Otro nuevo acierto de Teatrix... por fin una obra musical infantil ("para toda la familia") que me gustó, y mucho... Los autores son Diego Corán (letras y libro) y Jorge Soldera (música), co equiper de otras obras como "La Parka" o "Alicia en Frikiland", y dirigida ésta por Diego Corán Oria. Hay un despliegue escénico de cartón pintado muy poco frecuente en el Teatro 25 de Mayo de Villa Urquiza, aunque todo en la escenografía tiemble un poco y amenace con venirse abajo. Pero el gran valor de la obra radica (además de en su libro y canciones, que son muy buenas), en la alta calidad de las interpretaciones. Sobre todo "el Botella" ese chico de 10 años interpretado por el niño Enoc Girado, que es todo un derroche de simpatía, naturalidad, desparpajo y buena voz. Es difícil hallar en un chico tan chico tantas cualidades juntas, y lo principal es su naturalidad para afrontar un papel que, en una mala elección artística hubiera sonado acartonado y ridículo. Pero los honores no son sólo para Enoc, sino también para su compañero de aventuras, Fresco, otro chico un poco más grande que hace las delicias del público con su hambre constante, sus metidas de pata y su enamoramiento eterno de la Señorita Laura, novia a la vez de Miguel, una especie de padrino de "el Botella".
La obra supone un viaje por partida doble: el viaje que se inicia en Punta Orilla y que, por mar, llevará a los chicos hasta París en busca de los padres del huerfanito "Botella", desaparecidos cuando él era un bebé, y un viaje tal vez más profundo, el viaje interior y de autoconocimiento que revelan los personajes, en su busca personal. Las botellas son tantas como el nombre del protagonista: la vieja fábrica de botellas en la que trabajaba el abuelo del "Botella", muerto al empezar la obra pero que estará permanentemente presente, las botellas de todos colores, forma y tamaño que colecciona el protagonista y por último, los mensajes en botella que cruzarán el Atlántico, llevando cartas del niño a su amada Milagros, residente en París, y de ella hacia él. Por eso de viajes y de botellas trata la obra. Pero también es un viaje el encontrar a los progenitores de este pobre niño criado por su abuelo y por Miguel, a la sazón una pareja que durante la guerra que asoló a Europa y demás mundo allá por el 39 y hasta el 45, se dedicó a preservar y rescatar obras de arte como las que hoy integran los museos, y que fueron perseguidos en calidad de espías por las fuerzas de la ofensiva y que por fin se reencontrarán al finalizar la obra. Pero el trayecto es largo.
Una vez muerto el abuelo y entregadas sus cenizas al "Botella", éste deberá desocupar la vieja fábrica en la que vivía y pasará a ser reclutado por la policía de Punta Orilla para integrar sus calabozos. Los policías también forman parte de la troupe, un par de cabos poco despiertos y un comisario que es adepto al baile y el canto, compartiendo escenas con el "Botella". En el calabozo conocerá a Juan Carlos Barrera, "poeta del pueblo" y a Pepe Vacío, dos presos dados a las rimas, a la poesía y al music hall que harán las delicias del público con su simpatía y su "buena onda". Estos cerrarán el espectáculo montando un escenario de poesía y danza en la vieja fábrica reciclada para exposición de obras de arte cedidas por Antonio y Sofía, los padres del niño. Los presos lo ayudan a escapar de la celda, apoyados por Fresco y la Señorita Laura desde el afuera, y con la recomendación de que vaya en busca de Milton Fatiga, un bucanero como pocos, dado a los excesos, al maltrato a su tripulación pero también... al baile y el canto. Como se habrá visto todos bailan y cantan en este musical para chicos que realiza constantes guiños a los grandes, que terminan aplaudiendo y coreando una de las canciones del pirata. Los temas son muy pegadizos por otra parte y proponen integrar al público a su lenguaje expresivo. Hay planteos que son únicamente para grandes, como el piquete que se forma en pedido por la falta de trabajo y el cierre de fábricas en Punta Orilla o el celebrado chiste de llamarse el "Botella" en realidad Juan y Fresco, Domingo, así se convertirán en "las aventuras de Juan Domingo". Todos chascarrillos que pasan desapercibidos para el público infantil. Por suerte hay muchos padres y madres en la sala que acompañan con sus risas las ocurrencias, así como la supuesta erudición del "Botella", que habla cual enciclopedia o las "cancheradas" del mismo. Así éste transforma la "chanson" parisina "Es el amor" en un tango-milonga arrabalero y compadrito que bailará con su amada Milagros (una chica parisina más alta que él, pero igualmente dada a la sensibilidad y a las explicaciones enciclopédicas, encargada de la guía del Louvre), sin tener en cuenta que el tango es una danza que se baila abrazados, siendo notoria la distancia que hay entre los dos, como para demostrar todos los pasos de tango que aprendieron y los firuletes y acrobacias que se anima a hacer la "percanta".
Así como París es la "ciudad luz" también lo es del amor, y es allá donde el "Botella" encuentra el suyo, en el cuerpo y alma de una chica con rulitos llamada Milagros, que canta tan bien como él y despunta el vicio ofreciéndole un beso en la mejilla. De ahí en más, se prometerán como futuros esposos y todo será correspondencia acuática en botellas que nunca sabremos si llegaron a destino. Allí, en París, también es donde Miguel le propondrá casamiento a Laura, que responde con su consabido "me caigo y me levanto". Hasta allá van los cuatro en busca de los padres del "Botella", que, según unos datos que le han pasado a Miguel, están en París. Pero no es ahí donde los encontrarán sino en la mismísima Punta Orilla ("agarrame la sombrilla", como reza la radio pueblerina), llevados por su conciencia paterna a recuperar su precioso botín de 10 años.
El abuelo del "Botella", don Timón, era un marinero de alta mar que lleva a su nieto encantado a visitar a las sirenas en sueños (de las tres sirenas, hay una gorda impresentable, que, a pesar de no querer ser denunciado en el INADI, deberían haberla guardado para mejores ocasiones, aunque siempre la esconden detrás de las otras dos) y así es que sus cenizas son arrojadas en el muelle, para que vuelvan al agua, su líquido elemento en donde siempre se desenvolvió.
Lo que sorprende del elenco de "El Botella" es su perfecta cualidad canora y danzarina, sin mencionar la solvencia actoral de todos ellos, formando un combo completo. Y la alegría y el desparpajo que ofrecen todos y cada uno de ellos. De movida se nota que la están pasando bien. Que "El Botella" es una fiesta a la que todos han sido invitados y que responden con creces. Nombrar a uno por sobre los demás sería injusto, baste decir que el pibe Enoc Girado es toda una revelación que convendría tener en cuenta para tanto programa de televisión zonzo y desabrido como hay por acá. Y que recomiendo plenamente ver esta obra en familia. Seguramente todos la disfrutarán. Y no se olviden que apretando el "Ver Obra" pueden acceder a ella.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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