¿Qué se puede escribir sobre "Los Perros de Paja" que no se haya dicho ya? Ver esta película es una experiencia perturbadora. Sobre todo porque el que estaba del otro lado de la cámara era Sam Pekinpah, un director obsesionado por todo lo que fuese sangre y violencia, logrando obras maestras como "La Pandilla Salvaje", "La Fuga" o "La Cruz de Hierro", quien muriera en 1984, viviendo tan solo 59 años. Al frente de la cámara estaba el grandioso Dustin Hoffman, jovencísimo (la película es de 1971) y una lindísima y expresiva Susan George, actriz de segunda línea pero así lo requería el papel para no eclipsar al astro. Ellos son los señores David y Any Sumner, un matrimonio disímil: mientras él era un cerebro brillante, dedicado a la matemática y en especial al estudio de las radiaciones estelares, ella se preocupaba más por enardecer las hormonas de quienes la veían pasar. Y sobre todo en este pequeño pueblito de Inglaterra, a donde fueron para cumplir una beca de él y donde ella se crió, donde impera la paz y un grupo de malandras siempre dispuestos a burlarse del americano y desear a su linda esposa (incluso uno de ellos había sido novio anterior de ella), a punto tal de ejercer una violencia soterrada contra David, violencia que se expresa al comienzo en los pequeños gestos, una contestación, una mirada, el estropearle los controles del auto, tenerlos permanentemente vigilados por trabajar en casa de ellos reparando el techo del cobertizo... hasta que las provocaciones de ella (a quien roban una prenda íntima) paseándose desnuda por la ventana o con suéter sin corpiño por el pueblo, culminen en el ahorcamiento del gato de los Sumner y el colgarlo dentro del armario, como para comprobar que tienen total acceso a la casa.
El nudo de la película es si en una situación extrema puede vencer la violencia más brutal o la más refinada inteligencia. Esa es la cuestión. Hay nociones de violencia encubierta también en David, quién compra en los primero minutos del film una "trampa para hombres" (especie de trampa para osos pero de mayor tamaño), o el sugerirle a su esposa que se comporte como una niña de 8 años ya que a él le excitan las de esa edad. Hay también en el pueblo un patriarca exasperado y borrachín que tampoco le teme a la brutalidad y que es padre de una adolescente de nombre Janice (hermosa, por cierto), que se pasea en mini-minifalda entre esos hombretones con las hormonas siempre a punto. Y hay uno medio retardado que será el detonante del conflicto central. Cuando los cuatro hombres que trabajan en la granja de David lo invitan a cazar patos y lo dejan esperando en su escondrijo todo el día, aprovechan para ir a la granja y uno de ellos (el antiguo novio) violar a su mujer (que según el madrigal de Les Luthiers: -...y parece estar muy triste, -....sin embargo le gustó). Luego la violará un segundo hombre (a contranatura) y ella permanece llorosa todo el día hasta que a la noche deban ir a una fiesta de la iglesia anglicana del condado. Es muy ágil y bien elaborado el montaje de la violación con el de la posterior fiesta y los recuerdos de aquella, la seducción de Janice hacia el tonto de los muchachotes y la posterior muerte de la joven a manos del grandulón, mientras en la fiesta de la congregación una cantante entona el aria "Caro nome" de "Rigoletto" y se hacen demás presentaciones religiosas. Tom, el padre de la muchacha es advertido que la vieron salir con Henry Niles y comienza la búsqueda de éste, quien, corriendo por la ruta es atropellado por David y su esposa. Lo cargan en el auto y lo llevan a la granja. A partir de allí comenzará un hervidero de violencia y sangre por parte de los cuatro hombres y el padre de la chica quienes rodean la casa pidiéndoles les entreguen a Henry, y ante la negativa de David empieza la más sanguinaria de las ofensivas, llegándole a romper todos los vidrios de la casa, a echarles ratas adentro y a prender fuego las cortinas, a lo que David responderá utilizando su poderosa mente de jugador de ajedrez. El film finaliza cuando David lleva a Henry al pueblo y éste le dice "Yo no sé volver a casa". "Yo tampoco", contesta David, es decir que después de haber pasado la peor de sus noches, con cinco muertes en su haber y recurrido a la violencia para defender lo suyo, ya no podrá volver a vivir su vida anterior de hombre pacífico y pensante, enemigo de la sangre y el descontrol.
La película está ambientada en una pequeña población de Inglaterra, pero lo podría ser también de Irlanda, por la música y los paisajes, y nos recuerda mucho la época del "Free Cinema Inglés", con autores como Ken Russell o Tony Richardson. También nos recuerda a los caracteres utilizados por el maestro Hitchcock en su "Frenesí", penúltima de sus películas y ambientada en un medio inglés. Más cercano en el tiempo las imágenes remiten a otro luchador de las clases sociales, Ken Loach y su iconografía inglesa o irlandesa. En fin, que he visto una gran película que será muy difícil de olvidar, con una actuación brillante de Hoffman (todavía no en el pico de su carrera), que atraviesa todas las capas más primitivas del ser humano, hasta descenderlo a un verdadero animal, y que atraviesa asimismo sentimientos cruzados de los personajes y de los espectadores que se volverán -sí, créase o no- en monstruos sedientos de sangre.
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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