martes, 30 de abril de 2019

Mi crítica de "El Viento en los Sauces" (Teatro Musical- Londres)


Ahora Teatrix nos acerca esta producción londinense del 2017 llevada a cabo en el London Palladium, famoso teatro inglés de la ciudad de Westminster. Tenemos la suerte de acercarnos a esta puesta ya que es en verdad deslumbrante. "El viento en los sauces" es una fábula infantil cuya moraleja (casi todas las fábulas la tienen, y esta no es la excepción, aunque en el terreno del arte no debería ser así) es revalorizar el sentido de la amistad y los verdaderos valores. Proviene de un escritor inglés, Kenneth Grahame, quien la escribiera en 1908 para leérsela a sus hijos, cada noche les contaba un cuento diferente, y tuvo muchas adaptaciones al teatro y al cine, aunque la más famosa sea la del preclaro Walt Disney con su Mr. Toad (el Sr. Sapo, protagonista principal de los cuentos), un sapo amante de la velocidad que manejaba un automóvil. Aquí, Mr. Toad es el eje de la acción también, y está interpretado por un actor muy carismático, Rufus Hound, como por otra parte era esencial para un personaje tan atrapante como este. La dirección de la puesta es de una tal Rachel Kavanaugh y la música es de George Stiles mientras que las letras pertenecen a Anthony Drewe. Sí, porque estamos en presencia de un musical despampanante, con aires (o vientos) de superproducción para adultos, aunque aquí se reserve para el público infantil en su mayoría, que está bien acompañado por sus padres quienes lo disfrutan a la par.
La anécdota sucede a lo largo de las cuatro estaciones de un año, empezando por la primavera, y está situado en un bosque, en donde hacen presencia todos los animales del lugar. Lo curioso es que para las caracterizaciones de animales aparecen personas vestidas como seres normales, sólo que con algún aditamento especial que los caracteriza, como colas u orejas para zorros, conejos o nutrias. El personaje conductor, más allá del sapo, y el que parece llevar la acción es un Topo (el joven Craig Mather), secundado por Ratito, una rata de río con quien viven electrizantes aventuras (Simon Lipkin). Los malos acá están dados por las comadrejas, zorros y armiños, siendo el jefe de las comadrejas quien lleva la voz cantante (Neil McDermott). La música está compuesta en forma de baladas agradables, sobre todo para el oído humano medio, salvo algunas partes con aires de rock, estas casi todas cantadas por las comadrejas y sus secuaces. Son bonitas canciones que ocupan las más de dos horas que dura el espectáculo y que, algunas de ellas, perduran en los oídos de los espectadores una vez finalizada la función (o la visión).
Como decíamos, empieza la acción en primavera, cuando todos los animales del bosque salen de su letargo invernal y abre con el Sr. Topo haciendo amistad con Ratito, la rata de río embarcada, hay un sinfín de personajes entre los que se destacan las nutrias nadadoras, una de ellas, la niña Portia y su madre serán también eje de la acción. Aparece en escena el Sr. Sapo, quien está enemistado con Ratito (mejor dicho Ratito está alejado del sapo) debido a sus acciones muy poco decorosas, sobre todo las asociadas con la velocidad y el manejo de automóviles, sumado a su compulsión de mentiroso, fanfarrón, embaucador y toda clase de delicias. El Sapo vive en un lujoso palacio del que hace gala, y cuando comienza la obra, sale de viaje con su carro lleno de manjares y comodidades que, terminará compartiendo con Sr. Topo y Ratito.
Enseguida llega el verano y asistimos al vuelo de las golondrinas (vestidas como azafatas) que replican cantando que "una golondrina no hace verano". Mr. Toad consigue robarse un auto y empiezan sus problemas con la velocidad, entre ellos el de asustar a una familia de armadillos (acá está traducido así, pero en realidad son puercoespines, ya que ostentan sus grandes púas), quienes sienten miedo de cruzar la ruta y ser muertos por un coche como el de Mr. Toad que no respeta las leyes de tránsito. Al verano le sigue el otoño y entramos en la cueva del Tejón, otro personaje central, acá con un actor pintado el rostro de mulato, cueva que es un dechado de elegancia y cultura pues posee libros ubicados por las paredes de todas las formas posibles. El Tejón es un verdadero señor, bien educado y con buenos modales, a quien se busca porque se ha extraviado el Sr. Sapo para que los ayude en su busca (como nos enseñó a decir Borges, en cambio de la espantosa "búsqueda", que según él está mal empleada). El Tejón en un principio no quiere participar de la aventura, pero luego es convencido por Topo y Ratito, los dos conductores de la anécdota.
Se encuentra al Sapo en un juzgado preso por haber robado una auto y haber violado las normas de velocidad y es juzgado por un jurado popular integrado por los malditos comadrejas, zorros y armiños, y es condenado a cumplir prisión por el lapso de 20 años. Sin piedad lo encarcelan, aunque sus amigos protesten. Todo en medio de bailes y canciones muy alegres.
Entretanto llega la Navidad, y con ella el invierno. Y es festejada en la casa del Sr. Topo mientras afuera, un coro de ratones cantores entona bellos villancicos en los que recuerdan la amistad del Sapo, el Topo, Ratito y el Tejón. Son agasajados con caramelos dulces, que comen con fruición. Mientras, la banda de las comadrejas intrusan el palacio del Sapo y secuestran a la bella nutria Portia a la que van a ir engordando para que sirva de cena de navidad. La acción en la residencia del Sapo es desmedida y todo bulle de alegría por parte de los intrusos. Al mismo tiempo una gorda lavandera prepara la huida del sapo del calabozo que habita. La idea es disfrazarlo de mujer y hacerlo pasar por la tía de la lavandera para franquear la puerta. El Sapo, con miles de objeciones, logra trasvestirse y cruzar el umbral del presidio, mientras es perseguido  por toda la policía. Enseguida logra subirse a un barco conducido por una bella vaquera, que, en cuanto se da cuenta que es un horrendo sapo, lo echa de a bordo. Cambiará su medio de fuga por un tren siempre seguido de cerca por las fuerzas de la ley, y en seguida se apropiará nuevamente de un auto para conducir a todo lo que da. Termina estrellado contra un árbol y nuevamente preso, pero esta vez sus amigos interceden y le impugnan al Juez su sentencia, por haber sido dada por una banda de mafiosos a los que el Juez consideró decentes, y así es salvado el Sapo de la prisión nuevamente.
Pero ahora lo que hay que hacer es reintegrar el palacio a su antiguo dueño, y las comadrejas no piensan en abandonarlo. Entre todos los amigos preparan el plan de ataque, y dejan oír que un grupo de ratas armadas vienen por el río, con lo que consiguen ahuyentar a la mayoría de los inquilinos. Pero el jefe es persistente, y mientras se prepara para devorar a la ya obesa Portia, las fuerzas del bien hacen su entrada en palacio y logran meterlo en la jaula de donde se iba a devorar a la nutria.
El buen Sapo parece haber escarmentado y reparado en el valor de la amistad, y organiza una gran fiesta en su mansión para todos los habitantes del bosque, con preferencia, claro de sus amigos y salvadores. Todo termina bien, entre risas, bailes y cantos. Una obra musical que nos revive los mejores exponentes del género y se la ofrece como regalo a los más chicos. Para ver y compartir con toda la familia, viendo una fauna de animalitos silvestres conviviendo en la mayor libertad y paz.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
Y no se olviden que pueden verla pulsando el "Ver obra".
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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