Ayer pude ver esta tan esperada comedia que, por los calores del verano se me venía alargando. Pero ante la próxima bajada de cartel de la obra me apuré. La pieza ganó el concurso Contar 3, que es el que auspician los productores teatrales tratando de incorporar autores jóvenes y noveles al circuito teatral de la av. Corrientes, y hasta ahora ha resultado un éxito la propuesta. La obra es de Carlos La Casa y Daniel Cúparo, siendo el primero el responsable de "Todas las Rayuelas", excelente obra que ganó el año pasado y que por desgracia estuvo poco tiempo en cartel, con una repercusión mediocre, y la dirección de "Los Tutores" corre por cuenta de su coautor Daniel Cúparo, muy eficaz por cierto.
La obra no tiene los mismos méritos que "Todas las Rayuelas", es un poco inferior, pero apuesta abiertamente al género de la comedia, un trayecto no demasiado transitado por el joven teatro argentino, así que es bienvenido, si bien no proyecta una mirada universal sobre el género humano, deteniéndose en un caso específico. El elenco es magistral. Está Hugo Arana, siempre eficaz para estas lides y con toda una trayectoria imprescindible, está Laura Oliva, otra batalladora de la comedia, Mónica Cabrera, con toda su autoridad de autora, directora y actriz en un papel a medida que despierta no pocas risas, está Paula Kohan, otra buena comediante que acá se luce, Ludovico Di Santo en un rol muy disfrutable y por último Dennis Smith en reemplazo de Dan Breitman que se fue para "El violinista en el tejado". La acción transcurre en la dirección de un colegio bilingüe y recontra caro, a dónde han sido citados los tutores o padres de cuatro chicos de quince años que han realizado un acto vandálico registrado por las cámaras del colegio: violentaron una puerta consiguiendo un bate de beisbol y posteriormente molieron a palos al profesor de música que se encontraba en un descanso, practicando sus dotes de gran pianista. Los personajes son el abuelo de uno de los chicos (Arana), de actitud recta y criado a la usanza antigua, que no tiene el menor empacho de bajarle los dientes de un cachiporrazo a su nieto; una pareja, Fabiana (Oliva) y Patricio Sosa (Di Santo), un político en campaña, que está todo el tiempo pendiente de su celular y con ganas de evadir el compromiso para ir a su acto de cierre; una madre abandonada por su pareja, Andrea (Kohan) que es naturista, profesora de cuanta terapia estrambótica y oriental quepa en la mente y por último un padre abiertamente gay (con pareja homosexual) que encarna Dennis Smith componiendo al mariposa de siempre (ya me tiene un poco cansado). La directora del establecimiento es la doble cara de Marta (una estupenda Cabrera, que hace honor a su apellido) de rígidas costumbres y no dudando en insultar a sus subordinadas o a los padres de los pequeños delincuentes. Lo que se propone con la reunión es que los tutores firmen un papel asumiendo la responsabilidad de sus hijos y declarando no responsable al colegio, para evitar posibles juicios. Por supuesto que toda la trama correra sobre la suerte de firmar o no los dichosos papeles. Entre tanto se despliegan todo tipo de mezquindades, agachadas, mea culpas y aberraciones morales por parte de los progenitores, que demuestran que como tutores no valen mucho.
Aclara La Casa, que debido a la polisemia de las palabras, "tutores" son también esas varas que se colocan en las plantas para ayudarlas a crecer derechas, y que es con este doble sentido que se ha nominado a la obra. Como "tutores-sarmientos" también distan mucho los padres o encargados. El único que asume responsabilidades y no duda en que su nieto vaya preso es el abuelo Héctor, quien, por otra parte pone en duda la validez de la figura paterna que tiene Nacho (el gay) sobre su hijo, al presentar una familia con dos padres hombres, y que le "desacomoda las tuercas en la cabeza" a su hijo. Nacho no se queda atrás con sus comentarios tratando de retrógrado y fascista a Héctor. Por otra parte, el hijo más incriminado (en el video sin sonido, recalcamos esto, porque es fundamental como cambian las cosas cuando se descubre el audio), parece ser el hijo de Andrea, el que le destrozó la cabeza al profesor de música con el bate. Ésta, esquiva olímpicamente toda presunta responsabilidad aduciendo que su hijo es más o menos un angelito de Dios. Por algo es que los demás chicos rechazan ir a las reuniones que este organiza en su casa... influenciado por su madre y sus intentos macrobióticos de inyectarles las filosofías orientales a todos los compañeritos de su hijo. Por otra parte, Fabiana es una máquina de hablar y de negar la realidad y pelearse con su esposo, que se la pasa haciendo proselitismo en el aula (uno de los personajes más logrados este de Patricio Sosa). El político tiene al Chaqueño Palavecino animando su acto mientras lo esperan a él, pero al no llegar, hasta el folklorista se tomará las de Villa Diego. La directora, hablando mitad en castellano, mitad en inglés (para prestigiar su enseñanza, ¿viste?) es una directora de marcado paso nazi y representante de las fuerzas de la represión, a la que terminarán tirando por la ventana, en uno de los gags más inspirados.
Decimos que la obra no se convierte en universal ni en totalizadora porque se circunscribe a lograr aclarar este específico caso de agresión estudiantil, no deteniéndose en analizar las conductas negativas de los adolescentes de la mayor parte de este mundo nuestro que nos toca vivir, ni en revisar los porqués de tanta violencia en las aulas. Es un buen ensayo de pasos de comedia pero creo que se queda en eso, aunque como piedra de toque es bueno haber elegido este tema tan preocupante en nuestra actualidad, como disparador para hablarlo después de la función. Si bien lo que empieza como comedia termina en catástrofe y en muchos trapitos sacados al sol que son capaces de destruir falsas imágenes (que no vamos a deschavar en esta crítica), lo importante es conocer el paso de los adolescentes por la droga (casi todos, sin excepción son drogadictos) y por los abusos de violencia. Si bien están en una edad caracterizada por la rebeldía y el rechazo a las normas, lo inusitado de tanta agresión pasa a ser el tema dominante en esta inusual reunión de padres.
El tema de la violencia parece ser la contracara de estos pacíficos tutores, que pueden volverse salvajes cuando se ven tocados sus intereses o puestas en duda sus convicciones. Así aparecen los conflictos de pareja, las diversas formas de identidad sexual, la furia contenida contra sus hijos/nietos, el papel de "mantenidas" que juegan algunas personas, el rol de los chicos en la escuela, y sobre todo, el decoro que supone enviar a sus hijos a un colegio "tan caro", que más que por el nivel educativo parece haber sido elegido por el prestigio socio-económico que desempeña ante la mirada de los otros.
La reunión de padres, que comienza como una cosa calma, termina convirtiéndose en un verdadero caos y convocando a la carcajada permanente, por eso agradezco a esta obra estar en la cartelera porteña. Al que no la vio, le recomiendo que se apure porque son las últimas semanas en cartel y es una lástima perdérsela. La recomiendo con las acotaciones que he realizado, pero definitivamente es un buen pasatiempo para alegrar el alma, aunque se hable a veces de cosas trágicas.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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