miércoles, 26 de agosto de 2020

Mi crítica de "Andrés Ini: Tributo a Mí" (Teatro-Musical)

https://www.teatrix.com/ver/andres-ini-presenta-tributo-a-mi


Esta es otra gran jugada de Teatrix, un buen estreno para coronar el mes de agosto. Empecé a verlo con cautela, con el resquemor que me dan los humoristas nuevos, y sobre todo de stand-up, encima con pretensiones de cantante y que se me aseguraba que cantaba desde "Balada para un Loco" hasta el complejísimo "Nessun Dorma" pucciniano. Empecé, como digo, viéndolo con cierto asquito de recién llegado, para colmo con esa voz de falsete que lo hacen más afeminado -incluso tiene que aclarar sobre el espectáculo que salió con un montón de chicas, como para autoexculparse, porque él también debe percibir lo ambiguo que pinta su personaje- y que dan a su voz cantante un registro de barítono. Como si esto fuera poco, empieza cantando la famosa "Balada para un Loco" de los endiosados Piazzolla-Ferrer, cambiándole la letra... Esto ya era demasiado. Crecía mi indignación, de ver quién se ha creído que es este Ini para venir a cometer semejante sacrilegio...

Tardé un rato en adentrarme al bueno y sano humor de Ini -una especie de "schlemiel" judío, un perdedor al que le salen todas mal y le cuesta ubicarse en cualquier parte. Claro, porque Ini es judío, y transita lo mejor de ese humor -la madre exigente y culpógena, el afán por vender y cobrar todo, así como el de esperar una rebaja- y lo hace con soltura y con la canchereada de quien transita los escenarios desde hace doce años. Su talento es el stand-up, pero también el canto, tiene un buen caudal canoro -con registro de barítono, como dijimos, pero puede imitar varias tonalidades de voz y de cantantes-, y lo de cambiar la letra de las canciones no es una falta de respeto sino una forma de adueñarse de ellas, de versionarlas de manera cómica, haciéndolo sólo para reírse un rato y para hacernos reír con él. Larga entonces su primer monólogo, el tema del paso del tiempo, y pregunta si no es cierto que cuando estamos en lunes solo queremos que llegue el viernes, y que cuando empezamos a trabajar sólo esperamos que lleguen las vacaciones. "La vida es una mierda -acota- vivimos esperando que pase el tiempo, y cuando queremos acordar se nos fue la vida". Lejos del chiste, parece una observación bastante aguda, y tiene razón. El público ríe porque se sabe cómplice, y con lo que va a contar este comediante es, una vez más, con la complicidad del espectador. Y viene un largo monólogo sobre el tema de las vacaciones, con no pocas observaciones jugosas. Ahí recién voy entrando en el "humor-Ini", un ejemplo de lo que es el humor sano, limpio, sin golpes bajos y con gran cantidad de ingenio. Y como estamos con el tema de las vacaciones se desata con "O sole mio", sólo que en vez de adjetivar los beneficios del astro rey se la pasa criticando las mil y una desventuras que ofrece la playa, desde que no hay sitio donde clavar la sombrilla, los peligros del sol, los desastres del bronceador y los efectos que producen las micro-biquinis para la psique masculina. Luego vendrá el monólogo destinado a los celulares, ese monstruoso invento del siglo XXI, en clave de madre judía, sobreprotectora, sobrecariñosa, que le decía que él era "la belleza de mamá", y que, andado el tiempo, le fue demostrado por toda la población que no lo era, incluso que las cosas no eran iguales a como se las pintaba su madre cuando era chico: que los automovilistas no lo iban a respetar, las mujeres no lo iban a querer y el público no lo iba a aplaudir de pie. Y ahí confluyen su madre con el celular, de mil y un modo: mandándole mensajes sobre cómo le fue en la función, informándole que está gravemente enferma pero que él no se preocupe, contestándole con un ok que nunca es ok sino pk u oj. 
Sigue cantando "Tan enamorados", lógicamente en versión propia para culminar contando cómo comenzó trabajando de vendedor de telas en el barrio de Flores, barrio que parece las Naciones Unidas porque de una cuadra a la otra se puede estar en Israel, Corea, Perú o Bolivia, y de las dificultades de venderle telas a un coreano. Pasando por las mil y una desventura de un vendedor judío que trata de vender sin aprovecharse del cliente, yéndole siempre con la verdad, y viendo que la verdad no es la mejor compañera de un vendedor. Pasa a contar cómo empezó en la televisión siendo guionista de "Gran Cuñado" para decidirse luego a buscar trabajo como lo que es: Licenciado en comunicación social y lo difícil de esa aventura. Culminará el monólogo comparando la búsqueda de un primer trabajo con la primera cita de una relación amorosa, y cómo es posible fracasar en ambas. Más cuando en esa primera cita no recuerda el nombre de la chica con la que está hablando. Y va a cantar trozos de canciones con nombres de mujeres, desde la famosa Noelia, pasando por Penélope o Violeta. Un remate ingenioso para otro gran aporte humorístico desde el stand-up. Ini tiene gracia para contar sus anécdotas y es buen rematador de los chistes. Es desgarbado y feucho como buen judío que se precie, y logra su efecto jugándola de perdedor, gran tema del humor de esta raíz telúrica. Sigue con otro monólogo desopilante: lo básico que es el hombre frente al mundo complejo de las mujeres, más perceptivas, intuitivas, dueñas de inteligencia y de humor, cuando no de una cuota de maldad. Y de los doble mensajes y las subtramas que hay en cada articulación femenina. De sus aventuras con su novia y de cómo resolvió dejarla porque se parecía mucho a su padre... hasta que decidió salir con el padre, que era igual pero con más plata. Y cuenta para sus canciones con un sexteto integrado por el tecladista, un saxo, un violín, un violoncello y un percusionista que hace todos los sonidos de la percusión pero con la boca. Y va a cantar la canción propia "Cómo sé que la mujer de mi vida sos vos", indudablemente eficaz.
Va a continuar con su monólogo acerca de los casamientos, de los cuales es animador. Hay variopintos casamientos, como aquellos de los cuales el invitado no es pariente del novio ni de la novia y aquellos otros que te invitan a una estancia perdida en el medio del campo un sábado a las diez de la noche. Y de cómo hay que acomodarse con el mozo para recibir las mejores porciones. Y de lo que se regala en la actualidad, incluyendo el famoso depósito en la cuenta personal. Y de ahí en más va a enganchar con un montón de profesiones de mujeres y sus fracasos con ellas por temas que. lógicamente, corresponden a la profesión, todo tomado por la plurisignificación de las palabras. Sigue con "Te extraño" para culminar tomando la guitarra y convirtiéndose en cantautor. Cantautor que busca las incoherencias idiomáticas en grandes canciones de amor de todos los tiempos, desde Nino Bravo hasta Armando Manzanero, desde Arjona hasta David Bisbal. Y los hallazgos que realiza son oportunos, más que nunca vale la pena detenerse en la letra de lo que uno escucha a diario y que toma por canciones elaboradas. 
Para terminar con el éxito de algunos veranos atrás; "Despacito", en versión propia y apoyado por el coro formado entre el público. Va a culminar con el "Himno al Amor", aquella pieza clásica en el repertorio de Edith Piaf, cantado en francés, pero un francés muy a su manera. Cantando sólo con palabras en francés desconectadas entre sí pero que suenan al idioma galo tales como Marcel Marceau, Truffaut o champagne. Y para el final va a recordar a su tía Norma, famosa por hacerle comer más de lo que podía, en una versión del clásico "Nessun Dorma", acá transformado en "Tía Norma". Pero para cantar esto hay que tener con qué. Y Ini lo tiene, puede lanzarse a arremeter contra la ópera con convicción de barítono. Termina así un espectáculo ingeniosamente armado con piezas de su antología y otras nuevas y con un público más que cariñoso aplaudiendo de pie. Y buen exponente del humor nacional-judío.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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