El primer Oscar para la historia cinematográfica de Chile viene unido de una historia transgresora y controvertida. La producción del film corrió por parte de Chile, Estados Unidos, Alemania y España, es decir que consistía un proyecto fuerte. Y es que la mujer fantástica del título no es otra que una mujer (u hombre) transexual, interpretada por la primera actriz transexual del país transandino, Daniela Vega, quien aporta toda su solvencia de actriz y una potencia descomunal. Es notable la cantidad de prejuicios que existen hoy día en nuestra hermana república (más atrasada, por cierto para este tipo de temas) y quedan reflejados en la película. Nosotros tenemos ya larga experiencia en trans, desde aquella primera y bella Cris Miró hasta la ya aceptada Florencia de la V. pasando por infinitos exponentes de este nuevo género de sexualidad. Aclaremos para quienes no lo tienen claro: una mujer transexual es un hombre que tiene identidad de mujer, puede estar operado o seguir con sus atributos masculinos y viste, piensa y actúa como una mujer. Acá ya es moneda corriente toparse con una trans y respetar sus derechos de igualdad (incluso creo que son aceptadas por la Ley), pero en Chile, todavía en 2017, año de la producción de este film, se considera un tema tabú.
Es curiosa la segregación que padece Marina Vidal (de nombre original Daniel) en su relación con un hombre casado, divorciado y padre de familia. Él la acepta lo más bien, pero cuando, después de festejar el cumpleaños de ella y prometerle de regalo un viaje a las Cataratas del Iguazú (que se pone como meta soñada y abortada, según el inicio de la película) e ir a la habitación de hotel en donde se hospedan y tener sexo (por atrás, como corresponde), él se siente descompuesto y muere en el camino a la clínica. No tiene ni tiempo de asimilar su duelo como pareja de ese Orlando Onetto, que la primera demostración de segregación corre por cuenta del médico que lo atendió. Pero esto sería sólo el comienzo. El único que la trata como un ser humano es ese Gabo, hermano del occiso, cuando le da la noticia por teléfono no bien ocurrido el hecho. Él la trata con respeto y altura y promete encargarse de los trámites. Pero Marina encuentra una extraña llave en el piso del auto en donde venía Orlando, y la guarda para averiguar posteriormente a dónde pertenece. Pero la actitud que toma Marina es la de no dejarse pisotear, de defender con uñas y dientes su posición y su amor con Orlando, de enfrentar a la vida sin menoscabo.
Enseguida irrumpe en su trabajo de mesera una comisario de la policía, dedicada a delitos sexuales y contra la niñez y la interroga sobre su relación con el difunto, haciendo hincapié en que este presentaba golpes en brazos y piernas y una herida en la cabeza cuando ingresara a la clínica. Ella explica que se cayó por la escalera, lo cual es absolútamente cierto. Pero a Marina la reclama su trabajo y queda en llamar a la mujer policía esa misma noche para encontrarse con ella. Le pregunta además si habían consumido alcohol o drogas, ya que en el cuerpo de él se encontraron restos de marihuana. Marina niega todo. Pero a la noche, sobrepasada por el stress, Marina toma un tranquilizante y se queda dormida. Al día siguiente recibe una llamada intimidatoria de la agente que la insta a presentarse a la seccional, molesta por no haber recibido su llamada.
Marina concurre y le dice que le tienen que hacer un test de "comprobación de erección", a lo que ella se niega. Pero es presionada por la policía que le dice que le va a tener que labrar un acta. Es recibida por un médico que le pide que se desnude y se coloque una bata y luego procede a sacarle fotos de su cuerpo desnudo, primero el torso y luego sus partes pudendas. Hay que acotar que Daniela Vega exhibe sin tapujos sus pechos, casi inexistentes, ya que es lisa como una tabla y con una cola tan poco prominente que nos preguntamos cómo puede constituirse en deseo de los hombres. La salvan sus rasgos femeninos faciales, endurecidos por la sobrevida que debe llevar el personaje. La sesión de fotos constituye toda una prueba de humillación para ella, sobre todo porque la oficial no quiso retirarse.
A todos sus pesares se suma el hecho de ser llamada por Sonia, la ex mujer de Orlando, quien le pide que le devuelva el auto y que se lo deje en el garage de la empresa en donde ella trabaja. El encuentro entre las dos mujeres no puede ser más tenso. Ella la mira sin comprender cómo su marido pudo tomar esa vida y opta por considerarlo un pervertido, lo cual hiere aún más a Marina. Ella la trata a la ex de riguroso usted, mientras que Sonia opta por tutearla, y desvía su vista de ella al menor indicio, luego de observarla bien y preguntarse cómo fue posible que su esposo se decidiera por eso... Obviamente se le cierran las puertas al servicio fúnebre y al entierro, por considerarla depravada, que sólo mancillaría el honor de la familia.
Pero esto no es lo único. Se le complica la vida con Bruno, el hijo de Orlando quien entra al departamento que ella tenía con él violentamente y le exige que lo desaloje lo más rápido posible. Ella le pide tiempo para buscar otra cosa. Lo único que conserva de Orlando es a Diabla, una pastor alemán que cuida con esmero y que el hijo le hará desaparecer un tiempo después. Mientras tanto, Gabo la llama para ver si quiere parte de las cenizas de Orlando ya que han decidido cremarlo. Ella se resiste, mientras ve a Orlando "vivo" en todos los sitios a dónde va.
Al mismo tiempo que todo esto sucede, Marina sigue tomando clase de canto lírico con un viejo maestro, quien le dice que no es su padre, ni su psicólogo ni su consejero, que si quiere cantar que se esmere. Ella tiene una hermosa voz de soprano con la que nos endulza el alma. En una de sus caminatas por la calle, es interceptada por Bruno y otros miembros de la familia que prácticamente la secuestran, insultándola donde más le duele y le envuelven la cara con cinta de embalaje, bestialmente. Por suerte la sueltan y ella puede recomponerse. Cuando entra al servicio fúnebre, es echada de allí por la ex esposa de Orlando y auspiciada por toda la parentela. En una confusión con un cliente, reconoce la llave que había encontrado y le pregunta a dónde pertenece, a lo que el hombre le dice que es de su sauna, llamado Finlandia. Ella va rápido hasta allí, paga la estadía y se sumerge en los baños turcos con sus pechos al descubierto, que exhibe sin pudor. Encuentra el casillero a dónde pertenece la llave y se da cuenta que está vacío.
En una visita al cementerio se topa con la camioneta de Sonia y Bruno y al ser insultada, se trepa al techo del vehículo y patea para abollarlo. Es un animal en fuga. Una vez dentro del crematorio "ve" a Orlando quien le regala el ultimo beso y después lo reconoce en la mesa listo para cremarlo. Asiste al delicado momento. Una vez en paz, realiza un concierto de exhibición de su voz, cantando un aria a voz en cuello. Parece haberse reconciliado con la vida...
Es una película valiente que muestra sin tapujos las hipocresías y prejuicios de una sociedad que todavía permanece cerrada a la integración sexual, y que, por lo que vemos, va a transcurrir mucho tiempo antes que lo logre. Sería una pena que esto pasara. Y bienvenido este Oscar que debe haber servido para abrir las mentes de más de uno y dar una oportunidad a estas personas marginadas de la sociedad y lograr que conozcamos a una gran actriz llamada Daniela Vega.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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