viernes, 25 de octubre de 2019

Mi crítica de "El Diccionario" (Teatro)


En este nuevo acierto de Teatrix, nos vemos deslumbrados por la obra de Manuel Calzada Pérez, con la extraordinaria interpretación de Marta Lubos como esa María Moliner Ruíz, la mujer que emprende la titánica tarea de construir un Diccionario del Idioma Español, confrontando con el de la Real Academia de la Lengua, debido a la inexactitud de éste en algunos de sus conceptos. La acompañan Roberto Mosca como su marido, el catédrático Fernando Ramón Ferrando y Pablo Flores Maini como su médico neurólogo. Es para mí muy difícil hablar de este tema ya que aborda una problemática como la de la arterioesclerosis (así denominada en los años 70, en los que transcurre la acción, si bien se retrotrae al 66 y al 39), pero hoy llamada abiertamente Alzheimer. Y es porque mi madre se encuentra transitando la primera etapa de dicha enfermedad que se me complican las cosas y se me hace un nudo en la garganta ante tan explícita exposición. Trataré de ser, igualmente, lo más claro y objetivo que pueda. 
María Moliner es una Lic. en Filosofía que se encuentra enfrascada en dar forma a un colosal diccionario de usos y costumbres del idioma español, pero está perdiendo la memoria de algunas palabras. Hecho crucial y terrible para alguien que ha dedicado su vida a la explicitación del lenguaje el pasar por el tamiz del olvido este mismo instrumento de comunicación. Porque su afán es el de exponer a través de la palabra y lograr la comprensión por parte de la gente. Porque como ella explica bien en un momento "quien domina la terminología detenta el poder" El lenguaje nos hace libres, nos da la capacidad de pensar, de entender, de volar. Es por eso también que durante la época terrible de la Guerra Civil y de Franco fue censurada y obligada a replegarse. Ella y su marido además adscribieron siempre a la República, se los tildó de "rojos" y de subversivos y hasta se les impuso interrogatorio y tortura para delatar compañeros. Todo eso es revivido por María cuando el médico la somete a un inocente interrogatorio para comprobar sus facultades mentales, atada al cablerío de los sistemas de análisis, ella confunde las preguntas del galeno con las del dictador, tendientes a la delación y a la autoinculpación por el sólo hecho de manejarse en el mundo de las palabras. Sabemos que la cultura siempre ha inquietado a los tiranos de turno, y la época franquista no es la excepción. Por supuesto que los pronósticos del médico no son en absoluto tranquilizadores: en una primera etapa van del olvido de palabras, nombres y hechos hasta desarrollarse en una etapa posterior a la pérdida del control total del cuerpo y vivir postrada y prácticamente como un vegetal. Esto angustia en demasía a María, quien no le comunica a su marido que está viendo al médico, mientras aquel va perdiendo la visión hasta quedar totalmente ciego. Es una metáfora del no ver, el mundo de tinieblas en el que se están colocando ambos, un mundo oscuro que no tiene vuelta atrás y que desemboca en la incomunicación total, algo incomprensible para quienes se han desarrollado en el mundo de las ideas, desde esa constructora del lenguaje hasta ese marido, catedrático de física nuclear dedicada a la comprensión de la mente.
Nos hallamos en un sistema de ideas y es a través de ellas que se maneja Oscar Braney Finn para dirigir su obra. La acción transcurre en tres espacios bien diferenciados, a la izquierda el consultorio del médico, a la derecha la casa del matrimonio, donde María se dedica a su trabajo y -como no- al zurcido de medias rotas. El medio está reservado para un espacio de transición el cual no deja de tener su valor. Al principio, al narrarle María Moliner al médico su ocupación actual, que ya le ha consumido 15 años de su vida, éste la cataloga como un deliro léxico-patológico que llama de "Don Quijote" para transformarse en una obsesión compulsiva con delirios de trastorno psicótico. Cuando le pregunta a qué se dedicó toda su vida ella contesta "librera", justamente porque se ha olvidado el término: "bibliotecaria". Y en 1939 es obligada por el alto cargo oficial a callar durante tres años y guardarse de trabajar. Es por eso que, ante la visita de Franco a Valencia ella opta por salir al balcón junto a su marido para saludar al Genralísimo, como así a quemar libros "prohibidos", aún contra su voluntad, tratándose de lo que más ama. Incluso ha enseñado a sus hijos una nueva forma de lenguaje, desde ahora el cura será el "sacerdote" y todo lo prohibido se reemplazará por lo políticamente correcto. 
Pero a partir de que le llegue un ejemplar del diccionario al médico, dedicado por su paciente, éste cambiará el diagnóstico adjudicado, rompiendo las hojas del protocolo, y pasando a admirar verdaderamente a aquella valiosa mujer que dedicara 15 años de su vida a dar exacta dimensión a la palabra (por ejemplo se cambia la definición de "matrimonio" dado por la Real Academia, ya que lo estigmatiza como "unión duradera de por vida", a lo que Moliner se replantea que por qué debe ser de "por vida"). Cuando su marido pierde la vista (en tiempos de Franco ha perdido el cargo, por lo cual odió siempre a ese dictador), ella le confiesa tener problemas de memoria y estar visitando al médico, por lo que ésta le dice "yo seré tus ojos", "y yo seré tu memoria", le acota él. "No, porque querrás acordarte sólo de lo que te conviene", le dice ella; "bueno, una memoria selectiva", acota su marido.
Lo cierto es que quien se maneja en un mundo de símbolos, al padecer de Alzheimer, son estos los primeros que se pierden, siendo lo último la música, la cadencia de las canciones de la infancia, le dice el médico. La obra se desarrolla en un ir y venir de tiempos, no es cronológica, y por eso asistimos después a sucesos que ocurrieron antes y en principio a los más nuevos. María ofrece su discurso postrero a la Real Academia, cuando ya su enfermedad ha tomado cariz de gravedad y debe retirarse de su cargo, en una alocución, que, si bien no deja de ser brillante, deja ver los deterioros que su estado ha ejercido sobre ella. La vemos en última instancia cuando ya el marido ha muerto y María, víctima del párkinson además, deja caer sus fichas al suelo y se pierde recostada sobre sus piernas y cantando una canción de cuna. En ese momento llega el médico a hacerle una visita -quizá la última- y ve en cuan desastroso estado se halla. Le hace algunas preguntas a las que ella ya no atina a contestar. El logo final nos indica que María Moliner murió en 1981, a los 80 años de edad, aislada por completo del mundo y en una entrega de total abandono. 
El público aplaude emocionado y fervoroso ante tamaño desafío para Marta Lubos, una mujer de edad que se ha cargado a cuestas tan difícil interpretación y que la ha resuelto de manera brillante y emotiva, lo que fue coronado por un premio ACE y un María Guerrero a su actuación. La verdad es que es una performance como no se ha visto en el teatro alternativo hace años y que deja a todo el mundo conmovido. Excelente obra y son también muy buenas las actuaciones de Mosca y de Flores Maini. Para no dejar pasar. Y no olviden que pueden verla haciendo click en "Ver obra".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario