En mi expedición dominguera de ver dos obras de teatro el mismo día, fui a ver, además de "Dos más Dos", "Lo que nos une", una pieza dramática "importante" de David Lindsay-Abaire que lo llevó a ganar el premio Pulitzer. También, entre sus numerosos trabajos escribió el libro y las letras de "Shrek. El musical", ya comentado en estas páginas y que fue una gran decepción. Esta obra también lo es. Y el premio Pulitzer, a estas alturas no es para mí, garantía alguna de calidad. Vayamos por partes. Para mí, una obra dramática siempre es inferior en su eficacia respecto a una buena comedia, porque para escribir un drama, baste poner que un chico de 4 años se ha muerto en un accidente (como es el caso presente) y con eso solo desatamos todos los Carilinas de la sala. Pero hacer reír es una labor más complicada. Hay que recurrir al verdadero ingenio, a una veta especial que no todos poseen, hay que degustar las palabras y los sentidos, y explotar eso que a la gente le provoca una carcajada legítima. Para mí, obras dramáticas bien construidas hay muchas menos, si bien podemos salvar, por ejemplo, todo Shakespeare, obras de la talla de "¿Quién le teme a Virginia Woolf?, o "La muerte de un viajante", con todo Arthur Miller con él, o Tenneessee Williams. Esas son obras bien escritas, donde cada elemento ocupa el lugar que debe ocupar y no simples melodramas (para colmo sin el "melos") como el que nos ocupa.
La producción se ha esmerado mucho ya que construyó una escenografía gigante de toda la casa, que ocupa todo el escenario de El Nacional y contó con un director inteligente, sensible y valioso como Carlos Rivas y un elenco integrado por Gabriela Toscano, Germán Palacios y Soledad Silveyra, secundados por Maida Andrenacci (acá no les alcanzó el presupuesto para contratar otro "nombre", ya que tiene una labor también larga e importante dentro de la obra) y al veinteañero hijo de Suar, Tomás Kirzner, debutante en teatro y en casi todo lo que es la actuación (se dirá... "porque es el hijo de Suar". En parte sí, pero se las arregla bastante bien como joven actor).
La obra gira en torno de una familia, Julia (Toscano) y Fede (Palacios) que han perdido a su hijo de cuatro años en un accidente de auto mientras el niño corría detrás de su perro Rocco, atropellado por un joven, Tadeus (Kirzner), sin tener en verdad este la culpa. La familia se completa con la hermana de Julia, Vicky (Andrenacci) y la madre de ambas, Perla (creo que ese es el nombre pero no me crean mucho, ya que se dice una sola vez en la obra y puedo haberlo confundido, papel a cargo de Silveyra). Soledad Silveyra viene a poner la nota cómica en la obra, actuando en plan Clarita (la viejita que compone Núñez Cortés, de Les Luthiers), por su modo de hablar y sus movimientos, y por estar siempre en el lugar en que no tiene que estar y decir las cosas más incorrectas. Gabriela Toscano es muy buena actriz (así como lo es de antipática, lo sé por una vez que fui a saludarla), pero acá compone a una madre avinagrada a quien no se le escapa una sonrisa en la casi hora y media de actuación. Sí mucho llanto (¡¡¡señoras, preparen los Carilina que llegó la Toscano!!!) y mucho remordimiento y cara de bragueta. Es valioso dentro del planteo de la obra la rebelión que ella hace en contra de Dios y las constantes maneras de querer borrar todo rastro de Danny (el hijo muerto) dentro de su vida. Lo primero se manifiesta por su negativa a seguir concurriendo a los grupos de autoayuda de la iglesia, padres que han pasado por la misma experiencia y que, fervientes católicos, se la pasan diciendo: "Dios lo quiso así", "el Señor sabe por qué lo hace". Esto la subleva a ella y decide no seguir flagelándose con esos crédulos que aceptan todo, ella en cambio afirma radicalmente: "Dios no existe. Y si existe es un hijo de puta, un sádico". Actitud en la que la acompaño, y algo parecido decía Bergman en su maravillosa "Fanny y Alexander". No es cuestión de aceptar la muerte de un hijo como algo decisivo en el "plan creador". Y en cuanto en su afición por "borrar" a su hijo, lo demuestra queriendo mudarse de casa ya que todo le recuerda a él, tirando sus juguetes y sábanas a la basura y regalando la ropa a la iglesia. Algo peor pasa con el video--cassette donde tiene grabadas las últimas vacaciones de Danny y que ella, por descuido (a esta altura de Freud, sabemos que detrás de los actos fallidos hay algo inconsciente), graba encima un programa de TV para su marido.
La aceptación de su marido Fede es un poco más amplia, tiene una vida, por decirlo así, que va más allá de la muerte de su hijo, aunque a él también lo lastiman ciertas cosas, como por ejemplo cuando se aparece Tadeus en su casa lo hecha violentamente, tal vez desmesuradamente, porque no puede ver a la cara al asesino de su hijo. Vicky, a su vez, ha quedado embarazada del novio de otra, con quien compartía algo más que una amistad, y espera un niño pronto, lo que conmueve los cimientos de Julia, quien sin embargo trata de tomarlo con naturalidad, pero cierta envidia prevalece. Julia quiere regalarle la ropita de Danny para cuando su sobrino crezca, pero Vicky, en un acto de cordura, la rechaza arguyendo que se va a sentir rara viendo a su hijo vestir la ropa de Danny. Se sabe que "el Oso", (el amante de Vicky) va a irse con ella, dejando a su antigua novia, e incluso que ya están conviviendo juntos.
Perla pone la nota trágica en la familia, compara la muerte de Danny con la de Andrés, su propio hijo y hermano de Julia y Vicky, pero esta muerte fue autoprovocada por su adicción a la cocaína. Son muertes que no pueden compararse, arguye Julia no sin cierta razón. A lo que vamos es que cargar una obra con muertes no la hace más dramática ni más potente que "Sopa de Ganso", por decir algo. No es el listado de muertos lo que da espesor dramático a una obra "seria", puede haber una obra que tenga esta condición y en la que no haya ningún muerto, baste con tocar los problemas básicos y clásicos de la existencia humana, aquellos que han movido las inteligencias, el corazón y el alma de todas las generaciones de seres sobre el planeta que se han sentado a reflexionar sobre los avatares de la vida.
Los desplazamientos en escena son constantes de todos los personajes, ya que se utiliza la escenografía en todo su potencial. Abajo tenemos la cocina lavadero en donde transcurre buena parte de la acción. El living con su televisor y sus sillones y subiendo la escalera, los dormitorios, entre los que se destaca el de Danny en donde su madre y su abuela se encargan de tirar todo y de rescatar algunas cosas. Entre ellas un cuento de Tadeus, el chico que se llevó por delante a Danny, y ahora le ha escrito una carta a su madre acompañada por un cuento de su autoría. Es un creador de ciencia -ficción y escribió algo que puede ayudar a Julia a entender su desapego a su hijo. Cierto es que una tarde invita a Tadeus a compartir con ella la merienda y se interioriza sobre la vida del muchacho, quien está muy arrepentido de su acto "criminal".
Todo termina con la aceptación de la muerte como algo "que nos une" y a lo que nunca van a poder olvidar ni evitar, pero que deben sobrellevar con dignidad y altura. Chan-chan. Todos felices y acá no ha pasado nada. Las heridas se cierran y la vida sigue. Por suerte para su madre, que sino hubiese tenido una existencia mucho peor. Así que ya saben, el que quiera ver un melodramón estilo novela de la tarde, que corra a El Nacional porque el 29 de julio termina.
He dicho.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Tebeerito (un crítico independiente).
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