jueves, 21 de febrero de 2019

Mi crítica de "Transit" ("En Tránsito") (Cine)

Vi en DVD esta maravillosa, talentosa y original película, que todos los críticos no dudaron en calificar como la mejor del año pasado, estrenada tan sólo una semana después de otro peso pesado, "Cold War", que también estuvo entre lo más granado de la temporada.
Hasta no hace mucho tuve obreros trabajando en mi casa. El más chico de ellos, un joven comprometido con la escritura me afirmaba que lo bueno de ser escritor es que uno puede mentir con facilidad, y ante cada persona que conocía, podía inventarse una vida completamente distinta y nueva de la que llevaba. Yo no estuve muy de acuerdo con eso hasta que vi "Transit". Acá pasa algo similar. Lo primero que debemos destacar es el anacronismo de la historia. Porque se basa en una novela escrita en 1942 sobre la ocupación nazi en Francia. Y la película transcurre en plena actualidad. Y los personajes deben huir de Alemania y de Francia por su condición de judíos. Y la "limpieza" propulsada desde Alemania se lleva a cabo por policías sin el uniforme de la SS sino vestidos como en el presente, se habla de teléfonos celulares y se viste como en la actualidad. Hay muchas cosas sorprendentes en el film, una de ellas es su meterse en plena historia apenas transcurrido un minuto de película. Otra son los diferentes "capítulos" en que se concibe la acción, micro historias que van cambiando según cada volantazo de guión. La acción impulsa siempre la narración hacia adelante, no se detiene nunca y aporta nuevas vueltas de tuerca a cada momento. Y toca gran cantidad y variedad de temas: desde la persecución racial hasta la atracción de un hombre por una mujer, desde la fidelidad entre dos hombres hasta la amistad de un hombre con un niño, desde la usurpación de identidad hasta el suicidio por desesperación.
La película tiene un aire persecutorio o paranoico de entrada. Georg (Franz Rogowski), el protagonista de la historia es un perseguido que debe escapar de Alemania junto a otros amigos. Uno de ellos le ofrece entregar dos cartas en un hotel a cambio de una paga, al otro día un auto con un asiento libre lo espera rumbo a Marsella. Una de las cartas es para un escritor, la otra corresponde a la mujer del mismo. Detenido en una racia callejera en donde aprehenden a su amigo, logra escapar. Va hasta el hotel a cumplir su cometido y lo recibe una huidiza y bella mujer, encargada del hotel, que está limpiando la habitación del escritor. Consigue meterse en ella y ve un derrame de sangre de impresionantes proporciones: el escritor se ha suicidado dejando su manuscrito para un libro (al que Georg toma) y se supone que después de leer la carta de su mujer en donde le dice que lo dejaba. La hotelera confirma que habían arribado ambos juntos y que luego ella se había ido. Georg recoge las pertenencias del escritor.
Al día siguiente se dirige a la embajada para averiguar algo de éste pero es confundido con el escritor, quien había pedido asilo en México, enseguida le otorgan el pasaporte para México. Él consigue llegar a Francia en un tren, escondido con otro amigo al que le han amputado una pierna y que por una infección, muere en el camino. Ya llegado a la ciudad gala de Marsella, es abordado por una extraña mujer que enseguida lo deja. Será detenido un par de veces más por esa indecisa mujer que así como se acerca a él pareciera que algo le repele. En los trámites en la embajada, el cónsul le dice que su mujer (la del supuesto escritor, de quien él ha tomado la identidad), lo estuvo buscando y quiere reencontrarse con él. Le preguntan el nombre de esa mujer. Georg lo recuerda de la carta y afirma: Marie. Marie será desde ahora un personaje esencial en la película. Mientras, necesita comer y hospedarse, y va a ver a la esposa del difunto amigo que viajaba con él. Lo recibe su hijo, Driss (Lilien Batman... ojo con los chistes, miren que el negrito va a crecer...), un chico de unos diez años que juega a la pelota con él. Vuelve la madre, Melissa (Maryam Zaree), una magrebi sordomuda que se hace entender a través de su hijo. Georg, o Weidel, tal el nombre del escritor, de quien él ya ha tomado su personalidad en el pasaporte, le explica a Melissa que su marido ha muerto en el viaje.
Pronto consigue hacerse muy amigo del niño Driss, y una vez que este está en cama le arregla una radio. De allí saldrá su inventado nuevo trabajo: técnico en radio y televisión. Logra una profunda amistad con Driss, y cuando le dice que debe partir esa semana el chico se enoja con él y corre a su casa. Entretanto el chico enferma y Georg debe ir a buscar a un médico. Lo encuentra en otro emigrante, Richard (Godehard Giese), quien está en una habitación de hotel con Marie (Paula Beer), la enigmática mujer que tanto se le acercara a Georg. Se va con él a revisar a Driss de quien detecta que padece de asma. Pero Georg logra acercarse a Marie, quien no es otra que la esposa del escritor y quiere volver con él (mientras se revuelca con Richard). Vemos que lo que sucede (y seduce) del film, son sus impensadas y espontáneas vueltas de tuerca.
Georg, de paso ha conocido en la embajada a una mujer judía que cuida de dos perros collies, dejado en guarda por sus patrones, con quien debe unirse en Estados Unidos. Volverá a cruzarse con la mujer y los perros en varias ocasiones. Hasta que en una de ellas, la última, la mujer lo invite a comer, le diga que los perros han muerto (no sabemos cómo) y le pide que no hable durante el almuerzo, que lo que busca no es charla sino una compañía. Después de comer recorren un antiguo murallón, y cuando él quiere acordar, la mujer se ha suicidado arrojándose de él.
Mientras, Georg ha logrado seducir a Marie, y le promete huir junto a él en el barco que lo llevará a México: ella sólo añora reencontrarse con su marido, de quien no cree que esté muerto. Richard va a partir sin ella, porque ya lo había intentado y ella se había vuelto. Parte, pero lo deportan nuevamente a Marsella porque la "limpieza" de judíos ha empezado. A partir de aquí no conviene revelar más los misterios de la trama, porque tiene un final impensado y decisivo. Sólo reste decir que toda la película está narrada desde una voz omnisciente que va contando las diversas acciones de los personajes y que, a la postre descubrimos en la voz del cantinero a quien Georg le deja el manuscrito de Weidel.
Es una película tan ligera de ver como densa y profunda de comprender, una verdadera maravilla que ha salido de la técnica y la pericia de Christian Petzold, su director y co-autor, tan cuidada y pretenciosa en cada detalle que parece haber sido estudiada y discutida por mucho tiempo. Ya está en Internet, así que pueden bajarla y disfrutar de ella como yo lo hice. Y no duden que es una de las grandes revelaciones del pasado año.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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