Vi esta película que es un verdadero híbrido. Y digo híbrido porque es hija de dos especies diferentes: la literatura (es un decir... si a eso puede llamarse literatura) y el mal cine (aquel superficial, idiota, aburrido, sin ideas propias). ¿Qué podía salir de eso? Una película bastarda. Sin una pizca de pimienta, vacía, comercial, sin ingenio y lo que es mucho peor... sin humor. La vi, dicho sea de paso porque leí el libro; sí, yo también cometo mis pecados como es el de leer literatura basura algunas veces, pero como había leído el primero, me intrigaba saber cómo seguía la saga. También leí el tercero y ahora me encuentro empezando el cuarto. No, si me doy con ácido lisérgico, polvo de ángel y "Cincuenta sombras" yo...
Pero lo que más me intriga de este fenómeno de las "Cincuenta sombras" (ya lo he comentado en otras oportunidades) es el efecto psicológico y sociológico que tiene este libro y sus derivados. Dicen que más de ochenta millones de mujeres se "mojaron" leyendo este esperpento... y resulta que el mismo es de una rebaja de la mujer impresionante. El tema es el sadismo y la posesión de sumisas por parte de un Amo (Christian Grey) y su infligirlas a sufrimientos extremos en materia sexual. ¿Qué es lo que atrae a tantos millones de mujeres de este sometimiento cuando después se hacen marchas y reclamos pidiendo "Ni una menos"? ¿Hay un alma sumisa en cada mujer que le gusta ser azotada, vilipendiada y torturada hasta la humillación? ¿O es efecto de una campaña de marketing y ventas? Porque digamos la verdad, Anastasia Steele se escapó y lo dejó a Christian en la novela anterior porque no pudo soportar el dolor de su última aventura sexual, pero ahora vuelve a él como un perrito faldero y a lo largo de la novela/film le pide que la lleve de nuevo a la "sala roja" (lugar donde él ejerce su sadismo) para que abuse de ella. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿No le gusta o sí? Todo parece indicar que esta mujer (por lo menos esta, quiero creer) es excitable con el padecimiento físico y psíquico y así darle el gusto a un sádico h de p. Es cierto que Freud lo estudió en "Más allá del principio del placer", que todo montante de placer, pasados ciertos límites, se convierte en displacer, y que hay un goce (se habla de "goce" cuando está asociado a la pulsión de muerte) masoquista en ello que es disfrutable. Pero también estudio muy seriamente el sadismo y el masoquismo (para que exista un sádico, tiene que existir su complemento, un masoquista, sino uno de los dos se queda sin su juego) como patologías. Y acá el sádico de Christian Grey es un ser patológico al extremo.
Pero vayamos a los méritos estrictamente cinematográficos de la película. Filmada con el "Manual del Perfecto Cine Comercial" James Foley filma la historia sin apartarse para nada del libro (es todo un mérito meter un libro de más de 600 páginas en dos horas y diez de duración), pero le saca todo el condimento sexual que es la médula del texto. Sí, parece ser que el mensaje de la autora es "todo se arregla cogiendo", ya que todas las peleas, problemas y diferencias que surgen entre Ana (apócope de Anastasia) y Christian, se arreglan en la cama, en la ducha, sobre la mesa de billar, en la sala roja, etc. etc. Pero acá, en el film, se elimina todo efecto deseante, las escenas de sexo son muy pocas y duran escasos segundos, sin mostrar nada por supuesto, más que las preciosas tetas de Dakota Johnson (Ana, hija en la vida real de Melanie Griffith y Don Johnson), reducido todo por efecto del montaje (¡ay, maldito Sergei Einsestein y si uso del montaje cinematográfico) a un verdadero "polvo vainilla", que es como define Christian (el insulso y mal afeitado Jamie Dorman) al sexo zonzo, sin aditamentos. Lo cierto es que la hace probar bolas vaginales en una reunión de beneficencia y que la sodomiza un par de veces, pero la cosa no pasa más que de la insinuación (no hay nada explícito, quédense tranquilos, la película esta a quinientos metros libres del porno soft, Tinto Brass debe estar revolcándose en su sillón). Hay muuuuuuchas escenas comerciales, como aquellas postales tomadas cuando navegan en el barco de él o las escenas callejeras de una Seattle ultra moderna con los edificios de Christian Grey. Hay un poquito de suspenso, como cuando Leila, una ex sumisa que ha quedado prendada de su Amo, se presenta para matar a Ana (mal narrada musicalmente por Danny Elfman, maestro de lo siniestro en las películas de Tim Burton pero acá totalmente desaprovechado) que dura apenas unos instantes, o cuando Christian cae en su helicóptero (acá el director comete el pecado de mostrar el aparato volador haciendo su aterrizaje, mientras que en el libro se mantiene la tensión sobre su destino, preguntándonos si Christian sigue vivo o no).
Hay también un cameo de la ya veterana Kim Basinger (acá muy avejentada), como la intrigante Elena, esa mujer que le enseñó a Christian el arte de ser sumiso y que abusó de él en su juventud, enseñándole todo lo que luego aplicaría con sus propias sumisas. Este cameo es significativo porque desata los celos e indignación de Anastasia hasta límites insospechados, celos que se arreglarán, por supuesto, en la cama. Como también surge temor ante la aparición de Leila y su sometimiento y ternura con que la trata Christian, y el temor de perderlo por parte de Ana. Anastasia se muestra muy enamorada de Grey, y éste de ella, de tal modo que le pide casamiento y ella, después de pensarlo, le contesta que sí. Pero si me preguntan a mí qué es lo que une a esta pareja (por lo que se ve en el film y se lee en el libro), es la calentura, la gran atracción sexual que ejerce el uno sobre el otro y el otro sobre el uno. No hay otra cosa que eso. El amor verdadero pasa por otras partes, y no precisamente por las de abajo (aunque esto es necesario, no estoy diciendo que no). Hay mucho culto al cuerpo en la película, lo vemos a Christian trabajar sus músculos en su mini gimnasio y tensar sus bíceps, que todo el tiempo son acariciados por Anastasia, y el cuerpo de ella... ¿qué podemos decir? Es el de una chica normal, en ningún aspecto es voluptuoso, ni en sus pechos ni en sus caderas, pero lo vuelve loco a él por completo. De rostro es linda, con sus hermosos ojos verde agua y sus labios repintados como una puerta, pero no pasa de ser una belleza como tantas (bien decía Dolina que las chicas más hermosas no están en el cine o el teatro sino en la caja del supermercado o de la panadería). Lo que debe atraerle a ella de él (aunque lo niegue) es su obscena riqueza y sus gastos desproporcionados, aunque esto parece quedar relegado a un segundo plano en vista de sus habilidades sexuales (en el libro puede tener una relación tras otra sin cansarse nunca ni agotar sus reservas...). Otro fracaso de la película es que en el libro, Anastasia se muerde constantemente su labio inferior, lo que produce un ratoneo infernal en Christian... acá se olvidaron de poner eso... Y así, con fracaso tras fracaso, llegamos al final de esta segunda entrega de las "Cincuenta sombras" que ya deja entrever su secuela (llegó este año a los cines, esta es del 2017), otra tortura para los amantes del buen cine y otra bendición para las consumidoras de este "polvo vainilla".
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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