mónica y Lucía a ver a la Yaya, la abuela nonagenaria que odia a toda la familia pero que tiene una buena herencia, por lo que todos están esperando sin la menor verguenza que la vieja estire la pata, lo que, según sus cálculos, no debe faltar mucho en producirse. Se quedan solos Carlos y Fer y el primero lo incita a beber -es indispensable que se embriaguen bien todos los personajes para soltar sus secretos, como en toda obra de este tenor que se precie, ¡¿qué harían los dramaturgos sin una botella de whisky a su alcance?!-. Fer toma tequila, y esto lo hace salir del closet en el que ha permanecido tanto tiempo por mandato paterno, ahora que sabe que ya no es más su hijo se da permiso para asumir su nueva sexualidad... y se le tira encima a Carlos, diciéndole que está enamorado de él. Pero ahora se entera Lucía, quien se ha quedado sin Carlos y sin Fer, por su codicia de acapararlo todo, y Carlos acepta muy cómodo a Mónica como su nueva novia.
Pero aún nos falta conocer la historia de Carlos. Huérfano, fue criado por una tía soltera en un paraje solitario, quien parece ser lo trataba muy mal. El se fue de su lado y se metió en un grupo de whatsapp llamado Arroz con pollo, que contaba historias estrafalarias sobra la vida de su familia. Estos eran los García Saavedra, y así logró meterse en la casa, por interés, pero sobre todo por el olfato que lo llevó a la herencia de la Yaya, quien lo nombró su administrador y gerente personal y a quien le dejaba toda su fortuna -sin olvidarse de pasar una pensión vitalicia a sus 37 nietos-. Claro, con el tiempo aprendió a querer a la familia y a sentirse parte de ella, de modo que se puso de novio con Lucía, a quien acaba de dejar por Mónica, quien al saber todo esto, ahora lo rechaza. Los tres hermanos lo expulsan de la casa, pero enseguida se dan cuenta que se ha muerto la abuela, y quieren reconquistarlo para sacar una tajada de la herencia. Bueno, hasta acá voy a contar, aunque siguen las vueltas de tuerca. Pero, con qué necesidad se nos cuenta todo esto a nosotros, pobres espectadores que lo único que queríamos era reírnos y no lo conseguimos. El público es escaso y se nota que son amigos y familiares de los actores, es una función muy de entrecasa. Ellos son: Viki Villalba, Edu Rajón, Rodrigo Poisón y Carlota Baró, muy buenos todos, con puntos sumados para la actriz jovencita que hace de Mónica, no sólo por su belleza sino por su solvencia y actitud escénica marcada. Con mejores condimentos podría haber llegado a ser una excelente obra. Una lástima.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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