En otra versión perfectamente restaurada por Teatrix, nos presentan en esta ocasión "Días Contados", la obra escrita y dirigida por Oscar Martínez con un elenco estelar protagonizado por Cecilia Roth, Alejandro Awada, Gustavo Garzón y Claudia Lapacó. La pieza tiene ya más de una década de estrenada en el Complejo La Plaza y la vi en esa ocasión; bueno es reencontrarme con este material para disfrutarlo nuevamente. Esta es nuevamente una obra con formato de comedia, aquello que tan bien le sale a Oscar Martínez y, si bien esta es un poco más seria que las otras, no va en desmedro de ella. Los "días contados" hacen doble referencia, por un lado, la profesión de Ana Casal, la protagonista (Roth), que es actriz y escritora de teatro, y todo lo que veamos va a formar parte de una obra escrita por ella sobre unos días decisivos en su vida; la otra referencia son los días contados que tiene Carmen, madre de Ana (Lapacó), quién está internada en un sanatorio por una descompensación y que si bien no muere allí, sí lo hace tres meses después y una vez finalizada la obra. Las otras relaciones de la protagonista son con su hermano Javier, un psiquiatra aventajado (Awada) y su ex marido Agustín, editor (Garzón) con quien tienen una hija proclive a la mayoría de edad de nombre Paula.
La obra va cambiando de escenas y decorados según lo estructure su narradora, con un monólogo al público, quien va hilando los días en que le tocó vivir la internación de su madre. La obra, si bien compleja, destila humor y sabiduría en el examen de las relaciones humanas que son tan características de su autor (y aquí su alter ego, Ana). Es aguda en la relación de Ana con su madre, una relación tirante, abusada por la autoridad y la prepotencia verbal de una progenitora que no deja de ser irónica y sagaz, siempre metiendo el dedo en la llaga con respecto a su hija, quien no la tolera. Parece que toda la vida tuvo que tolerar el destrato de su madre y su preferencia por los hombres de su vida, menos por su marido (el padre de Ana) a quien siempre consideró un pusilánime. Así también provocó una ruptura entre los hermanos Ana y Javier, haciendo que tuviesen una relación conflictiva y desagradable, que trata de ponerse en claro durante toda la obra. El psiquiatra es quien se ocupa de hablar con los médicos y ver que en su madre no se produce ninguna mejoría, así como de atender su consultorio y su "pacientela", llegando al caso de tener que internar a un adolescente hijo de un juez que se encierra en el baño y con quien procura hablar por celular. La mirada cómica sobre lo dramático presta a la obra una doble ventaja: la lucidez con que se encaran los vínculos humanos y la de hacer soportable un tema por demás angustioso y que puede resultar difícil de tragar. La enfermedad y decrepitud de los padres es un tema muy frecuentado por el teatro, pero esta mirada humorística, le da un relieve particular.
Es clarificadora también la postura de Ana con su ex marido, quien se ha vuelto a casar con una mujer diez años más joven que ella y con quien van a tener un hijo, mientras que ella no volvió a formar pareja. En un momento de la charla le dice Agustín que Paula quiere ir a vivir con ellos, y que éstos están por mudarse a vivir y trabajar a España. Paula quiere vivir en el Viejo Continente y recorrerlo, aprovechando que se va a vivir con su padre y la nueva pareja y el hermanito por venir. Ana toma todo esto muy mal pues no se la ha consultado para nada y piensa que su hija la odia. Además hay unas reflexiones muy humorísticas de Agustín y el manotazo de ahogado que le pega Ana ante la internación de su madre. Lo llama a la una de la madrugada y le pide que vaya a visitarla como si fuese una visita de cortesía.
La madre internada en la habitación de sanatorio también resulta muy risueña, en una primera visita, en que se encuentra algo confusa y "su reloj atrasa quince años" y es visitada por Ana y Agustín, quienes le hacen creer que están casados y que Paula tiene 5 años, y Carmen reclama obstinada que le busquen un hermanito a la niña. Realmente, a pesar de lo confuso de la situación (o por eso mismo) tiene resultados muy jocundos y fecundos. La segunda visita, cuando se ha vestido toda y ha salido del hospital para llamar a su hijo y "darse el alta" también obtiene simpáticos resultados.
Las actuaciones han sido muy bien diseñadas por la mano rectora de Martínez en su rol de director. Cecilia Roth está impecable, con su estilo de mujer capaz de todo al que nos tiene acostumbrados, con muy buen manejo escénico y de voz y movimientos. Claudia Lapacó luce su oficio y está verdaderamente muy graciosa como esa Carmen que se resiste a que el tiempo pase. Awada está correcto como siempre y Garzón resulta un poco monocorde en su modo de hablar algo "atontado". Pero ya sabemos que la suma es más que las partes, y el conjunto luce fenómeno, realzando una obra que de otra forma no sería más que papel escrito.
A esta altura ya podemos hablar de Oscar Martínez, más que como un hombre de teatro, un verdadero todoterreno, ya que se desempeña tan bien en sus actuaciones como en la escritura y la dirección. Con tres obras escritas -al menos las conocidas por el público- "Ella en mi cabeza", "Días Contados" y "Pura Ficción" se constituye en un gran observador de las conductas humanas, un verdadero analista y estudioso del devenir del hombre de su tiempo, con sus obsesiones, sus manías, fobias, amores, odios, rechazos, celulares, pastillas tranquilizantes y por sobre todo, la tabla salvadora del teatro. Una obra brillante para disfrutar y admirar.
Recuerden que presionando "Ver obra" pueden acceder a la obra completa.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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