Digámoslo de una vez. Todo se limita a persecuciones de autos y un poco de erotismo en el cine norteamericano actual. Porque esta película pochoclera (mala) de James Foley se circunscribe a eso. No se decide por ningún género, en realidad. Le esquiva al cine erótico del que es hijo esta esta franquicia de "Cincuenta Sombras" a pesar de que el libro de la prolífica E. L. James hace gala de eso, siendo un libro menos que mediocre (mediocre podría ser "El viaje del elefante blanco", de José Saramago, y aún así es excelente al lado de esta porquería). La única ventaja es que se han condensado casi 700 páginas en una hora y tres cuartos. El erotismo casi no aparece, salvo en breves flashes, porque si bien era escaso en las entregas anteriores, para colmo ahora Anastasia Steele (Dakota Johnson) y Christian Grey (Jamie Dornan) se han casado. Y si bien la pasión subsiste, sabemos que los yanquis son muy pacatos a la hora de llevar sexo a la pantalla, estas escenas deben sumar cinco minutos en fílmico, y esto siendo generoso. Para colmo ahora Anastasia se ha olvidado de darse la inyección anticonceptiva y ha quedado embarazada, lo que produce una desestabilización en su inmaduro marido. Así que lo del sexo, con cuentagotas (la escena del uso del dilatador anal se reduce a un recuerdo mientras Anastasia toma un té; y la de la tortura con el vibrador que no le permite llegar al orgasmo se cuenta en pocos segundos). Los dos recién casados se comportan como dos adolescentes malcriados, haciendo muy poco creíble el progreso de la trama.
Y lo que resta son las escenas de suspenso, también escatimadas por la autora, ya que se centran en la persecución de autos por la autopista (eso sí lo saben hacer) y el pedido de los 5 millones por parte de Jack Hyde (Eric Johnson, con un apellido que remite al Mr. Hyde, personaje de Robert L. Stevenson y su maldad innata), el antiguo jefe y acosador de Ana, que ha logrado salir de la cárcel bajo fianza y secuestra a Mia (Rita Ora), la hermana de Christian y chantajea a Ana. Los padecimientos por la paliza que le pega su ex jefe (con fractura de cráneo incluida, en el libro) queda acá reducida a 3 minutos de película. Y los sufrimientos de la internación del padrastro de Ana son directamente suprimidos. La adaptación del texto original se ha reservado para las secuencias de acción más que nada.
El viaje a Aspen y la estadía en la mansión de Christian, con los amigos y familiares de ambos, con declaración del hermano de Christian, Elliot (Luke Grinar) a la bella amiga de Ana, Kate Kavannagh (Eloise Mumford) se resumen a 10 minutos del film. O sea, no hay nada de nada, en una seguidilla de películas que ya parece agotada (y los espectadores también).
Lo de las lenguas que se buscan y se encuentran, se entrelazan y se dan placer la una a la otra, parece ser una burda metáfora literaria (que aparece en cada página del libro) teniendo en cuenta los resultados cinéticos, en que brillan por su ausencia. Tan solo unos besos castos, y lo de los ojos en blanco o la mordedura del labio inferior de Anastasia, que tanto excitaba a Christian... eh, se le olvidó al director...
Todo está minimizado, y lo que lleva 50 páginas de libro se resuelve en unos pocos segundos. Nos queda que a Anastasia le gusta conducir fuerte autos de alta gama y que es afecta a tener "sexo vainilla" en cualquier parte. La luna de miel, que se desarrolla en buena parte de Europa, dando lugar para la postal turística digna de este cine comercial, queda acotada a 5 minutos, y ni siquiera los vemos manejar la moto de agua (ya que las tomas son demasiado lejanas -con dobles- o, si son cercanas, no se les ve la base del vehículo, con lo que pensamos que fueron hechas en estudio), como así las escenas dentro del lujoso barco. Parece que la intención del director fue la de cumplir con un trámite penoso, contar lo más rápido posible el libro para terminarlo en el menor metraje que pudiese utilizar. Es como si se le agotaran los temas a Foley y pasara de uno a otro con la velocidad de la luz, como que no hay nada nuevo que contar en esta historia de sumisa y Amo, que conmocionó la vida sexual de millones de mujeres en el mundo (inexplicablemente) y que desemboca, después de toda la sordidez que planteara, en un matrimonio con bebé incluido y feliz vida de amor coyugal, sin perversiones, viviendo en una lujosa y vieja casona, lejos de la ciudad.
Una historia sin el menor atractivo ni interés alguno, mal contada y mal llevada que nos hace recordar que habrá una veintena de autores estimulantes dentro del cine norteamericano vigente (Scorsese, Allen, Eastwood, Tarantino, Linklater, Wes Anderson, Jarmusch, y alguno más). Un film pasado por agua que bien vale la pena no ver.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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