¿Cuál es la imagen que tiene que tener un ministro y futuro candidato a la presidencia de un país? ¿Acartonada? ¿Confidente? ¿Canchero? ¿Suelto? ¿Cómo se supone que ganará mejor imagen? Y la pregunta que sigue a continuación: ¿Debemos creerle a un político que ha sido preparado para cambiar su imagen? ¿Hasta qué punto es auténtico y veraz lo que propone? Estas son algunas de las preguntas que nos propone la más que atractiva "Coach" que bajó ayer de cartel en el Teatro de la Comedia, después de sólo dos meses en programa. El autor es argentino y sabe muy bien de lo que habla, José Glusman, también actor y director, al que se le conoce una sola obra como dramaturgo además de esta: "Anónima" (1992), por lo menos es lo que anuncia el programa de mano. Fue más prolífico en el cine, donde debutó en la autoría y dirección en el 2000 con "Cien años de perdón", una película mediocremente buena, y en el 2007 estrena el documental excelente "Final de obra", dirigiendo también "Solos" (2006), "Domingo de Ramos" (2012) y en 2015 el documental "León, reflejos de una pasión", de la que no puedo opinar ya que no vi. El director es el eximio y prolífico "Manuel González Gil" que ya cuenta una enormidad de obras estrenadas, lo cual era todo una garantía. Los actores también son otra garantía, Manolo Callau, Pablo Alarcón y Coni Marino.
La trama es la de un ministro de desarrollo y planificación que no sabe hablar en público, Félix, (Manuel Callau) y al que se le contrata un profesor de teatro, Pedro para que sea su "coach", profesión muy de moda entre los políticos actuales ya que no todos tienen la suerte de ser un Lisandro de la Torre o un Alfredo Palacios. Hay también una secretaria personal de Félix (y amante de él), Sonia, de la alta sociedad, doble apellido, que trabaja entre las sombras pero a la que no se le escapa ningún detalle sobre la carrera de Félix ni sobre las supuestas reuniones "confidenciales" entre profesor y alumno. La trama me hizo recordar mucho la de la película ganadora del Oscar en el 2010 "El discurso del rey", dirigida por Tom Hooper, donde el rey de Inglaterra contrata un profesor para que le ayude a vencer su tartamudez, lográndolo finalmente con éxito. La película también descansaba sobre un triángulo: el Rey (Colin Firth), el profesor en dicción (Geoffrey Rush) y la esposa del primero (Helena Bonham-Carter). Las coincidencias son varias y como especificara el diccionario de Les Luthiers: Plagio (fuente de inspiración). Nada más que apostrofar.
Las clases comienzan ante la resistencia primordial del ministro a quien, por supuesto, le incomoda hacer el ridículo y me causaron mucha gracia porque son tal cual las clases de teatro que recibí de varios profesores y que yo mismo implementé en mi versión docente. Primera clase: "Cierro los ojos y veo un cielo azul, un campo verde, un riacho que corre al costado, un ciervo que corre despreocupado por la pradera, etc". "Dejo caer los brazos, me desplomo como un muñeco sin fuerzas". Segunda clase: "Cuéntele a la cámara algo de su vida. Dónde nació, cómo fue su infancia, música preferida, autor preferido en literatura, etc". Tercera clase: Un fogonazo de preguntas hechas por periodistas a las que el ministro no tiene tiempo de contestar. Cuarta clase, cambio de roles, vos sos Pedro y yo soy Félix. Ahí se pone brava la cosa porque se dicen sin anestesia lo que piensa el uno del otro, ridiculizándolo y haciéndolo sentir incómodo. El final está cerca, el final entre ambos hombres, se entiende.
Finalmente el ministro es ascendido a Jefe de Gabinete y su lugar lo pasa a ocupar su secretaria, quien será ahora la depositaria de las clases. El rol de Jefe de Gabinete le resulta a Félix bastante incómodo, ya que resulta un techo en su carrera, ya no podrá aspirar a Presidente. ¿Dijimos que la obra se trata de una comedia? Esto es muy importante porque bajo la máscara del humor se pueden decir varias verdades que de otra forma dolerían. Por supuesto que no se dice el partido al que pertenece el ministro, pero sí el que votó el profesor, el Partido Popular de los Trabajadores Socialistas, que según nos dicen están en las antípodas el uno del otro. Lo que no nos queda claro (por lo menos a mí) es si el político es decente o corrupto, ya que por momentos se desempeña con total honestidad y en otros deja ver un profundo cinismo. Es el juego de la política, me dirán, no puede haber un político totalmente decente (reitero lo del principio, en nuestro país, antes los había, aquellos que se batían a duelo por el honor). Félix insiste en que deben existir los pobres ya que ellos son su plan de gobierno, todo lo que se haga en política debe ser para combatir la pobreza, pero una vez acabado eso, se acabó el "curro", por eso es necesario que siempre existan pobres... ¿Les suena el discursito? El cinismo llevado a su grado más extremo. Existe corrupción también en el aparentemente "decente" profesor, ya que por ganar 50.000 $ mensuales accede en apoyar los discursos falsacionistas de su alumno. En fin, que votemos a quien votemos "vivimos en el mismo fango, todos manoseados".
Es una obra que hace reir, y mucho, sobre todo en su primera parte, y nos hace ejercer el noble ejercicio del pensamiento y la confrontación. Yo fui a verla con mi amiga Amalia (compañera de cine y teatros) y aunque adhiramos a partidos distintos y contrapuestos nos encontramos cómodos con la mirada del autor, ambos. Habría mucha más tela para cortar en el análisis de esta obra, que inexplicablemente desapareció tan pronto de la cartelera porteña, pero vamos a conformarnos hasta acá. Sólo digamos que el slogan de la obra es "Esta es mi manera de hacer política, si no les gusta, tenemos otras!!!", lo cual nos hace recordar sobremanera el latiguillo de Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero si no les gustan tengo estos otros".
Hacía mucho frío anoche en este otoño porteño que adelantó el invierno, pero lo pasamos muy bien y valió la pena haber salido. Esperemos que se estrene pronto en Teatrix esta formidable propuesta.
Gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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