Tengo que hacer obligatoriamente esta crítica en carácter personal, desde la primera persona. Me resultó muy dura de ver esta magnífica y sensible película de 2014 dirigida por Richard Glatzer y Wash Westermoreland e interpretada por la aquí extraordinaria Julianne Moore que le valió el Oscar de ese año como Mejor Actriz. Y digo dolorosa porque narra el caso de Alice Howlan, una profesora de lingüística de la universidad de Columbia que a sus 50 años enferma de Alzheimer y no puedo dejar de ver reflejada en ella a mi propia madre, que a sus 81 está pasando por la primera etapa de esta misma enfermedad, cursándola a pasos agigantados. No puedo obviarla, mientras ella me pregunta por 52° vez a dónde tiene que ir mañana y por qué tiene que ir a ver a la psicóloga cognitiva y qué les interesa a ellos que esté perdiendo la memoria y que si no puede faltar. Algo por el estilo le pasa a esta Alice que fuera una profesora ejemplar toda su vida, preocupada por el significado de las palabras y el de la comunicación cuando empieza a advertir que padece de algunos olvidos sospechosos. El primero le sucede en medio de una clase, en donde tarda unos instantes en retomar el tema que venía desarrollando. Después vendrá el episodio de salir a correr y detenerse frente a la universidad en donde enseña y sentirse desorientada, perdida, extraviada. Va a consultar a un neurólogo y este le diagnostica un Alzheimer precoz, a sus 50 años recién cumplidos. Le hacen resonancias magnéticas, tomografías y toda la batería de estudios para encontrar unas zonas rojas en su cerebro que son alarmantemente los lugares en donde se define la terrible enfermedad. A mi mamá le hicieron otro tanto, y declararon, hablando en criollo, que donde debería haber materia gris ahora hay agujeros...
Es cierto, la película podría haberse tomado con un poquito más de sentido del humor para desdramatizar el asunto. Pero no fue esta la intención de sus creadores, que prefirieron transitar por el camino del más puro dramatismo. "Siento que dentro de poco ya no seré nunca más la que era. Lo más terrible es perderlo todo, los recuerdos, los objetos, la ubicación, el sentido de la realidad. Me quedan los afectos y el sentido de haber vivido una fida plena y nadie me puede quitar los momentos de alegría...", dice Alice en un discurso que da para la asociación de Alzheimer. Y yo siento que mi mamá está dejando de ser la que era, se olvida cada dos minutos lo que se le dijo dos minutos antes, no recuerda donde puso las cosas, se pierde en el tiempo, afirma experiencias que nunca vivió, se olvida de las relaciones con personas que toda su vida tuvo presentes, hasta llega a culparme de que no la ayudo con sus ejercicios para la memoria, algo que no puedo ni debo hacer. Y somos mi tía y yo los que debemos sostenerla y luchar contra todo esto, ahora estamos viendo un plan para ayudar a familiares de personas con Alzheimer, sobre cómo entender y aprender a sobrellevar la convivencia. Pero es que lo peor es que este es un viaje sin vuelta atrás, nunca más voy a volver a encontrarme con mi verdadera mamá. Como cantaba el maladado Cortéz: "La vejez es todo el equipaje de una vida, dispuesto ante la puerta de salida por la que no se puede ya volver..." Alice tiene tres hijos amorosos, dos hijas, Lydia (la bellísima, lástima que es lesbiana, Kristen Stewart), la estudiante de teatro, y Anna (Kate Bosworth), quien es futura mamá de dos gemelos, casada con Charlie (Shane McRae) y un hijo, Tom (Hunter Parrish). Además está casada con el médico John (Alec Baldwin), cariñosísimo, quienes entre todos ayudan a sostenerla cuando avanza la enfermedad.
Lo que Alice tiene a su favor es que se maneja muy bien con la tecnología, y así como sabe utilizar su celular, que le recuerda las cosas diarias y le pregunta una y mil veces cómo se llama, cuál es su fecha de cumpleaños, el nombre de sus hijas y dónde vive, así también se maneja con la computadora y ´puede sostener una conversación con sus hijas por Skype (ya avanzada la enfermedad) y hasta puede grabar mensajes para su futuro, como por ejemplo decirse cuando la enfermedad esté grave, de qué manera tiene que suicidarse y los pasos a seguir. Por eso desespera una noche en que no encuentra su celular, revolviendo hasta los cubiertos de la cocina.
La cámara es un gran aliado de los directores para contar. Con esa cámara circular que la rodea toda a Alice en su desconcierto frente a la universidad, nos transmite su sensación de extrañeza frente al edificio que le era tan conocido. O los constantes fuera de foco con lo que expresa su desconocimiento de las cosas comunes y transitadas habitualmente. Como esa secuencia en la casa de la playa en donde Alice siente ganas de orinar y busca el baño, abriendo todas las puertas, hasta los placares y sin encontrar el cuarto de baño, en que termina orinándose encima, está toda permanentemente desenfocada, ante el estupor de no poder orientarse dentro de una casa que le era por demás conocida. Son muchos los casos en que la cámara pierde el objetivo, como así se pierde el objeto de Alice en su caminar por la vida.
"Vivo en un infierno", les dice esta cincuentona a sus oyentes en la conferencia ante la liga del Alzheimer, y así es. Critica a su hija en su debut teatral con las palabras de un crítico profesional alejado de todo, hasta que Anna le recuerda: "Le estás hablando a tu hija" y ahí ella recapacita y se funde en un abrazo. O el tema de tener que ir subrayando los párrafos con resaltador en su disertación, para no repetir lo que ya leyó, porque se olvida al instante de haberlo leído. Deja de leer "Moby Dick" porque está cansada de empezarlo siempre de nuevo porque no recuerda lo ya leído. O saluda varias veces y se presenta ante la nueva novia de su hijo, o le pregunta a su esposo cuándo es la conferencia, aunque este acabe de decírselo. La vida es un infierno para Alice y para quienes la rodean, como así para mí que debo contestar a las preguntas de mi mamá por enésima vez sin que ella recuerde haber preguntado. La película muestra la cara terrible de la enfermedad (¿hay otra?) y lo hace descarnadamente, sin anestesia. Como cuando Alice visita esa residencia para adultos mayores y se encuentra con cuadros de abandono y depresión muy marcados entre los habitantes de esa casa refinada y abierta que sin embargo contiene seres enfermos o al borde del abismo, como ese viejo decrépito de quien nos enteramos que fue el primero en poner un satélite girando alrededor de la Tierra...
Repito, un trabajo excelente de Julianne Moore que muestra hasta la última fibra de esta descarnada dolencia con todo su padecimiento, así como la labor de Alec Baldwin, ya muy alejado de los papeles siniestros de su juventud, entregado en cuerpo y alma a acompañar, o Kristen Stewart, muy convincente también en su rol de hija. Una película ineludible para todos los que estamos transitando esta convivencia con el mal que afecta a las personas de edad y que nos desvela a más de uno.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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