Asistí con verdadero deleite a la visión de esta película, de la cual, el título me pareció de lo más ingenioso que he visto esta temporada, ya que está plenamente integrado al planteo del film. La película es de origen búlgaro y está dirigida en colaboración por dos directores que suelen trabajar juntos: Kristina (sí, con K, como la nuestra) Grozeva, una joven de 44 años nacida el 26 de enero de 1976 en Sofía, Bulgaria, y recibida en la Universidad de Sofía; y su compañero Petar Valchanov, de 38 años, nacido el 15 de mayo de 1982. Juntos hicieron cuatro largometrajes hasta ahora: "La Lección" (2014), "Un Minuto de Gloria" (2016), "8 minutos y 19 segundos"(2018) y "El Padre" (2019) Todos con una solidez formal irreprochable, un sentido de la acción que parte de un hecho nimio y acciones aparentemente intrascendentes que van formando una gran bola de nieve en la que se producirá un desenlace trágico. Si bien tiene de dramatismo (ésta, que es la única que vi, hasta ahora), no dejan de lado el humor y toques de comicidad absurda a lo largo de su metraje. Trabajan con el sistema de cámara en mano, lo cual permite un mayor acercamiento a los personajes y un nerviosismo propio de tal efecto, siguiendo a sus criaturas de cerca, ya sea de espaldas o de frente, técnica que ya identificamos en los hermanos Dardenne, por ejemplo, o en Lars von Trier, pero ellos son mucho más ampuloso en el manejo de esta steady cam, creando una mayor distancia entre la cámara y el personaje.
domingo, 16 de agosto de 2020
Mi crítica de "Un Minuto de Gloria" (Cine)
Todo empieza acá cuando Tzanko Petrov (Stefan Devolyubov) un empleado ferroviario cuya función es ajustar los rieles de las vías, y que padece como menos de un severo tartamudeo, por no decir discapacidad mental, encuentra un millón de pesos tirados en las vías. Instantáneamente y sin dudarlo llama a la policía para devolverlos. Rápidamente se convierte en la noticia del día, y es entrevistado por la cámara de relaciones públicas del Ministerio de Transporte, cuya jefa es la despótica Jules Steykova (Margite Goskera), una incansable trepadora que busca la publicidad a costa de este pobre y honesto hombre, algo de lo que ninguno de sus compañeros puede hacer alarde. Mientras ella está inmersa en un complejo tratamiento de fecundación asistida, por la cual deben congelar embriones para darle a ella la capacidad de ser madre, Tzanko vive una vida sencilla cuidando de sus conejos (en el campo) como si de sus propios hijos fuesen. Lo que uno tiene por demasía, y ciertamente sublimado, la otra lo busca denodadamente, casi con un frenesí obsesivo que la aleja de una maternidad amable. Para ello debe hacer un tratamiento consistente en una inyección en la panza cada día, a la misma hora. Con el tema de la hora hay un problema. Tzanko vive obsesionado por poner su viejo reloj a cuerda, herencia de su padre, en hora con el teléfono cada día. Aparece aquí también el tema de la incomunicación: mientras que a Tzanko le cuesta hacerse entender por su tartamudeo defectuoso, la ejecutiva vive rodeada de teléfonos celulares que interrumpen hasta su consulta con el ginecólogo reiteradas veces, creando un efecto molesto para el profesional que trata de explicarle su tratamiento, y para el público.
Una vez que se ha recuperado el dinero le organizan un homenaje al esforzado y honesto trabajador, que se verá plagado pro miles de inconvenientes, como que no llega a la hora indicada, se ha manchado lo pantalones con gaseosa, por lo cual todos los hombres deben prestarle sus pantalones hasta encontrar alguno que le calce. Para esto lo dejan en calzoncillos, humillándolo delante de todos, esperando hasta encontrar un pantalón de su talle. Empezado el homenaje, el iletrado y sucio empleado, que tiene el pelo grasiento y la barba mal recortada (se ha bañado para ese día) debe soportar el recitado de un niño que habla sobre las virtudes del trabajador ferroviario. Finalmente le sacan el reloj pulsera que lleva y que defiende con los dientes, ya que el premio consiste en regalarle otro reloj, ahora digital. Hecho el homenaje y recibido por el Ministro de Transportes, él quiere hacerle una grave denuncia: hay un robo sistemático de nafta a nivel de los trabajadores y él sabe dónde y cómo se produce. Pero el Ministro le desvía el tema y todo queda en la nada. Vuelve a esperar como un monigote de trapo, en calzoncillos en un pasillo a que le reincorporen su pantalón. Y que le devuelvan el reloj, el cual no aparece por ningún lado. Lo tienen por un retardado, y se lo comenta Jules a su pareja en el mismo momento en que ella se está olvidando su preciosa inyección en el auto, y su esposo deba advertírselo.
Tzanko, sin su reloj, no entiende el funcionamiento del nuevo, digital y de difícil puesta en hora. Llama a la empresa para reclamar su viejo y querido objeto pero todos se lavan las manos ante su no aparición. Evidentemente lo ha perdido la Steykova. Finalmente se le dice que vaya el lunes a recepción que allí se lo entregarán. Puntualmente concurre a buscarlo, pero le dan un reloj similar que no es el suyo: el de él tenía la inscripción que le había dejado su padre. Reclama nuevamente, no lo dejan pasar porque no tiene cita y para acordarla debe llamar por teléfono a un número que le facilitan. Él no entiende de números, y finalmente la línea da ocupada. Es que se han retirado a comer. Su reloj es un viejo "Gloria" y el que le han dado en cambio si bien lo es también, no es el correcto. (De allí lo de "un Minuto de Gloria").
Le hacen la ecografía a Jules y todo está bien, ya puede dedicarse a poner un nombre a su óvulo, peor cuando habla con el médico, nuevamente aparece el tema de la incomunicación (o de la sobrecomunicación): el teléfono celular sonando: es Tzanko quien reclama su reloj, ella se sale de sus casillas y le pregunta qué es lo que quiere, si es dinero cuánto. Pero él no responde. Lo han herido en lo más hondo. Finalmente comprobamos que no es tan retardado como parece, pues comprende perfectamente la proposición de una prostituta que encuentra por la calle, y se va con ella. Toma contacto con un periodista que lo va a ayudar con su problema, no sólo a recuperar el reloj sino a hacer pública la denuncia sobre el tráfico de nafta. Tzanko dice que la han dado un reloj que adelante y el que le regalaron, atrasa. Evidentemente Tzanko está con un problema de ucronismo, de desfasaje con el tiempo propio y el del mundo que lo circunda. Hace la denuncia por televisión y esta llega a miles de espectadores, entre ellos Jules, que está en la clínica esperando para un tratamiento, con la bata puesta. Lo abandona todo en pos de aclarar su cabeza. Ésta contrata a un peso pesado para que le plante plata en la casa y se lo acuse de haberse quedado con dinero. Así lo hacen y Tzanko va detenido. Para sacarlo de allí, este mafioso le pide que se disculpe con el ministro por su acusación y quedará cerrado el caso de la plata. Tzanko, con pocas luces, lee un mensaje delante de caámara para un noticioso, retractándose de la acusación. Pero otro grupo de malvivientes lo cargan en un auto y se lo llevan por la fuerza.
Cuando Steykova lee en un diario que un ferroviario se ha arrojado bajo un tren no lo puede creer. Llega al despacho y se pone a buscar obsesivamente el reloj, luego de lo cual opta por emborracharse. Su esposo la carga en el auto y se la lleva, pero pasan la noche en el vehículo hasta que amanece ya más sobria. Ahí encuentra el Gloria, tirado en el piso del auto y decide ir a devolvérselo a su dueño. Éste le abre la puerta todo desfigurado, golpeado y machucado, ya afeitado y rapado, con lo cual, paradójicamente parece una persona normal. Ella le extiende el reloj, pero él toma un palo seguramente para matarla. Su esposo, que está esperando en el auto pone la radio a todo volumen y no escucha los gritos. Así, lo que empezó como un acto de heroísmo termina al borde de la muerte. La decencia lo ha conducido a la tragedia, algo que Tzanko, con su corta capacidad no logra entender (o tal vez sí, más cabalmente de lo que creemos) y sospechamos que se arrepentirá toda su vida de haber tenido tal acto de honestidad, algo de que todos los que lo rodean carecen y que nunca tendrán en su existencia. Todos lo manipularon y lo usaron a su conveniencia para sacar algún provecho, y el pobre honrado es el que casi resulta muerto. Gran producción del cine búlgaro hecha con dos pesos ya que no hay nada que sobresalga en el film como costoso, y un ejemplo de lo que el cine de los países periféricos es capaz de ofrecernos. Necesitamos más cine de este tipo. Ahora me queda pendiente ver "La Lección", también de estos dos directores jóvenes y talentosos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).
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