Ni chicha ni limonada me pareció esta obra de gran repercusión en el ámbito teatral independiente, llevada a cabo en el 2018 y grabada por Teatrix. Tenía puestas muchas expectativas en el "gran suceso de las hermanas Paula y María Marull" y se desinflaron un poco apenas empezó a transcurrir la obra. De la mitad para adelante repunta un poco, es decir, cuando apuesta a situaciones con humor, sobre todo las sostenidas por las dos niñas del elenco, peso pesado, para dos nenas llevar toda la carga de una obra sobre sus espaldas. Pero sí, se la cargan encima y si bien ninguna de las dos es muy carismática, logran insuflarle convicción y ánimos a una obra de por sí fluctuante. Toda la parte del tío discapacitado mental me pareció lamentable (no la interpretación, que está muy bien), pero me dio la impresión de que deslucía la pieza, por el constante machacar sobre la corta inteligencia de un ser que, lejos de inspirar piedad, suscitaba bronca (que me perdonen los del INADI). Paula Marull es la autora y directora de "Yo no duermo la siesta", y su hermana María la protagonista (en el rol de Doris o Dorita, una empleada doméstica dentro de una casa paraguaya). Todos son paraguayos en la obra, y hablan como tales (espléndido el trabajo de las dos niñas, que identifico como Laura y Sandra Grandinetti, ¡Ay la falta de nombres de los personajes/actores!), menos Hilda, la madre de familia, a quien no se le nota el acento, no sé si por un error en la dirección o por querer demostrar alguna cosa extraña.
Doris atiende a todos los de la familia, teniendo que estar muy atenta de Aníbal, el tío oligofrénico, quien, como todo enfermo mental, tiene sus manías, sus ratos buenos y de los otros. Se hace compañía con HIlda, su hermana y madre de Rita, una de las dos chicas. La otra nena se llama Natalie y es sobrina de HIlda, viviendo enfrente y teniendo a su madre en situación de dar el paso para la otra vida. Las chicas son la piel de Judas, y juegan sus juegos infantiles a la hora de la siesta (que no duermen), mientras se pelean con su tío Aníbal. Claro, Doris tiene que poner un paño de agua fría entre tanta refriega, y reta a las chicas y apaña al tío. Mientras, escucha por los auriculares su cumbia. Otra cosa que me chocó de la obra es que en todo momento se escucha cumbia en la casa, lo cual me parece insoportable (hasta en los títulos de crédito asistimos al bendito género musical),
Hilda y Aníbal se entretienen viendo pasar la gente por la vereda, mientras toman mate (infaltable en casa de paraguayos), y ven pasar una y mil veces la moto de "el hijo de Cacho", que atruena la paz de la siesta, con su melena al viento. Claro que Aníbal exclamará: "¡Cuántas motos!", no dándose cuenta que es la misma que pasa y repasa. Ahí, en la vereda tiene los primeros ataques (o mejor llamarlos "berrinches") y es calmado por su hermana y por la buena de Doris. Él quiere que sean las 4 de la tarde, porque "es la hora que me entra el sueño". Pasan a comer mientras HIlda se va. Y Doris sienta al tío a la mesa junto a los dos angelitos que tiene dando vueltas por allí. Sus juegos son inocentes, desde disfrazarse y querer ser una sirena o un molusco hasta pintarrajearse y jugar a ser "el río". Pero en uno de esos juegos perversos envuelven al tío con mantas y mangueras lo cual le provoca un ataque de nervios al pobre Aníbal. Hay que ponerle un ventilador sólo para él ya que sufre de mucho calor. Y no sabe pintar sus libros para colorear, dictamina Natalie. Lo que más ansía Aníbal es treparse a un árbol, y lo hará, después de dormir la siesta sentado a la mesa. Es muy graciosa la parte en que las dos nenas tratan de "operar" al perro de la casa y lo matan (humor negro), vienen con las manos llenas de sangre y dicen que están "operando al Lauchy" y que no resistió la operación. Entretanto, Doris escucha su cumbia... y el tío se trepa al árbol, dándose un porrazo que lo deja contuso. Las dos nenas tratan de avisarle a Doris, pero ella sigue enfrascada en su cumbia. Y sueña con verse agasajada por Peter, el "hijo del Cacho". Cuando éste irrumpe en escena, con su pelo largo y sus manos sucias de manejar y arreglar la moto, todo se pone patas para arriba. Las chicas tratan de convencerlo para que se le insinúe a Doris, y ella no hace más que echarlo. Llegan a esconderlo debajo del sillón cuando vuelve Hilda.
Pero lo mejor todavía no ha pasado. El momento mágico de la declaración con "beso largo" incluído (como le explicaron las dos chicas que debía hacer), mientras ellas tiran papel picado en la cabeza de los novios y suena una canción romántica, que por una vez deja de ser cumbia. Al descubrirlo Hilda debajo del sillón pone de patitas en la calle a su fámula, quien envuelve todas sus pertenencias en una bolsa y al otro día va a irse. Las chicas se despiden, temiendo Natalie el volver a su casa por la situación en que va a encontrar a su mamá. Se espera lo peor. Cuando las nenas están solas juegan a "la diálisis", obviamente un tratamiento que le hacen a la enferma. Luego de despedir a Natalie, Rita se queda sola y le pide a Doris de dormir con ella, quien la acoge en su lecho. Rita le dice, sin ahorrarse el humor negro tan propio de las criaturas que le dijeron que ella se va a morir pronto. Doris le hace entender que eso no es así ya que para eso hace falta cumplir muchos años.
Al día siguiente, Doris mete violín en bolsa y se aleja de la casa de sus patrones, pero en el momento en que va a irse aparece mágicamente Peter, con el cabello cortado bien prolijo y un gran oso de peluche para ella. Se produce la unión de los amantes y termina la obra.
Durante la primera mitad le faltó humor a la pieza, tratando de dárselo con las ocurrencias del tío enfermo, pero resulta más patético que humorístico. En la segunda parte, cuando las chicas se adueñan de la escena la obra levanta vuelo, sobre todo recurriendo a un humor negro que pasa por naif. Las actuaciones están bien y son difíciles de conseguir, hablando todo el tiempo con acento paraguayo (menos HIlda) y se lucen María Marull y las dos chicas, además del tío enfermo. Lo que se puede ver de Peter, que es poco, resulta convincente, tanto en su vida de "grasa" como en la de educado. Los nombres de los actores, además de los mencionados son: Mauro Álvarez, Luciana Grasso y Marcelo Pozzi. La gran consagración de María Marull, de la que tanto se habla, no me parece tal, sumándose al tándem de buenas interpretaciones en el resto del elenco. La obra se puede ver, no le quito méritos, pero hubiese sido más preciado un nivel más parejo en la escritura y no tener que esperar media obra para suscitar el interés. Los adictos a mi blog pueden verla haciendo un click en el link de arriba.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
No hay comentarios:
Publicar un comentario