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Buenas noticias trae Teatrix para dar comienzo a agosto, con el estreno de "Los Amantes de la Casa Azul", obra de Mario Diament con la excelente dirección de Daniel Marcove y las actuaciones de Maia Francia, Roberto Mosca, David di Nápoli y Silvia Kanter. La obra cuenta el encuentro entre Frida Kahlo (Francia) y León Trotsky (Mosca) en la casa de la primera, en México, en el exilio del líder revolucionario comunista, y del romance que nació entre ellos. Los acompañan sus parejas: Diego Rivera (di Nápoli) y Natalia Sedova (Kanter) y todo ocurre bajo la atónita mirada de ellos dos. La Casa Azul es una herencia de los padres de Frida que ella pintó de azul porque decía que ahuyentaba a los malos espíritus. Frida es una mujer mutilada. Con el accidente que sufrió de niña cuando chocó el colectivo en el que viajaba, quedó prácticamente destrozada, y esto marcará a fuego su vida, pero no la hace menos alegre, propensa a la juerga ni a disfrutar de los placeres del amor. Ella dice tener un puercoespín dentro del cuerpo, y acostarse cada noche en una cama de agujas: encorsetada de por vida, con la cadera destrozada y una pierna más corta que la otra, Frida es un espíritu indomable, dueño de una fuerza para soportar el sufrimiento, y vivir cada instante como si fuera el último. Trotsky es otro ser mutilado: fue uno de los líderes más importantes del comunismo en la Unión Soviética, dirigió revoluciones, transitó por varias cárceles y ahora huye del monstruo demoníaco de Stalin que le quiere dar caza. Se encuentran en el momento y el lugar justo. Diego Rivera es un amante compulsivo, se acuesta con cada mujer que conoce ("no sé si te las cogés para pintarlas o las pintás para cogerlas", le retruca su esposa), pero todo desbordó el límite cuando le fue infiel a Frida con su propia hermana. Aunque Diego insista que lo que tiene con las demás mujeres son "encuentros sociales". Frida está cansada de ese juego y quiere jugar el suyo. Si bien ya lo viene jugando desde hace mucho tiempo. Conoce el poliamor e incluso ha tenido relaciones con mujeres. Viven en una etapa de plena libertad sexual y nadie se priva de nada. Rivera, a la vez se define como "más comunista que Trotsky", visitó la Unión Soviética en 1927, a 10 años de la revolución, y lo haría otras cinco veces más, incluso le pidieron que pintara un retrato de Stalin el mismo año que Trotsky fue expulsado del partido.
Trotsky y Natalia están siendo los huéspedes de Diego y Frida y no quieren abusar de la hospitalidad que les brindan. Pero los juegos eróticos de Frida son demasiado explícitos, y León termina sucumbiendo al amor por ella, aunque esté cubierta de cicatrices no deja de ser una mujer enteramente deseable. Aunque Trotsky afirme que la cultura de la muerte que se hace en México va en contra de los ideales marxistas. Y este librepensador y revolucionario, es el más reprimido de los hombres, está en contra de toda actitud "depravada" en cuanto a la sexualidad. Por eso es que se escandaliza al saber que a Frida le gustan también las mujeres. Ella se lo explica mediante un experimento que consiste en cambiar sus polleras por los pantalones de él y viceversa: el placer que puede albergar una mujer en su "cueva de Alí Babá" no tiene ni punto de referencia con el que puedan sentir los hombres, nadie como una mujer para hacerle sentir el verdadero placer a otra mujer. Esto no se le hace fácil a alguien como Trotsky, pero la ama y la acepta con todas sus manías. Ella le explica que cuando tuvo el accidente, el manubrio del colectivo le entró por la cadera y le salió por la vagina: así perdió su virginidad, le dice entre risas amargas. Frida hace de todo un motivo de goce, porque, según ella "no sabe cuánto tiempo le queda", y hasta el mayor trauma puede ser tomado a broma por la extenuada Frida.
Trotsky va a afirmar que "la muerte es como mi sombra"; "Yo también me acostumbré a convivir con la mía", concluye Kahlo. Y pinta autorretratos, tal vez para afirmar más su presencia sobre la Tierra, al comprobarla en el lienzo. Aunque ella diga que pinta lo que mejor conoce, que es a ella misma. Y acusa a los críticos que la tildaron de surrealista, cuando ella es "hiperrealista", ya que pinta la vida tal cual como es. Mientras tanto, mientras pasa y pesa el amor de ellos dos, no como un romance pasajero sino como algo destinado a la inmortalidad, el sindicato está preparando una manifestación para la expulsión de Trotsky de tierras mexicanas. Frida reconoce que ese hombre que tiene 30 años más que ella le atrae como nadie en el mundo. "Cada una de estas arrugas cuenta una historia", le dice León, y ella concluye que es como cada una de sus cicatrices.
Y canta "La llorona", con la clara y hermosa voz de Maia Francia, alguien experta en musicales, y estremece el aire. Todo en ella le cuesta un sacrificio, desde sentarse hasta pararse o deambular con una pierna coja, pero lo hace sin autocompasión, ni acepta que los demás se la tengan. Porque es una mujer libre, con sus pinturas se ha ganado la libertad que sólo generan la belleza y el arte, y al amar sin medidas se siente un poco más liviana de lo que experimenta al arrastrar su deteriorado cuerpo. No hubo época más bella para Trotsky, según asegura, él que tiene un hijo amenazado por Stalin y dos hijas consumidas hasta la muerte por la cárcel stalinista. Pero si bien Frida y Trotsky son los ejes de este relato, no se ha descuidado a sus parejas respectivas, que tienen motivos de orgullo y monólogos y diálogos para explicitarlos. Natalia está preocupada porque conoce bien a su marido y sabe lo que él está viviendo por esos días (aunque todo esté oculto). Rivera sospecha de su mujer pero no la cree capaz de un acto así, de serle infiel con quién él está ayudando en el exilio no sólo moral sino económica y políticamente. Frida llega a pintar otro autorretrato suyo para dedicárselo a su por entonces enamorado León Trotsky, como recuerdo imborrable de aquellos días.
Y llega el momento de la separación de los amantes, diciéndole Frida que debe abandonarlo antes de que sea muy tarde y ya no pueda volver atrás. Trotsky lo siente con el alma, ve perderse el último destello de juventud que aún le quedaba (o que había recuperado) gracias a ella. Ve perder sus sueños de futuro, aunque todo es incierto, el riesgo de que lo maten aumenta, y el ir a todas partes sin guardaespaldas se convierte en una locura o en un acto de suicidio. Finalmente se separan y él se vuelve a exiliar.
Pero la muerte lo encuentra a Trotsky en tierras mezcalitas, atenazada de la mano de un sicario que no duda en asesinarlo con un picahielos en la cabeza. Y se desangra mientras la ambulancia lo conduce al hospital. Sólo queda la última carta de él, que no se atrevió a mandarle a Frida. Y la carta de ella, cuando llora de dolor, atrapada en el sufrimiento de su cuerpo y cuando están por cortarle una "pata", como dice ella. El trabajo de Maia Francia adquiere ribetes trágicos y nos demuestra que estamos frente a una potente actriz. Roberto Mosca también logra convicción en su Trotsky y llega a momentos de gran lirismo con su cuerpo avejentado. Mientras que di Nápoli y Kanter acompañan muy bien desde su presencia a alumbrar sus papeles con la calidad de un intérprete. Excelente obra, muy bien tratada por Diament y fantásticamente dirigida por Marcove. Acá les dejo el link para que puedan verla. No se la pierdan. Algo digno.
Y gracias poro leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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