Esta nueva película dirigida por Daniel Auteuil, se basa en el exitazo de Florian Zeller que acá se bautizó como "Sin Filtro" y que todavía se está exhibiendo en el teatro La Plaza. A diferencia de la obra, la película no se detiene en los comentarios de lo que la pareja protagónica piensa y se escucha en voz alta, aquí encarnados por el propio Auteuil (Daniel) y Sandrine Kiberlain (Isabelle). Con este recorte se pierde casi toda la gracia de la obra y mucho de lo que nos proponía la reflexión: la hipocresía, la doble moral, los deseos ocultos. De esto último se encarga de enfatizar la reescritura del propio Zeller, autor del guión, quien le otorga a la pieza más respiración de film, con ambientes abiertos, pasajes de vacaciones y recreos naturales. Digo que se ocupa de los deseos ocultos ya que casi toda la película transcurre en la mente de ese Daniel, obsesionado con la nueva pareja de su amigo Patrick (Gerard Depardieu), la joven y hermosa Emma (Adriana Ugarte). Me voy a detener acá un momento. Si bien Ugarte es una verdadera belleza no tiene ni punto de comparación con Muni Sieguelman, la argentina que encarna el mismo papel en la obra teatral. Ésta en verdad es una bomba, mientras la Ugarte adolesce de unos pechos pequeñitos, la nuestra ostenta unos volúmenes notables y su rubia cabellera impacta más que el morocho de la francesa. Puestas a competir en belleza la de la obra argentina le lleva varias cabezas de ventaja a la gala.
El problema más notable de la película es la falta de la autorreflexión que instalan los pensamientos en voz alta y algo fundamental: la presencia de Goity en la obra. Goity es un animal de teatro, imbatible por donde se lo mire y con un excelente talento para la comicidad. Auteuil se defiende pero hace lo que puede, más dado a la comedia romántica que a darle un verdadero carácter humorístico a la pieza. Se pierde mucho en la comparación, e incluso el final, que invita a la reflexión está más logrado en la puesta vernácula que en la extranjera. Sucede lo mismo con varias comedias francesas que acá fueron éxito y en la pantalla pasaron sin pena ni gloria, como el caso de "Le prenom". Decimos que está desarrollado el ensueño del protagonista ya que, a falta de palabras, sus pensamientos se ven en pantalla, engañando al espectador en más de una oportunidad, como las vacaciones compartidas en Ibiza, el viaje a Venecia de ambos amantes (Daniel y Emma, ya que aquí han cobrado estatura de pareja en más de una fantasía), la obra de teatro que protagoniza Emma, etc. Incluso el final es engañoso, ya que los ubica como habiendo dejado a sus respectivos cónyuges y convertidos en amantes clandestinos que han blanqueado su situación, incluso con un viaje de novios a Venecia. Cuando finalmente Emma decide abandonar a Daniel, este vuelve arrepentido a su casa y tanto su mujer como su amigo le cierran la puerta en la cara. Pero lo que creíamos que sucedía en verdad (se extiende por más de veinte minutos) está en la cabeza de Daniel, quien finalmente agradece locamente estar casado con Isabelle y se entrega a ella con toda la pasión que puede. Si bien las insinuaciones de Emma existieron en la realidad, su escape con ella al aeropuerto y posterior viaje no existieron jamás.
Resumamos la historia para quién no haya leído la crítica de "Sin Filtro" (a la que derivo). Daniel e Isabelle son un matrimonio bien avenido, de muchos años juntos. Ella profesora, él editor, compartieron en otro tiempo amistad con Patrick y Laurence, una pareja que supo ser señera en su sitial. Pero un buen día Patrick se enamoró de Emma y decidió dejar a su mujer, por una jovencita de 30 años, él que ostenta sus buenos 60. Eso lo hizo aborrecible para Isabelle quien se convirtió en paño de lágrimas para Laurence. Por eso cuando se encuentran en la calle Daniel y Patrick y este prácticamente se invita a cenar a casa de sus antiguos amigos para presentarles su nueva adquisición, hace entrar a estos en conflicto. Todo esto, que en la puesta argentina lleva su buen tiempo de escenario, acá está narrado elípticamente. Llega la noche de la cena y Emma cae como una bomba (en realidad es una bomba) y Daniel cae seducido por ella y sueña con una nueva vida a su lado, hasta que repara en toda la mezquindad, ruindad, iniquidades y aire de superioridad que quiere darse su amigo Patrick ante ellos, exhibiendo su trofeo de caza, su gran fortuna económica, así como las casas que alquila para vacacionar, la nueva residencia a la que se van a mudar, hasta el vino con que se presenta a lacena. Todo esto está tratado con mucho mayor humor y sagacidad en la puesta local que en esta adocenada película que sin embargo lleva el sello de un gran autor como es Auteuil, que supo revivir con éxito las películas más importantes de Marcel Pagnol. Una lástima que se haya desperdiciado tan buen material. O será que los argentinos tenemos un cuerpo de teatro que es imbatible en el mundo entero...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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