miércoles, 4 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Acaloradas" (Teatro)

https://www.teatrix.com/ver/acaloradas


Gracias al buen ojo de Teatrix pude ver esta comedia inteligente que habla sobre todo del mundo femenino, con todos sus ribetes, empezando con los calores de la menopausia, pero indagando también sobre las relaciones de pareja, el matrimonio, la amistad entre mujeres, la infidelidad, la vejez, las pastillas y muchos otros tópicos que enardecen a todas las mujeres del mundo. Por supuesto que la obra es apta también para hombres, y si somos compañeros podemos reírnos de los males que aquejan a nuestras amigas, novias, esposas, amantes o amigovias y empezar a comprenderlas un poquito más. Claro, la firma de la obra pertenece a dos mujeres muy avezadas en los campos del humor: Esther Feldman y Cristina Wargon, junto a la inteligente dirección de Ernesto Medela. Y las intérpretes son cuatro mujeres de lujo: Patricia Echegoyen, María Fernanda Callejón, Emilia Mazer y Gabriela Sari. Ellas hacen reír a la platea durante una hora y media, y reflexionar, sobre todo, que es lo más importante que puede acompañar la carcajada. Claro que también hay momentos serios, pero son los menos frecuentes, pero hacen atragantarse a más de uno. Todo el elenco está muy bien, pero sin duda quien se lleva las palmas es Pato Echegoyen, una comediante nata, que puede lograr lo desopilante con sólo un batir de pestañas, tiene los tiempos exactos de la comedia y todo su cuerpo habla por ella. Realmente impecable. Por fin Emilia Mazar aprendió a calzarse un personaje, dejando de lado su propia personalidad, y lo hace sin caer en la tentación de la sobreactuación, con la afectación clásica de las mujeres adineradas de clase alta, de esas que comen pan y eructan pollo -diría Pinti-, que calzan siempre un número más de lo que la naturaleza les pide. La Callejón se adapta muy bien al papel de la mujer fatal, la comehombres, hasta el grado de pasar a ser una puta, entrenando su cuerpo constantemente para no dejar que los años le pasen por encima. Y Gabriela Sari, con todo su encanto juvenil y su frescura, se muestra muy suelta en el papel de chica que va a casarse pero que está viviendo dentro de su época -la del consumismo, úselo y tírelo y matrimonio que no funciona, a la basura, además es muy bella y tiene muy buena figura-. Puestas las piezas en el tablero, comencemos a jugar...

Todo empieza cuando Cecilia (Sari) anuncia a su madre, Susana (Echegoyen) que va a casarse con Andy, el hijo de su amiga Norma (Mazer), y aquélla tratará de impedírselo a toda costa debido a una mala experiencia con su marido, quien la ha abandonado después de 24 años, 9 meses y 17 días -los minutos mejor no los cuenta- por una secretaria de 24 años. Es lógico, Susy está pasando por una etapa de duelo, sumada a la aparición de su menopausia, con los calores y la desesperación hormonal que ésta conlleva. "Las hormonas no se te rebelan, son terroristas", suelta ella para justificar todo lo que está sufriendo. Es por eso que va a instigar a su hija para que abandone la absurda idea de casarse, aún con la persona que ama, porque al fin y al cabo, terminará sufriendo... pero si una mujer no ha venido para sufrir, no podría llamarse mujer, diría mi amiga Gabriela Acher. En eso estamos cuando llega Norma, la suegra y amiga, embajadora de la preparación de eventos, judía por naturaleza y adicta a las pastillas, desde tranquilizantes hasta adelgazantes. Y llega con el vestido de novia, una especie de minifalda con cola infinita, llena de volados y por demás blanca -a pesar de que los novios ya han convivido-, un bodoque de vestuario que su madre prefiere no mirar, e insiste en taparle las hermosas piernas a su hija. Por supuesto que entre Susy y Norma hay roces -sino no sería esto una comedia- y tratan de sobrellevarlos de la manera menos amigable posible. Falta la cuarta pata de la mesa, Mirta (Callejón) esa amiga de Susy siempre predispuesta a dar el peor consejo dada su liviandad de cascos y su voracidad hombruna. Y la tortura a Susy haciéndole hacer toda la gimnasia que no hizo en su vida, con el solo fin de caber en su vestido de madre de la casamentera. Las poses gimnásticas de Echegoyen son más que elocuentes de su desafinidad al ejercicio físico y le bastan unos segundos de meditación para caer dormida mientras su amiga desgrana los mejores consejos para ella: que lo que le hace falta es cogerse un pendejo. Hablan de su viaje por Europa para olvidar el desengaño matrimonial de Susy y de cómo le reventó la tarjeta de crédito a su ex marido... y en euros...
Las cuatro rompen la cuarta pared en un momento dado -uno para el lucimiento de cada una- y hablan frontalmente con el público, tocando esos temas que preocupan al sexo débil: en Cecilia será la precariedad del casamiento, sumergida en un ambiente de consumismo, de comprarse cosas, igualando al matrimonio con la galleta de arroz, en que llega un momento en que te aburrís de comerla, y querés probar otras cosas, y si este matrimonio no funciona... el próximo será mejor... Mientras que Susana reflexiona con el público sobre cómo hacer para que su hija no se case, Mirta habla sobre los problemas que aquejan a todas: la falta de pechos o la sobra, pero que se puede arreglar todo con un buen pushup, aunque si el hombre en cuestión le pide que se lo quite en la intimidad, ahí estamos en problemas... aunque el hombre es como cualquier otro mamífero, desde que nace se prende a la teta y no la larga nunca. El otro grave problema son los kilitos de más, que un buen body puede y debe tapar, aunque si el amante le pide sacárselo, ella debe resistirse de cualquier manera, pero si es muy insistente, sirve también la media luz, o la luz roja que le da esa excitación a la cosa y la hace aparecer a la mujer recién bronceada... o si se ha pasado con los kilitos... la falta total de luz. Y finalmente, la celulitis, que es algo que todas las mujeres tienen, hasta los bebés la padecen, así que no hay que hacerse problema por eso. Y si han ganado todas las batallas, no se aflijan, que hay una que nunca ganarán: es el paso del tiempo, inevitable y que les llega a todas. Norma prefiere hablar de las rebajas en Once y de cómo levantó la autoestima y la sexualidad de su pareja disfrazándose de conejita -las orejas las compró en una rebaja- y que luego de dos horas de pasión de su marido... por el partido, logró llamar su atención, para caer en el ridículo más profundo. Y que quedarse soltera es lo peor que les puede pasar, porque soltera viene de suelta, de soltada, como que no hay nadie que la agarre. Prefiere una conversación inútil con un marido que hablarle a una planta. Las risas que se escuchan en la sala son muchas, aunque no sabemos si por lo cómico del caso o por la autocompasión y la cofradía entre mujeres.
Pero puestas las cuatro a juntarse -cosa que nunca deben hacer las mujeres, y sobre todo cuando dos son enemigas -Norma y Mirta- se sacan los trapitos al sol y, resumiendo, que todas se han acostado con el marido de la otra y las han engañado en su confianza. La única que llora su soledad es Mirta, la amante de todos pero quien no tiene un hombre que la espere en casa ni un hijo de quien hablar ni quien la lleve al geriátrico. El conflicto es total y después de mucho tiempo, casamiento mediante y la opción de que las tres sean madrinas del bebé que ha nacido fruto de ese amor, lograrán saldar deudas y hacer las paces unas con otras. En estos tiempos se agradece la reflexión inteligente sobre temas femeninos -después de haber visto la espantosa y vulgar "Cosa de Minas"-, de la mano de grandes conocedoras del género. Gracias, chicas.
Y gracias nuevamente por leerme hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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