sábado, 22 de octubre de 2016

Mi crítica de "Deseo" (Teatro)

Hola, amigos. Ayer fui a ver "Deseo", frente a mi deseo de verla y en contra del "Regular" que le brindó "La Nación". Y me encontré con una obra fresca, audaz, valiente, muy bien actuada y dirigida, que realmente justificó el haber ido. Vamos por partes, la directora es Alejandra Ciurlanti, de quien yo sólo había visto su puesta de "Rainman" y la codirección con Juan Pablo Geretto de "Como quien oye llover". Y realmente me sorprendió porque se atrevió a jugar con un material sensible: el deseo sexual y sus complicaciones. Todos somos animales antes que personas, por lo tanto todos deseamos... pero ¿hasta dónde nos puede llevar esa pulsión? ¿Cuánto hay de controlable en ella? y ¿hasta dónde conviene dejar fluir al deseo? ¿Cuáles pueden ser sus implicancias? La obra es de un polémico autor español, Miguel del Arco, y está interpretada por Juan Gil Navarro, Julieta Ortega, Alejandro Paker (amigo de esta casa, por su brillante labor en musicales) y mi amada (sí, integra el panteón de las diosas) Moro  Anghileri (sobre todo porque no sólo es actriz sino también directora, dramaturga y directora de cine, algo que este cronista desearía para él).
Pero vayamos a unas palabras del autor de la pieza, del Arco, que nos van a aclarar un poco el panorama: "Dijo Montaigne que nuestro deseo es indeciso e incierto; nada sabe poseer y nada sabe gozar rectamente. Aunque también sabemos que sin dejar vía libre a esa fuerza motriz, el ser humano jamás hubiera progresado. Luchamos permanentemente entre la necesidad de trascender y la constatación de que nuestra vida no es nada más que un secreto fisiológico. Amar racionalmente o seguir nuestros impulsos. Es todo muy oscuro. Hay veces que si te dejas envolver por la oscuridad se consigue un estado de mayor percepción, más sensitivo, más propenso al viaje emocional... Ojalá sea el caso. Ese es nuestro Deseo". A esto yo podría agregar que no somos seres puramente deseantes en el ámbito pulsional, sino que también nos mueve el amor, el cariño, la comprensión, con lo que básicamente fundamos nuestras relaciones y nuestras elecciones de una estabilidad emocional. De lo contrario no se diferenciaría para nada el animal del ser humano, quien es capaz de tomar resoluciones coherentes y acordes a su fin. Pero recordemos que Freud dijo que el objeto del deseo siempre es oscuro. No sabemos lo que deseamos... Y después vino Buñuel, ese gran maestro surrealista del cine a reafirmarnos "Ese Oscuro Objeto del Deseo".
Pero vamos a la obra, que me hace recordar mucho a "Las Relaciones Peligrosas", esa notable novela francesa de deseo, sexo, intrigas, seducción, fatalidad y muerte. Aunque acá la muerte no tiene forma de espada sino de palabras. Palabras. Hay muchas palabras en la obra, y buenos razonamientos llevados a su extremo. Y silogismos perfectos. Es una obra maestra de la lógica. Ana (Julieta Ortega) es conocida de Paula (Moro Anghileri) del gimnasio, quien le cuenta sus proezas sexuales junto a su amante y Ana queda sorprendida por tanta fogosidad aunque ella la mantiene diez años después de casada junto a su marido Manuel (Juan Gil Navarro). Ese fin de semana deciden reunirse en su casa de campo Ana, Manuel, invitando a Paula y a Teo (Alejandro Paker), un amigo de ambos recientemente separado. Los dos solteros están en plan de diversión y pronto comienza el coqueteo. Pero lo que venimos a enterarnos es que Manuel es el secreto amante de Paula, y esta va a intentar provocarlo desde todos los ángulos aún enfrente de su mujer. Manuel reacciona muy mal frente a la invitación a Paula ese fin de semana. Pero Paula y Teo logran unirse sexualmente, impulsados, claro, por el deseo. Manuel y Ana no se quedan atrás y deciden aprovechar el finde. Las escenas de sexo entre ambas parejas están muy bien sugeridas (más que mostradas) en la semipenumbra del proscenio. La mañana siguiente están los solteros eufóricos por su noche de sexo y piensan en repetirla en cualquier parte, mientras Manuel se muestra muy distante. Pero el deseo de que se habla no es puramente del deseo sexual, sino también del simple deseo de desear lo que el otro tiene. Los lacanianos van a decir que "el deseo es el deseo del otro", algo que saben muy bien los vendedores de colectivos, aun sin haber pasado por la universidad, cuando dicen: "Ya le entrego señora", sin que nadie le haya pedido nada. Buscan despertar el deseo de sus posibles compradores invocando el deseo de otros. Decíamos que es desear lo que el otro tiene, y así se va a desplegar de forma perversa por parte de Paula el querer unir a Ana y Teo, hablándole halagos del uno a la otra y de la otra al uno. Por supuesto que una chispita se enciende. Mientras Ana y Teo tienen sus escarceos sobreviene la unión de Paula y Manuel, y todo es observado por Ana, quien abre sus ojos a la realidad. Hay un "espanto" en Paula hacia la agresividad de Manuel y le dice que está verdaderamente enamorada de Teo (¡Ah... irrumpió el amor...!) y que decide irse con él. Teo la entiende y deciden irse juntos. Pero Ana hace un llamado de teléfono a la esposa de Teo para que reconsidere su situación y esta lo llama a él para una posible reconciliación, con lo que Teo decide dejar a Paula. Hay un diálogo muy fuerte entre ambas amigas y un final que sino es el de "Relaciones Peligrosas", se le asemeja mucho, sólo que un poco más macabro. Allí cae un telón entre Ana y Manuel, quien le pide tratar de seguir juntos pero ella se ve obstruida por la furia... hasta que esta es reemplazada nuevamente por el deseo.
Hay muy buenos trabajos, sobre todo en las mujeres, Moro Anghileri despliega toda su sensualidad y sexualidad, que es mucha (aunque sea chata como una tabla, como mi prima Leticia... de las tetas, ¡ni noticia!), y sabe comportarse como una leona sexual y provocar muy bien; no el opuesto pero sino más bien recatada es Julieta Ortega en su papel, aunque no se priva de nada a la hora de la cama con su marido, y el desnudo parcial que hace es muy delicado y bien conducido. De los hombres se luce más Alejandro Paker, que como buen cantante y bailarín se permite unos pasos de baile y un "Moon River" cantado a capella que pone más tirantes las cosas. Como comediante también se luce. En una cuerda un poco más dramática y concentrada encontramos a Juan Gil Navarro en su Manuel, atrapado entre sus dos amores. Es un verdadero cuadrángulo de pasiones lo que se desata aquí, realmente quieren todos con todos.
Es una obra nada complaciente, con un lenguaje fuerte y preciso, acá los actos sexuales y los órganos son nombrados por su nombre vulgar y no por los de la Real Academia (aunque también los acepta), así que les advierto, no es una obra para puristas del lenguaje. La pieza hace reír mucho y también reflexionar, nada está exento del prisma del deseo y a desear y ser deseados nos lleva (lógicamente deseamos a las dos mujeres de la obra a más no poder, hasta que tendríamos ganas de volvernos a casa con una de ellas -al menos-). Ampliamente recomendable -a mi gusto- aunque las críticas que anden por allí no sean tan buenas.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente). 



  

jueves, 20 de octubre de 2016

Mi crítica de "Lutherapia" (Teatro)

Revisando mi colección de DVDs de Les Luthiers me dio ganas de volver a ver "Lutherapia" y pasaré a detallar por qué lo considero el mejor espectáculo de mi grupo humorístico-musical favorito. Para empezar, este show tiene la friolera de 9 años, ya que se estrenó en el 2007, cuando el genio de Rabinovich estaba en pleno auge y nada hacía sospechar su triste final. Vamos, que este show no hubiese sido lo que es si hubiera faltado Daniel Rabinovich. Todo empieza como una charla ente Ramírez (Rabinovich) y Murena (Mundstock), este último se define como psicólogo y decide ayudarlo al primero a curarle su neurosis. "Vamos a hacer una sesión cara a cara. Recuéstese en el diván" "¿Cómo, no me dijo cara a cara?" "No, cara-cara, muy cara..." Es el primero de una catarata de chistes sobre el psicoanálisis que irán desgranando a través de toda la obra. "En nuestra escuela psicoanalítica es necesario que el paciente se recueste, y que el tratamiento le re-cueste". Ramírez se siente mal porque tiene que realizar una tesis sobre la teoría estructuralista musicológica aplicada a la música de Mastropiero, y no sabe por dónde arrancar. Entre tanto, la charla de diván se ve interrumpida por un número cómico-musical, ya que esta es la columna vertebral del espectáculo. El primer número es una "opereta medieval": "El cruzado, el arcángel y la harpía" y ya demuestran todo su ácido y filoso humor. Un grupo de cruzados se dirigen a pelear la batalla con la que recuperarán Jerusalén de las garras del malvado musulmán Saladino (¡Buuuuuuuuuuuuuu!). Su jefe, Chistophe de Cotillon se ha llegado a enfrentar con Saladino y este le dijo: "Eres un hijo de mujer que comercia con su cuerpo, horizontal cuatro letras". A lo que Maronna dice: "Mamá" y Mundstock lo corrige, "también puede ser Papá" Y Rabinovich acota, "o abuela... no abuela tiene tres letras: a-bue-la". Son interceptados por el arcángel Manuel, quien los desvía al palacio de la diosa Harpía, una sensual mujer de quien se dice que en su palacio impera el vicio y el desenfreno sexual. "Dicen que hay vicios desconocidos... pero se aprenden rápido". Deciden desviar su curso e internarse en el castillo de Harpía y pasar una noche de desenfreno. En tanto el ejército de Christophe de Cotillon pierde la batalla final. El número que sigue es una "galopa psicosomática": "Dolores de mi vida" en donde Rabinovich, el solista, canta sus dolores cada vez que lo abandona su chica, a lo que le dice el terapeuta que está "somatizando". Con el tercer número se meten directamente con el humor negro, y así Núñez Cortés y Maronna componen a las viejecitas Clarita y Rosarito en el "vals geriátrico" "Pasión Bucólica". Las dos viejitas se reúnen a tocar música y a recordar al finado Arnolfo, marido de la primera y amante de la otra, como aquel día en que "casi se muere" y ella le dijo al médico "no se preocupe, otra vez será". Y que lo sacó de la sala porque en el verano lo vuelve a poner en la bóveda, "porque está más fresquito". Y cuando lo fueron a operar sale el médico y le dice "señora, lo perdimos en la operación... pero lo encontraron enseguida... ¿sabe cómo hicieron? Fueron siguiendo la sonda..." Y así desgranan entre anécdotas y romances frustrados lo más cáustico de su humor. Luego sigue una "balada, mugida y relinchada", un rock con algo de paz campestre titulado "Paz en la campiña". Vuelve a ser solista Rabinovich. Papel que tomará nuevamente para "Las bodas del rey Pólipo" (marcha prenupcial) en donde dos músicos (López Puccio en latín -violín de lata- y Maronna en guitarra) hablan loas de la joven princesa BIcisenda, quien se casará con el septuagenario rey Pólipo y de todas sus bondades físicas, peligrando su salud "cuéllica" ya que el rey ha mandado a matar a todos los abusadores músicos de la corte. Y llega uno de los puntos más altos del espectáculo, la "Rhapsody in balls", un "handball blues", que Ramírez dice haber soñado con que Núñez Cortés estaba tocando unos azules (blues) y era interrumpido por Maronna. Y así es, en esta pieza sin palabras, ya que mientras Núñez Cortés se dignifica como el excelente pianista que es, Maronna hace otro tanto tocando el "bolarmonio", un armonio compuesto por pelotas de handball que suenan en el mismo tono de la Rhapsody y que va tocando conjuntamente con el pianista, logrando un efecto reidero y musical hipnótico. El N° 7 es el oratorio "El flautista y las ratas", donde se cuenta la verdadera historia del Flautista de Hamelín y de como las ratas llegaron a constituirse en un pueblo, venerando a las famosas ratas beatas, las ratas de la fe (de la "fe de erratas"). Otro número con el que se viene abajo el teatro, la "cumbia epistemológica" "Dilema de amor", donde un solista epistemólogo canta nombres de epistemólogos y filósofos famosos secundados por el trío de cumbia "Los Brillantes" que cantan: "Que bonito mi amor, que bonito mi amor, hacernos cada día, muy juntitos los dos, la epistemología..." El "tarareo conceptual" es una definición de Mastropiero en que dice que para aprovechar mejor un tarareo deben utilizarse las mismas palabras del poema, como en aquella canción "La excursión de los amigos", que decía "ya pararon para comprar queso, ahora pararán para pan, pararán para pan", y en el "Aria Agraria" que entonan Rabinovich y Maronna con sendas guitarras hacen unos estribillos imposibles de repetir por su jugosa y jocunda interpretación de la letra "tarareada" o "laralaleada" o "borombombada". Y finaliza con el fallido "El Día  del final" (exorcismo sinfónico coral) donde presentan otro instrumento nuevo, la "exorcítara", cítara gigante alumbrada por focos de luz de led que constituyen sus cuerdas y que van desgranando sonidos al roce de éstas con las manos de los tres ejecutantes. Todo transcurre el 31 de diciembre de 1999, cuando se anuncia la llegada del Anticristo y un grupo de monjes quiere interrumpir el parto de la mujer que lo va a dar a luz. Si bien están muy graciosos todos, no alcanza el nivel cómico de sus antecesoras canciones. Terminada la sesión con el Dr. Murena, Ramírez logra superar su trauma y escribir la tesis, y nosotros hemos concurrido al más delirante, alto en calidad musical, humorístico y sensacional de los (todos) excelentes espectáculos de Les Luthiers. Está en DVD o se puede bajar del E Mule. Nuevamente sentimos la pérdida de ese gran histrión, músico y cantante que era Daniel Rabinovich y sentimos que esta hora y media que hemos pasado en la compañía de nuestros amigos es lo más semejante a la felicidad posible.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 15 de octubre de 2016

Mi crítica de "Nativo" (Teatro)


Teatrix estrenó ahora "Nativo" una obra que no me atraía mucho, donde el baile y la música indígena y folklórica iban contando desde los albores de nuestra raza hasta la integración de los nativos con los criollos. Como propuesta no era lo suficientemente atractiva para mí... y no me equivoqué...
Aunque la letra y la música sean de Eladia Blázquez, esté por allí Valeria Ambrosio y la idea, el libro y la dirección general sean de Diego Romay sentía que algo me faltaba. Y lo que falta es la historia. Hay algunos rastros de libreto por ahí, pero es muy pobre y no alcanzan a satisfacer una propuesta teatral. Todo empieza con cantos indígenas interpretados por Suna Rocha (que juega a imitarle la voz a Mercedes Sosa) y que las ofrendas a la Pachamama y más cantos indios vayan de la mano de Tukuta Gordillo no le da el relieve de "superproducción" a esta puesta con 30 artistas en escena. El baile que ejecutan los indios está muy bien, pero les desconfío a estos indígenas demasiado blancos (me parece que son truchos) y no del color cobre de la tierra que los vio nacer... Luego llegan los conquistadores con cabezas de caballos que me parece una buena idea sino hubiera visto antes la puesta de "Equus" que hizo Carlos Sorín (mucho mejor logrados estaban los caballos). Suna Rocha se pone en su rol de coplera para informarnos que los indígenas son diezmados por gente muuuuuuy mala, y que queda sólo uno vivo, como para mantener el fuego prendido. (Ya sabemos que acá todos los enemigos de los indios será gente muuuuuuy mala). Pero por suerte hay una criolla que se enamora del indio (no sabemos sus nombres) y bailan una zamba. Después (como en las peñas) se viene la chacarera y el malambo y aparece un capitán del ejército. Parece que a los ideólogos de esta propuesta el malambo les lleva a pensar en el grupo "Malevo", ya que hay mucho malambo a diestra y siniestra... pero no se engañen que estos no son los "Malevo". Después se viene música del altiplano con Tukuta Gordillo y su sikus... y la queja indiana, que si de por sí es triste, acá la hace mucho más plañidera... todo un regocijo, vea doña... Por suerte que por ahí aparece la zamba "La tempranera" para ilustrar la relación del indio con la criolla, con quien se ama con gran variedad de desplazamientos... y en todas las posiciones.
Sigue una escena bastante más movida, con la percusión al rojo vivo, al igual que esas armas que están preparando en la fragua, se viene la lucha... ¿con quién? ¿con los de afuera, con los de adentro? Mmmm... veremos veremos después lo sabremos. Hay un nuevo malambo mientras el indio se pelea con todos los malos, que acá son militares, criollos y gauchos. Se le ofrece un arma para defender a la Patria, pero él se la devuelve al Capitán con el mismo énfasis que le fue arrojada. Como consecuencia de esto el indio es estaqueado. Entonces sueña. Sueña con conquistadores y caballos, sueña con su amada quien es violentamente arrancada de sus brazos y violada por el Capitán (no se priva de nada, ya que soñamos, soñamos con todo...). Suna Rocha interpreta la "Zamba de la Luna Llena" cortando el ritmo del relato (un relato que de por sí no tiene el suficiente ritmo). Luego de esto lo enrolan en el ejército al "nativo", quien se pone su chaqueta militar encima de sus deshilachadas ropas telúricas. Las criollas despiden a los soldados bailando una zamba agitando pañuelos. Y aquí nos enteramos que la lucha era... contra los indios (¿la campaña del desierto?, nada está claro aquí), y cuando le toca sacrificar a uno de los suyos sufre un remordimiento y ahí, justo... ¡zas, suena un disparo y lo matan! Justo cuando se deshacía del traje militar es finado. Llega entonces la coplera y luego el llanto indiano (Suna y Tukuta de nuevo). Cuando lo llevan (¿a dónde?) lo hacen en la posición de Cristo crucificado, en andas. Para cerrar con esto los indígenas y las criollas bailan un carnavalito como para reconciliarse y que todo quede en paz, ¿vio? Finalmente los percusionistas de la orquesta nos tocan... ¡otro malambo! (se lo creyeron enserio lo de "Malevo"). Y así termina este precioso cuento de como los nativos (que eran todos muuuuuy buenos) se enfrentaron con gente muuuuuy mala, ¡¡¡para que aprendamos, caracho!!!
En definitiva, una propuesta que de tan lavada resulta desteñida, con folklore acorde (todavía estamos esperando que se estrene la película "Folklore", de Saura, filmada en nuestro país con artistas nuestros) e indigenismo de ocasión. Qué quieren que les diga, me revientan las antípodas blanco/negro, donde unos son muy buenos y los otros son muy malos, prefiero toda la gama de grises...
Y gracias por leerme hasta acá. El que quiera verla tiene que sólo pulsar el click en "Ver obra" y ahí tendrá para confirmar o discutir todo lo que yo le digo.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

lunes, 10 de octubre de 2016

Mi crítica de "Las d'enfrente" (Teatro)


Entre las novedades de Teatrix para este mes está el estreno de la obra de Federico Mertens (de 1909) "Las d'enfrente". Yo opino que es una comedia con un solo chiste bueno, el del final ("Se ha suicidado la madre de las chicas de enfrente"), todo lo demás es un sainete bastante zonzo que supo dirigir Rubén Stella con buena mano, haciendo que algunos momentos valgan la pena. El sainete y la comedia costumbrista son géneros muy utilizados en nuestro teatro, sobre todo por el gran exponente que fue Alberto Vaccarezza, y era ese tipo de obras que incluían a los inmigrantes de aquel entonces, estaban llenas de conventillos, gallegos, tanos, judíos y toda la gran inmigración. Creaba los reconocibles "tipos" y por lo general (digo "por lo general") eran obras sin mucha espesura. Esta es una comedia liviana que delata el año de su estreno pero con modelos bien reconocibles para nuestro hoy en día.
Yo recuerdo que vi esta obra de la mano de la inmortal China Zorrilla en forma de teatro leído, en el club de mi barrio (el Club Mitre de Floresta), acompañada por el también extinto Jorge López y en el papel de una de las hijas mi amada Marikena Riera. China utilizó esta obra para despedirse de las tablas y dejó de hacerla cuando cumplió sus 90 años. Allí el clima de jolgorio era total, y cuando la China se equivocaba en algún parlamento o leía lo que ya había leído, se la festejaba con grandes aplausos, como corresponde a toda gloria del teatro.
Pero vamos a la obra. El bebé atraviesa su "estadío del espejo" a una edad muy temprana, usando el reconocimiento de su imagen en el espejo como identificación con el propio cuerpo y el ir desarrollando su Yo futuro, aprende lo que es el cuerpo y su afuera. Algo parecido les pasa a las mujeres de esta obra, utilizando como espejo a "las d'enfrente", pero no para constituir su propio Yo sino más bien para empobrecerlo, imitando todo lo que hacen sus vecinas con el pretexto de no ser menos que ellas. Así constituye una especie de espejo deformante como los que hay en los parques de diversiones, para perder toda autenticidad en sus propias vidas, y cayendo en la estupidez del que vive la vida ajena olvidándose de vivir la propia. Si "las d'enfrente" compran tal cosa, hay que comprarla, si casan a su hija hay que casar a una propia, si ponen la luz eléctrica hay que hacerlo también. Si la hija se casa en tal iglesia hay que copiarlas, si publican el casamiento en el diario hay que hacerlo, si se van en viaje de luna de miel a Montevideo, allí irá la mayor de sus hijas, si la hija de enfrente rompe con el novio, la propia hará lo suyo.
La familia está sostenida por Don Esteban (Héctor Calori), un tano dueño del almacén Garibaldi, tan malhumorado como amarrete y su esposa, Doña Dorotea (interpretada por una gordísima Graciela Pal). Los hijos en cuestión son, Esther (Analía García Barbari), Celia (Carla Bianca) y el hijo Ricardo (Francisco González Gil). Con él "afilará" la joven profesora de piano de las chicas, Elena (Lucía Stella, realmente joven y hermosa) y el pretendiente de Celia será Genaro, el itálico brazo derecho de Don Esteban en su proveduría  (Joselo Bello). El cuadro se completa con la criada (Myriam Strat), porque si las d'enfrente tienen criada hay que tener una. Esta es la familia modelo que imita a su otro modelo.
Lo que no entiendo es por qué están tan mal dibujados los hombres de la casa, el padre es bruto y amarrete, el hijo es un pusilánime que sufre mal de amores (patético es el personaje y su interpretación) y ni Genaro se salva, también ordinario y seco de sesos aunque al final, cuando Celia lo deja, demuestra un poco de dignidad. Ahí los trazos fuertes están dados por las mujeres: una Dorotea que va y viene moviendo los hilos de los destinos de su familia, y dos hijas vagas que sin embargo toman las riendas para las cuestiones amorosas (copiadas). Hasta Elena toma la decisión de curar a Ricardo de su mal de amores declarándosele, aunque tenga novio, para que, una vez repuesto éste, lo deje por su novio. Ricardo caerá en el dolor de los despechados, y a instancias de Dorotea Elena volverá con él y se prometerán en matrimonio. Un detalle curioso es la breve pero efectiva composición de la criada, quien realiza un juego con el público. Como su papel es tan pequeño, casi insignificante, sus entradas y salidas se harán con paso demorado y parsimonioso para aprovechar sus minutos de escena, lo que convierte en desopilante su actuación.
Así, viviendo una vida prestada transcurre la vida de esta familia, que ya por esos tiempos era "disfuncional", aunque los hijos trataran de riguroso "usted" a sus padres. Las risas no son muchas, pero Stella en su rol de director sabe sacarle el jugo a todo costado risueño de la situación, inclinándonos a pensar que estamos ante una comedia "buena". Ya lo dije, gira todo en torno a la gran broma del final que cosechará mucha risa y mucho aplauso. Las interpretaciones no son del todo parejas, tanto Graciela Pal como Héctor Calori imponen su presencia de muchos años sobre las tablas, los restantes hombres, ya lo dije, exhiben una actuación que borda el patetismo y las chicas de la casa se defienden bastante bien en un texto imposible. ¿Qué lleva a los productores de hoy en día a poner tanto esta obra en cartel? Para mí sigue siendo un gran misterio, pero el público general lo agradece...
Gracias nuevamente por leerme hasta acá por un espectáculo que recomiendo fríamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

miércoles, 5 de octubre de 2016

Mi crítica de "Romeo y Julieta" (Teatro-Broadway)


Ahora Teatrix importa obras de Broadway en inglés, subtituladas, para nuestro deleite. Acá nos encontramos con una versión modernizada de la obra más representada de Shakespeare (junto a "Hamlet"), la obra emblemática del amor adolescente, interceptado por el odio de dos familias enemigas (la "grieta" ya viene desde la época isabelina, parece), que bien podría representarse en nuestro país enfrentando radicales vs. peronistas... Pero acá se ha optado por enemistar a muerte a una familia de blancos contra otra de negros.
"Romeo y Julieta" ha dado para todo, desde el cine, con la versión más clásica de Franco Zeffirelli (con la música exquisita del mejor Nino Rota), hasta las adaptaciones más modernas de "Romeo+Julieta" por Leonardo Di Caprio y Clare Danes, pasando por la adaptación libérrima para uno de los primeros musicales dramáticos de Hollywood: "West Side Story" ("Amor sin Barreras"- R. Wise- 1961) con música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim. La ópera no fue ajena a este drama y contamos con la versión de Charles Gounod y la "Capuletos y Montescos" de Vincenzo Bellini. Ni siquiera el ballet pudo evadirse, recordada es la obra de Serguei Prokofiev "Romeo y Julieta". El cine fue pródigo en adaptaciones de Shakespeare (Guillermo Sacude la pera, en su traducción), desde los experimentos informales del gran Orson Welles, pasando por las más tradicionales de Lawrence Olivier hasta el desaforado Kenneth Brannagh de la actualidad (ver su "Hamlet" de 4 hs con actores de todos los géneros es un gusto indescriptible).
Pero aboquémonos pues a esta versión que tenemos aquí. Está protagonizada por Orlando Bloom (un poquito grande para el papel de Romeo, y lo digo en edad no en grandeza) y la actriz de color... negro Condola Rashad. Todos ajustados bajo la gran batuta de  David Levaux. Se representó en el Richard Rodgers Theatre y la amplia sala viene muy bien para tal despliegue. Están aquí los Capuleto (negros) y los Montesco (blancos), Julieta pertenece a la primer familia mientras Romeo es de la segunda. El texto que se representa es el original de Shakespeare pero las acciones difieren, acá la vestimenta es moderna, las cadenas han reemplazado a las espadas y los puñales siguen siendo puñales. Pero pasa como pasaba en "El Quijote, por Pierrre Menard", de Borges. Aunque el Quijote escrito por Pierre Menard no difería una coma del cervantino, el contexto en el que había sido escrito era otro, con lo cual su lectura resultaba diferente, modificaba toda la obra. Cuando el contexto es distinto toda la pieza se transforma. Y es por eso que aunque acá se respete la puntuación shakespeareana, si el hábitat es distinto, estamos presenciando una obra nueva.
Y acá asistimos a la pieza de amor, deseo, muerte (que para Freud eran las dos únicas cosas que debían preocupar al hombre: el sexo y la muerte), venganza, violencia, lucha por el poder, traiciones, fidelidades... todo junto en dos horas y cuarto de representación, algo que sólo el genio de William Shakespeare podía conjugar. Vamos al  cuentito: Romeo está enamorado de Julieta y Julieta de él, les importa un pomo la rivalidad de sus familias, el amor de ellos está por sobre todo. Poco importa también que el padre de Julieta quiera casarla con Paris, un muy buen candidato para ella (blanco, en la historia). Romeo y Julieta son casados por fray Lorenzo, el cura que los cobija a escondidas, y en una gresca de las habituales Mercucio, el amigo de Romeo es asesinado por Teobaldo, primo de Julieta, y aquel asesina a este último. Por lo tanto se arma la de San Quintín y Romeo es desterrado a Mantua, pero logra ver por última vez a Julieta y le promete que antes de la noche de su casamiento irá a buscarla para llevársela con él. Fray Lorenzo se entera que Julieta va a casarse y le proporciona un falso veneno, el cual, al tomarlo, parecerá muerta por 24 hs, hasta que despierte en su tumba, rescatada por Romeo y los dos huyan. Ella lo hace y aparece "muerta" la mañana de su casamiento. Los padres y la ama la lloran y la depositan en una cama voladora que asciende hasta el techo del teatro. Pero la noticia no le llega a Romeo, quien va en busca de su amada y la encuentra... "muerta". Entonces decide suicidarse él también, con veneno, y abrazado a su Julieta. Se mata. En eso despierta Julieta, y al verlo muerto abrazado a ella, decide quitarse la vida con el puñal de él. Los familiares los encuentran poco después y deciden terminar con el odio entre Montescos y Capuletos. ¡No me digan si no es una tragedia! Para todos los tiempos y para todos los amores contrariados.
Ahora, a Orlando Bloom le queda grande el papel de héroe trágico, está muy bien para esas peliculitas que hace él pero no para Romeo, más preocupado por decir bien la letra que por desangrarse ante el cadáver de su amada. Condola lo hace un poco mejor (tal vez por no ser actriz tan conocida), llora con intensidad y fluidez y parece que lo ama y le importa enserio. Los efectos nuevos son muchos, desde esas varas de fuego que se izan hacia el cielo al principio del prólogo, la paloma amaestrada que vuela hacia el campanario, la pared con graffitis y agarraderas que utiliza Romeo y sus amigos para treparse, hasta la moto en la que hace su entrada triunfal Romeo. El planteo del balcón también está resuelto de manera ingeniosa y ambos amantes pueden jugar con él. Y les juro que acá no tuvo nada que ver aquel Pierre Menard...
El espectáculo es ágil y no aburre para nada, para aquellos que le tengan miedo a Shakespeare, les digo que pueden acercarse sin cuidado. Está muy bien planteado y hasta hay risas en la platea en determinados momentos (no entiendo por qué), ah, sí, porque la gente tiene que ir al teatro a "divertirse"... en fin...
Les recuerdo a los que entran a mi blog que pueden ver la obra apretando el ícono de "Ver obra" y para el subtitulado vayan al ángulo inferior derecho, donde dice CC, aprieten ahí que les van a aparecer los subtítulos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

sábado, 1 de octubre de 2016

Mi crítica de "La Furia del Volcán" (Teatro)

Ayer, en una cálida noche de esta primavera invernal fuimos, mi gripe y yo a ver la tan esperada obra de mis amigos Marina Munilla y Gerard Grillea "La furia del volcán", basada en la tempestuosa relación de Ingrid Bergman con el director Roberto Rossellini. Ambos son los autores del texto de la obra, Marina la protagoniza y Gerard la dirige. Además Marina se encargó del coach actoral.
Sin entrar en la hondura metafísica de los espejos de Borges, podemos decir que la obra toda es un gran juego de espejos: una actriz que personifica a otra actriz y que además en un momento nos encontramos en pleno paroxismo: una actriz actuando que representa a otra actriz actuando (cuando se narra los episodios de la filmación de "Strómboli"). Y Marina, que a la sazón viene a ser hija de mi directora de teatro Elsa Orrea (se me podrá preguntar ¿a la sazón de qué? -¿...?-) es consciente de su gran capacidad actoral y de lo que ella es capaz, y sabe ponerse en la piel de la cuarta actriz más famosa de Hollywood y llevarlo a buen puerto. La obra que presencié es una pieza inteligente, bien escrita por estos dos chicos (perdónenme, pero para mí son dos jóvenes), con un gran trabajo de investigación sobre la vida de la Bergman así como de Rossellini, con un buen material cinematográfico que se proyecta sobre la pared del fondo, y sobre todo es una obra dinámica. Y acá se nota la mano del director, que supo saltar del texto escrito al texto representado, dotándolo de una fuerza y una energía inhabitual. La obra muestra a Ingrid en su esplendor tras recibir su primer Oscar por "Luz de Gas" (1944), de George Cuckor (y no por "Intermezzo", como se muestra en la obra, película por la cual también estuvo nominada), hasta verla caer en el deterioro físico y mental que la llevarían a la ruptura con Rossellini, en el 57, y viéndola recibir su segundo Oscar por "Anastasia" (1956), de Anatole Litvak. Bergman recibiría su tercer Oscar en 1974 como Actriz de Reparto en "Asesinato en el Expreso de Oriente", de Sidney Lumet, habiéndolo perdido en 1978 por un trabajo mucho más comprometido en la excelente "Sonata Otoñal" dirigida por el otro gran Bergman (Ingmar).
Ingrid Bergman murió el día de su cumpleaños N° 67 por un cáncer de mama, pero a lo que acá asistimos es al período que va desde los años 1944 a 1957, años de apogeo con un gran amor prohibido y mal visto por la gente de la época, el genial director de cine italiano Roberto Rossellini. Ingrid deja a su marido Peter Landström (Roberto Mauri) y a su hija Pía, de tan sólo 7 años (Azul Badino Buono) ya que después de asistir al estreno de "Roma, Ciudad Abierta" (1945) de Rossellini, se da cuenta que este autor hace el tipo de cine que ella está buscando, algo más cercano a lo vivencial, a las cualidades humanas más profundas, que no supo encontrar ni siquiera en el cine de otro maestro: Alfred HItchcock, para quien filmó tres películas "Cuéntame tu vida" (1945), "Notorius" (1946) y la fallida "Bajo el signo de Capricornio" (1949).
Lo cierto es que nunca se vio una Ingrid Bergman tan sensual y hermosa como esta que reencarna en Marina Munilla, ni se la amó y odió tanto a la vez.
"Soy más mi verdadero yo cuando actúo que en la vida real", cofiesa Ingrid ante un reportaje con la chismógrafa televisiva de la época Hedda Hooper (Sandra Candore), y eso se demuestra en un cuidadoso trabajo de Marina y el director Gerard Grillea, que la hacen sentarse, posar, caminar, abrazar, besar y desenvolverse como representando un papel, con expresión teatral, el papel de su propia vida. Es muy sabia la elección de Marina para este papel, ya que lo da todo de sí, desde el llanto más desgarrado, hasta sus risas de enamorada, pasando por el barranco del abuso del tabaco y del alcohol. Y creo estar en lo cierto cuando ubico su actuación entre las tres mejores que ví este año, junto con Marilú Marini ("Todas las canciones de amor") y la de Paula Rasenberg ("Nerium Park"). Es un gran tour de force de dos horas donde permanece en escena todo el tiempo (salvo para cambiar de vestido) que exige mucho de ella y la pone en el olimpo de mis actirces/amores: Julieta Díaz, Érica Rivas y Juliana Ruíz (espero que no se enoje Gerard)...
Un párrafo aparte merece otro amigo mío en el elenco, Jorge Federici, con quien trabajamos juntos en "Los árboles mueren de pie". Él hace tres papeles, el de un pescador sin letra, el del cura de "Strómboli" y el del Juez en el divorcio de Ingrid con Peter, que si bien son papeles pequeños, demuestra la gran calidad actoral que él tiene, dejando en claro la frase de que "no hay papeles chicos, sino actores chicos". Jorge logra bordar sus papeles con la delicadez del orfebre y lo hace acreedor a otro aplauso.
Lo que podría criticarse de la obra es su gran extensión (2 hs.) que ya resultaba medio incómoda (no sé si era la obra o los asientos). Supongo que los chicos deben haberse encontrado con gran cantidad de información durante su investigación, y quisieron volcarla toda en la pieza. Pero sobreabunda la información, y unos buenos recortes no le hubiesen venido del todo mal, hay que dejar parte para la imaginación del público. Esto es así ya que por momentos se nota algo dispersa la atención y pierde dinamismo la propuesta inicial que es ya de por sí muy interesante.
Otra cosa que hay que apuntar es el desparejo nivel de interpretación. Si bien Marina, Sandra Candore , Manuel Crespo (Rossellini), Federici y Paula Resuk (Irene Dominic, el ama de llaves) son muy solventes, el resto cae en la apatía y en lo transitado.
Pero fuera de estos dos comentarios, la obra merece todo mi entusiasmo por recomendarla y decir "¡Vayan!", está en NoAvestruz (Humbolt 1857), en Palermo y es digna de verse por la temática, la dirección y la actuación más que sublime de Marina Munilla, una gran promesa, que también es cantante y bailarina. Gracias por la función que me ofrecieron.
Y gracias también a los que me leyeron hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).