Estoy francamente indignado con esta película. No me imaginaba que iba a ver una cosa tan ñoña, tan imbécil, tan superficial, viniendo como viene del cine norteamericano independiente. Tampoco me proponía ver un cuestionamiento a los fundamentos de la iglesia católica del estilo de Kieslowski, pero sí, al menos algo que hiciera tambalear los cimientos. El resumen de la cosa es que hasta los cristianos más fervientes, los que hacen de su religión su punta de lanza, cometen actos sexuales, ya sea consigo mismos o con otros. Nada de depravación ni de suciedad, que no sea para tanto.
La película empieza con una clase de sexualidad en una escuela ultra católica de los Estados Unidos por el Murphy (una cargada a la serie tan exitosa dirigida por Michael Landon?) les dice a chicos y chicas que los varones son como un horno a microondas, necesitan apenas segundos para calentarse mientras que las chicas son como los hornos tradicionales, van más lento. ¿En serio se creen eso? Y que la función del sexo es sagrada por lo tanto su objetivo es... el matrimonio, y con él, la procreación. Todo acto sexual que vaya en contra de esto estará sancionado por el Señor. El único pecado que se le puede imputar a Alice (una jovencísima Natalia Dyer) y su amiga Laura (Francesca Reale) es el de rebobinar la película "Titanic" hasta el momento de la presunta relación sexual entre los dos jóvenes protagonistas. Con eso ya les alcanza. Cuando Natalia descubre que su teléfono celular, puesto en modo de vibración y colocado en su entrepierna le proporciona gratos momentos se le abre un mundo nuevo: el del pecado. Además se le acusa de haberle "tirado la ensalada" a su ex novio Wade (Parker Wierling), una expresión que sólo a los yanquis podía ocurrírseles, que parece que significa algo así como meter la lengua en el ano. Por supuesto que la quinceañera Alice vive en su mundo y desconoce lo que quiere decir lo de la ensalada. Así se lo preguntará a un desconocido que está del otro lado del chat por internet, cuando decida tener una sesión "prohibida" y su interlocutor le pregunte si ya está mojada y ella le contesta si él también se mojó. Por supuesto que sus aventuras por internet no prosperan porque está en la casa con sus padres y estos la controlan mucho. Pero se abre la posibilidad de asistir a un retiro llamado Kirclos a donde ella va de muy mala gana. Es tiempo de rezar el rosario y de dedicarse a la introspección. Pero lo primero que descubre al llegar es a Chris (Wolfgang Novogratz) quien le atrae de inmediato por su gran físico y por ser bien parecido -bien parecido a un mono-. El destino la separa de su amiga Laura poniéndolas en cabañas separadas, y ella tiene que ir a una liderada por la dulce y angélica Nina (Alisha Boe), una chica afroamericana que parece la encarnación de la Virgen María en la Tierra. Lo primero que esta le pide al acomodarla en su cuarto es que le entregue su reloj y su teléfono celular, pues el tiempo que se medirá de ahí en más es el de Dios. Alice hace trampa y se queda con su celular que le proporciona tantos placeres impuros...
Son recibidos por el Padre Murphy (Timothy Simons) quien les asigna una mesa y un número, a ella le toca la presidida por Chris y se ruboriza bastante. Les presentan una lista de sentimientos entre los que tienen que seleccionar los que hayan sentido últimamente y encuentra para escándalo: excitación. Por supuesto que lo marca, aunque en el momento de entregar la hoja quiera borrarlo infructuosamente. Aclaro, la excitación no siempre es sexual, uno puede sentirse excitado por millones de cosas, y de más está decir que yo me paso el día excitado, aunque es más de enojo que de sexo. Pero la pacatería norteamericana no lo entiende así y le cuesta a Alice una confesión con el Padre en donde tiene que aclarar que si bien estuvo caliente no hizo nada para remediarlo.
Pero como la mentira tiene patas cortas, Nina descubre que le ha ocultado el teléfono y como castigo la mandan a recoger la basura y limpiar los pisos de todo el salón. Una noche que se queda limpiando accede a la computadora del Murphy y se mete en un chat erótico para descubrir qué era lo de la ensalada, pero casi la atrapan. Al día siguiente, el Padre los anoticia que se dio cuenta de que alguien anduvo por su computadora para mantener charlas sexuales. Claro, ella no dice nada pero Laura sospecha que fue Alice. Otro día, mirando desde la ventana de la cocina ve a Nina practicarle una fellatio a un chico y ella, trapeador en mano, se monta sobre el palo y comienza a frotarse, llegando casi hasta el clímax si no fuera porque sor Luisa entró para hacerse un té. Cuando todas las sospechas de la computadora recaen sobre ella, ésta consigue una pulserita con el nombre de Wade, que éste deja caer, y la coloca hábilmente debajo de la computadora para que lo culpen a él. Esa noche, mientras hace la limpieza -pobre, la tienen como a la Cenicienta- descubre al Padre Murphy que entra a su despacho para... masturbarse viendo una película porno en su computadora. Claro, al día siguiente todas las culpas caen sobre Wade y este se confiesa públicamente de que utilizó la compu pero se arrepiente.
Cansada de tanta hipocresía reinante, Alice se escapa de un fogón que hacen una noche en el bosque y se va hasta un bar de carretera, en donde encuentra un hada madrina que le pregunta si es del retiro. Y le dice que ella también fue ferviente católica en su adolescencia y que tenía miedo de ir al infierno y todo eso pero que por suerte se dio cuenta a tiempo de que todo era basura y que cada uno se tiene que preocupar por "su propia mierda". Cuando a Alice le toque ir a confesarse con el Padre le dirá que vio una película pornográfica y le describirá con lujo de detalles la que éste estaba viendo. El Padre se atraganta pero no dice nada y la manda a rezar no sé cuántos Padrenuestros y Avemarías. En la celebración final cada uno tiene que agradecer de alguna manera y Alice se despacha con un discursito "subversivo" sobre que el mundo de la religión está lleno de hipocresías, que cada uno tiene que preocuparse por lo propio sin tener miedo al pecado y ocuparse "de su propia mierda". Por supuesto que las bienpensantes almas católicas se escandalizan y cada uno vuelve tranquilo a su conciencia.
Por suerte Alice ha cambiado. No sólo sabe el significado de tirar de la ensalada sino que ahora elegirá una universidad que le abra la cabeza y que no esté a la vuelta de la esquina de la casa de sus papis. Y ya puede rebobinar sin culpa Titanic y meterse la mano en la tanga para divertirse un rato, y lo que es más... encuentra un juguetito que vibra...
Una soberana estupidez me pareció esta moralina que deja bien parados y sentados a los católicos practicantes norteamericanos, con profusión de crucifijos, vírgenes de las de cera y las de carne y mucho olor a viejo aunque aún se sigan dando clases como las del comienzo en colegios anquilosados en la historia. Y gracias a Darwin hoy no creemos el cuento de Adán, Eva, la manzana y la serpiente que sino... Por suerte cerebros subversivos hubo en todas las épocas, y no sólo le debemos a Darwin sino también a Galileo, a Servent y a Freud el habernos declamado lo que pasaba más allá de nuestras narices.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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