martes, 18 de agosto de 2020

Mi crítica de Musiquitas -Teatro Infantil-Musical-

https://www.teatrix.com/ver/musiquitas


Con esta nueva modalidad de escritura, porque tengo descompuesta mi barra numérica del teclado, así como de los signos de interrogación, exclamación, encomillado o paréntesis, me tengo que arreglar con lo que me queda. Y el propósito que me convoca ahora es criticar la obra que acaba de estrenar Teatrix, con motivo del Día del Niño, obra que lleva la autoría de los talentosos Jorge Maestro y Sergio Vainman, así como la música de Jorge Danti y la dirección de otro peso pesado: Pablo Gorlero. Todo daba para convertirse en una sensación, sumado a la presencia de Ana María Cores en el elenco, pero no sé por qué todavía no entiendo bien el teatro destinado a los más chiquitos. No sé, me parece idiota, que carece de elementos atractivos para el público adulto, con la escasa lucidez de las obras de María Elena o de Hugo Midón. Esta obra rebosa en canciones pegadizas y un argumento que es fácilmente comprensible por los más chiquitos de la familia, y cuenta con un elenco que sabe atraer a los chicos, encabezado como dije por Ana María Cores y con Agustina Bauzo, Gabo Illanes, Hernán Lewkowicz, Federico Rodríguez Salcedo y Silvana Tomé.

Y aunque trate de ser graciosa, a mí no me mueve un pelo de la cabeza, así los chicos festejen las bromas del cuarteto protagónico, la Tía desmemoriada y los tres sobrinos simpáticos. Es notable el esfuerzo que pone cada uno en sacar lo mejor de sí mismo para complacer a la platea infantil, pero no logra hacer complicidad con los padres en este caso -muy alejado de los ejemplos que cité antes- y no importa que ese esfuerzo llegue límpido y sin magullones a la mente de los chicos, algo se pierde en el camino. Y es esa sabiduría que tienen pocos, como Luis Pescetti por citar un caso amigo, para crear un manto de complicidad entre cantante-padres-chicos. Pescetti toma lo más procaz de los infantes, los límites del buen gusto y la picardía o la escatología y lo transforma en arte con su sola mirada, haciendo que cada padre vea reflejada en la conducta de los chicos y del autor la misma que compartía él en su infancia, y se forma la coraza indestructible. Pero acá no pasa. Poco es lo que queda del ratón Perico, el pajarito Manuel o la hormiga Clarisa, de las cajas mágicas que inspiran la risa tonta y descontrolada al ponérselas en el oído, o de la tía con un bolso enorme a lo Mary Poppins que guarda todos los secretos del mundo.
Sí, porque esta tía es un émulo de aquella nodriza que llegara flotando del cielo para convertir la vida de sus discípulos en un cuento animado de alegría y diversión. Pero poco es lo que queda de Mary Poppins en esta tía que llega con su gran bolso y su pretendido alzheimer a alegrar la vida de sus sobrinos. Las canciones que canta son alegres y pegadizas, y fácilmente coreables por los chicos. Desfilan la Canción del Tren, Los Charquitos, Canción del Pie, Canción de la Amabilidad, El Ratón Perico, Calorcito de mi mano, Musiquita de Reír, El Cumpleaños, El Señor Imaginación y Constantinopla. Si bien no carecen de ritmo y alegría, les falta fuerza poética como las de María Elena o Pescetti. Cores pone todo lo que sabe, que no es poco, anima a su personaje con dignidad de vieja dama y construye una tía querible y risueña, pero no llega a divertir ni a enternecer. Con su falta de memoria hace un paradigma de las tías mayores con alzheimer poco feliz, si bien su desempeño en el escenario es cuidado y estilizado. Canta, baila y actúa todo con igual solvencia, así como los actores y cantantes que la acompañan y el eximio pianista que ejecuta su instrumento. Los actores tocan algún que otro instrumento también, como la guitarra o el acordeón y saben sostener el ritmo con la incorporación de pandereta o toc-tocs.
El resultado es un espectáculo que puede llegar a los más chicos y divertirlos un rato, pero que no deja consignas fuertemente aprehensibles por los mayorcitos. Un buen logro, a pesar de todo por el elenco y la dirección dinámica de Gorlero que hace que este show de una hora se disfrute y pase volando aún para los padres que deban acompañar a sus criaturas.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito, un crítico independiente.

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