Nuevamente le debo un agradecimiento a Teatrix por haber desempolvado este material (la obra debe tener unos 10 años de representada) y acercárnoslo a la pantalla de mi computadora. Se trata de "Pura ficción" una obra escrita, interpretada y dirigida por Oscar Martínez, acá junto a la compañía de Claudia Fontán. Que Martínez es un gran dramaturgo lo sabemos desde la exitosa "Ella en mi cabeza", que interpretara Julio Chávez (después Grandinetti), Juan Leyrado y Natalia Lobo, y la menos exitosa "Días contados", por Cecilia Roth y Claudia Lapacó. Que es ágil en la dirección tampoco es novedad (baste recordar "Todos Felices" y sus tres versiones), pero nunca había corrido el riesgo de dirigirse a sí mismo. Acá lo hace y sale victorioso. Como actor, Oscar Martínez es muy histriónico, grandilocuente, de gestos amplios y recargados, tremendamente expansivo y expresivo, verborrágico (todo lo cuál sirve muy bien para la comedia) y Claudia Fontán es una actriz de talento y sumamente simpática y una fiera cuando le toca defender su parte. Debemos decirlo de una vez: se trata de una comedia y es buenísima.
Martínez desnuda la condición humana, con sus contradicciones, su egolatría, su soberbia, su pensarse único en el mundo pero también tiene una mirada piadosa hacia el amor, el matrimonio y los hijos. No así hacia su ex pareja, a la que desea ver muerta. Oscar sostiene que el amor es una ficción, no porque sea una mentira, todo lo contrario, como buena ficción debe tender hacia lo verdadero, como el teatro, que nos invita a suspender momentáneamente nuestra incredulidad ante lo que pase encima del escenario, y, sobre todo, porque se alimenta de ilusiones. Pareciera que sin la ilusión es imposible vivir. Por eso postula que la vida es también una ficción. Y el que no la acepta, se suicida.
La excusa para largar tantos pensamientos es la de una pareja de actores y director y maestro de actores: Damián Salas y su esposa Claudia Marini, que se reúnen en el amplio estudio de él para ensayar una obra que se llama justamente "Pura ficción". Parece ser que entre el personaje que interpreta Damián y su propio ser hay grandes similitudes, este personaje también es vanidoso, egocéntrico y soberbio, sólo que va hacia el fracaso, es, en esencia un pobre tipo, como lo define su actor. El ensayo no comienza hasta el final de la obra, porque un ángel malvado mete la cola entre esta pareja. Antes de empezar la representación Claudia va al baño de mujeres, y ahí descubre un grafitti de una tal Carola que dice que se está acostando con su profesor, y dos inscripciones más que también dicen haber pasado por la cama de tan insigne formador. Lo que primero estalla es la ira desmedida, y el asombro por parte de él, que dice no estar involucrado en el hecho. Aquí comienza un diálogo feroz por parte de ella y las disculpas por la de él, quien dice que no sabe nada de eso, que si bien Carola Salerno es su alumna nunca se acostaría con una de ellas. En medio de la discusión lo llama su ex, con quien rehúsa hablar y su hija Valeria a quien no atiende. Valeria hablará después con Claudia y le dirá que necesita dinero para irse con su novio a vivir a Usuahia, sólo que la niña tiene 17 años. Su padre la ama pero también la aborrece porque dice que es el vivo retrato de su madre. Pasada la obra, y varios litros de tinta, se volverá más conciliador y aceptará el diálogo con su hija entre él y Sonia (su ex). Junto a Claudia, tiene otro hijo, Lautaro, quien lo ve como un dios. Pasados los insultos por parte de Claudia él le recuerda que también ella supo inflamarlo de celos cuando se rumereó en los programas de chimentos que tenía una aventura con un compañero con el que trabajaba en una serie, que siempre fueron infundados pues ella nunca accedió a sus requerimientos amorosos.
Larga andanada de palabras merece también su relación con Sonia, de quien no comprende cómo pudo en algún momento sentirse enamorado y piensan si lo de ellos no terminará de igual manera. Un amigo sabio e irónico le aconsejaba: "tenés que mirar muy bien con quién te vas a casar, porque es la persona de la que luego te separarás y pensá en qué clase de ex esposa se convertirá". Damián no deja nunca el cinismo de lado, ni tampoco la adoración por Claudia, quien en el fragor de su defensa se ha olvidado de las pintadas. Todo los lleva a discutir, su modo de relacionarse entre ellos, con los hijos, los padres, las alumnas, los compañeros de trabajo, en fin, todo lo que constituye la vida de un individuo.
Y decimos que Oscar Martínez es sabio, porque tanto como autor como en el rol de director, ha sabido cuestionar casi todo, abarca mucho más de lo que parece en su hora y media de obra, y además ha sabido pintar con piedad a sus personajes. Es un autor que no sólo se guarda para él los momentos cómicos, sino que le regala varias perlitas a ella para que se luzca. Debe ser uno de los pocos autores, junto con Woody Allen, Neil Simon y Nora Ephron que le da tanto valor al universo femenino tanto como al masculino. Y Claudia Fontán lo sabe aprovechar muy bien y es muy graciosa. La dupla, por lo tanto, funciona de maravillas. Termina la obra ensayando su pronto estreno y él tocando al piano el clásico "Tenías que ser Tú" con ella bailando al compás de la melodía.
Los diálogos son jugosos y contados con mucho sentido del humor, pero también de la observación de la realidad y de una comprensión inmensa hacia sus pobrecitos, pequeñitos, discapacitados seres humanos... Una obra para ver más de una vez y disfrutar con el humor inteligente de un grande de la escena. Oscar Martínez nos hace muy bien.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta acá. Recuerden que cliqueando en el "Ver obra" pueden acceder a la obra completa.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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