Teatrix ha sumado a su catálogo esta obra en calidad de Obra Recuperada, grabada en el NDAteneo en el 2013. Como comedia, escrita y dirigida con solvencia por Daniel Dátola, es fresca, humorística y ágil, complementos de llevadera porque está interpretada por dos grandes actores como son Diego Pérez (Juan Carlos) y Alejandro Müller (Leo), quienes mantienen una charla de café distendida en donde se dedican a hablar de lo que hablamos todos los hombres: de mujeres. Y lo hacen no desde el costado libidinoso o en plan seductor sino en el de crítica abierta a ese ser inclasificable e indescifrable que se denomina mujer. Es por eso que el título de la obra resulte paradójico, porque se encargarán de encontrar y subrayar todos los defectos que su experiencia conyugal les acarrea con sus respectivas esposas. Juan Carlos y Leo son amigos entrañables y están casados en segundas nupcias, ambos, el primero con Martita y el otro con Susana, y es por la confianza que se tienen que pueden tomarse el pelo o provocar asombro en el otro por conductas impensadas. El lenguaje que utilizan es el de los muchachos de café, por lo tanto no es apto para puristas del idioma, con la puteada fuerte y constante de la que tan bien nos tenía acostumbrados el "Negro" Fontanarrosa con sus historias de café y de minas. El lenguaje no es el de la Sorbona, pero es lo bastante explícito como para pintar la picardía, el costumbrismo y el cuadro de situación que intenta describir Dátola en su retrato del mundo femenino, el cual siempre es acertado.
Para aquellos que no estamos casados ni nunca lo estuvimos no resulta ajena la anécdota, ya sea porque tal vez hemos tenido que sufrir la inoperancia femenina en más de una oportunidad o porque el mundo de la mujer es sobradamente conocido, así como sus manías y costumbres. Es muy gracioso que Leo tenga en su celular el ringtone con la música de "Tiburón", el que inmediatamente copiará Juan Carlos para anunciar el llamado peligroso de su mujer. Es sabido que en el mundo de los hombres se dedica mucho tiempo a hablar, contrariamente a lo que dicen los que creen que la mujer habla más, y se explayan durante hora y media sin interrupción y logrando el milagro de hacernos partícipes, de no aburrir nunca a pesar de estar casi clavados a sus sillas: lo que se ve es una charla amena y ágil que indaga sobre los comportamientos femeninos con sutileza y con la mirada masculina puesta en censora. Así discurren muchos teman importantes de la convivencia como por ejemplo los viajes a Miami y la inagotable pasión por visitar shoppings de sus esposas, la comida dietética y la imposibilidad de hacer un asado, la incomprensión por el fútbol, las vacaciones de verano con todos los detalles playeros, las fiestas de casamiento en que uno no conoce al novio ni a la novia, lo friolentas que suelen ser las mujeres en comparación con el hombre, la compra en las tiendas de ropa y su constante indecisión, las críticas de las mujeres entre ellas, los códigos que tienen los hombres en comparación a los de las mujeres, los recitales a los que debe uno acompañarlas, las horas que pasan en el baño arreglándose, la indecisión sobre qué ponerse, etc.
Un tema que sobresale es el de que los hombres somos más sensibles que las mujeres, en contra de lo que muchos piensan, ya que cuando la situación no da para más es el hombre el que da vueltas para cortarla, en cambio ellas no dudan en divorciarse, olvidándose de su marido y desechando el amor que este siente por ellas ya que es el que siempre se queda llorando la pérdida de su mujer. Muestra de esto son las letras de las canciones, desde los tangos que siempre invocan la huída de la fémina en desdén del macho; los boleros, las canciones románticas que siempre hablan del sufrimiento masculino en pos de un amor trunco. ¿Ellas qué tienen para ofrecernos? La letra de "Malo", o "Que le den candela", el pedido de "qué ganas de no verte nunca más" u "olvídame y pega la vuelta" cantado por esposas despechadas.
Es imprescindible la química que se monta en el escenario entre Pérez y Múller cuando hablan de sus respectivas parejas y al fin y al cabo lo mucho que las quieren, haciendo cosas impensadas por ellas, desde calentar los pies de la mujer en invierno en la cama o aceptar que decidan por ellos sobre qué ropa debe gustarles más a sus maridos. A pesar de pecar de grosero y altisonante, el diálogo da en el clavo con sus agudas observaciones y la risa se hace incontenible, y en varios momentos estallan los aplausos. Realmente ambos son muy buenos comediantes y saben mantener vivo un texto que en otras manos y cuerpos hubiera resultado asfixiante. La solución parece estar en dejarlas hablar a las esposas, prueba de ésto es la sordera que padecía el padre de Leo, que hizo que salvara el matrimonio con una mujer que le gritaba todo el día. Al final la cansaba y reinaba la paz. La confianza del mundo masculino es otro pilar sobre el que se apoya la obra, tanto Juan Carlos como Leo no dudan en dar sus opiniones y en sentir complicidades varias ya que se alternan los diálogos sobre las esposas y uno se anima a continuar la observación que dejó inconclusa el otro. No hay golpes bajos a pesar de todo, y el sano humor corre por todo el espectáculo. Un show que permite tanto la risa del hombre como dela mujer, ya que en ningún momento esta es ofendida en su condición de tal.
Y hoy que está tan de moda el femicidio, no dejan de observar que el programa favorito de sus esposas es "Mujeres asesinas", y que rematan cada capítulo con un "¡lo bien que hizo!". Lo que hace delirar a los hombres con "nos quieren matar". Es aguda la mirada sobre la mujer de los tiempos del hoy, sobre el mundo que nos toca compartir, sin herir susceptibilidades ni menospreciar a esos seres tan indóciles como amados. Es un verdadero placer ver "¿Por qué Será que las Queremos Tanto?", es una gran propuesta recuperada por Teatrix. Lo pueden ver sólo haciendo un click en "Ver obra". Disfrútenlo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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