Ayer fui a ver "El Test", obra que me debía desde el verano y concluyo en que consiste en un perfecto entretenimiento para todo público. La obra de Jordi Vallejo ha sido estupendamente adaptada y dirigida por el prolífico Daniel Veronese y tiene un peso actoral suficiente como para convertirse en una propuesta seductora. Que el mayor brillo en la actuación recae una vez más en Jorge Suárez no es ninguna novedad ya que nos tiene acostumbrados a extraordinarias interpretaciones, pero esta, además de ser rutilante, sostiene todo el peso de la obra en un papel que parece haber sido escrito para su lucimiento. Ese Héctor parece impensable en la voz y en el cuerpo de otro actor: digámoslo de una vez, Jorge Suárez es insustituible. Por ahí la decepción está en Carlos Belloso, un actor sólido que nos deleita presentándonos criaturas al borde del patetismo, acá se lo ve muy sobrio y "normal", actuando en piloto automático. Viviana Saccone imprime fuerza y vitalidad y credibilidad a su personaje, que se debate entre lo tierno y lo férreo. Y María Zubiri vuelve desagradable a su papel de Berta, una psicóloga del cable, exitosa, sensual, hermosa y muy decidida e independiente, presentando así un estupendo trabajo. Lo repetimos. Veronese sabe crear comedia de las situaciones más patéticas y lo hace con indudable talento y oficio, y se constituye en el director ideal para comandar este grupo de actores que saben bien lo que quieren.
Así presentada, "El Test" se vuelve una comedia feroz sobre el dinero como tabla de salvación para todos los males, sobre cómo la codicia puede arruinar vínculos duraderos y cómo la desesperación de un hombre fracasado puede ser el motor de un infinito ruego a la caridad del poderoso. Y nos hacemos las siguientes preguntas: ¿es el dinero fin o medio? ¿Puede la plata arrasar con todo, poner al descubierto miserias, avaricias, ansias de poder, extorsión, manipulación? Esto y mucho más es lo que dispara esta obra cuya premisa es: "¿qué preferirías, cien mil dólares ahora o un millón dentro de diez años?"
Los parámetros son claros, la pareja formada por Paula y Héctor es un matrimonio que pasa penurias económicas. Ella es naturista, ecológica, antimaterialista y acaba de rechazar un muy buen trabajo que el potentado de su padre termina de ofrecerle. Héctor tiene un bar en el que le va bastante mal ("ni la pascualina sale en mi bar") y no tiene el dinero suficiente para pagarle el viaje de egresados de 7° a su hija Marina ni para las zapatillas de ballet. Están pasando una velada en el departamento de su mejor amigo, Antonio (Belloso) quien es un ricachón que amasó su fortuna con un emprendimiento inmobiliario estafando gente, y además con negocios con compañías de electricidad. Él es quien les propone el famoso "test-Berta", el de los dólares, y prosiguiendo el afilado juego les hace un cheque por cien mil dólares a cobrar ya o que opten por un contrato para un millón dentro de diez años. Por supuesto que Paula, la incorruptible Paula, rechaza el cheque y el contrato por tratarse de dinero mal habido, mientras que su marido insiste por hacerla cambiar de opinión. Todo esto en un tono de comedia que invita a la carcajada franca y a la reflexión. Desesperado por tratar de cambiar su vida, Héctor opta por los cien mil dólares a cobrar al día siguiente, mientras su esposa se niega, todo esto cedido por el millonario poseedor de un departamento de 250 metros cuadrados.
Pero la cosa no es tan simple. Cuando llega Berta, la pareja joven de Antonio y exitosa psicóloga de la televisión, y descubra el cheque y el contrato a diez años, pondrá todo patas para arriba. Se encierra con su novio a decirle que no puede regalar su dinero de esa manera y se empeñará que la pareja de amigos opten por el millón dentro de diez años, el cuál nunca será pagado. Una vez reincorporados al grupo Héctor y Paula se han decidido por el cheque, y ahora, la labor de la pareja donante, será hacerlos desistir. Para ello, Berta les cuenta la parábola de las hermanas gemelas. A dos hermanas que son iguales en todo, que han recibido la misma educación y el mismo amor paterno, se les ofrece una golosina con el siguiente trato: aquella que sea capaz de esperar para comerla se le dará una segunda golosina, mientras que a la que la coma inmediatamente no se le dará nada más. Con el tiempo, la que supo esperar se convertirá en una persona exitosa y feliz, mientras que la otra será una fracasada.
Héctor interpreta al toque la "paradoja" (como entiende él el término, entre otros, su aumento de los "trigonométricos" y la extinción del "otorrino-laringólogo"), pero no se deja convencer, quiere su cheque y considera verdaderas tonterías lo que proclama Berta y no se siente un ser frustrado: tiene una profesión, se lleva bien con su familia y ha logrado una pareja armónica. Por supuesto que hay brotes de ira en las respuestas de un Héctor más frustrado que nunca.
Con la dilación de la cobranza empezarán a salir a la luz todas las bajezas humanas: Héctor acusará a Antonio de tener romances con "pendejas" en paralelo con su historia con Berta y éste le revelará que el engaño de su mujer no fue con un miembro de la ONG que albergaba en su casa, sino que ha sido con un servidor. Claro, todo esto desbarrancará la situación hasta llegar a los gritos, los insultos, los reproches y las rupturas. Todas las máscaras caen cuando se dicen las grandes verdades de la vida, y Paula y Héctor rompen el cheque y el contrato que Antonio les ofrece, demostrando que el "mejor amigo" no era tal. Un último esfuerzo por parte de Antonio consiste en hacerle a Héctor un cheque para un millón de dólares para cobrar al día siguiente. Pero deberá elegir, entre esto o su esposa... Una obra para reír y reflexionar. Imperdible.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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