jueves, 19 de noviembre de 2020

Mi crítica de "Antes del Atardecer" (Cine)

 Carlos, sé que no estaba en tus planes que viera las dos secuelas de "Antes del Amanecer", pero vos sabés cómo son las adicciones, y yo soy adicto a estas películas, como puede haber otros que lo sean con Star Wars o El Padrino. Ante todo voy a decir que esta vez el film no me conmovió tanto como en anteriores visiones, por lo que pude verlo sin llorar (aunque algún moco derramé) pero igual me atraviesa de una forma impensada. Quiero decir que para aquellos que no crean en el amor, nada mejor que ver esta saga de películas donde queda demostrado que es posible no sólo el amor a primera vista sino la reelección después de muchos años juntos, como vamos a ver en el tercer film. Jesse y Celine. Celine y Jesse. Ya los incorporé como parte de mi familia o como esos amigos cercanos de quien uno siente envidia por esa relación sin fisuras que llevan. Han pasado 9 años y no se han vuelto a ver. Ahora Jesse Wallace está en Francia y se ha convertido en un escritor de éxito con su novela sobre el amor de una noche entre un joven norteamericano y una francesita. Está dando una charla para la presentación de su libro en París. Y ahí nomás se presenta Celine. No puedo decir que el tiempo haya hecho estragos pero sí que ahora están más distintos, tal vez más aplomados con la madurez, ella más flaca pero igual de linda y él un poco más asentado. Le pregunta a su editor a qué hora sale el avión y le dice que tiene una hora y media. Justo lo que dura la película. Parece filmada en tiempo real, aunque no en una sola toma, pero el tiempo que transcurre es el exacto que duran sus conversaciones y paseos. Jesse ha sublimado su pasión en arte: escribió un libro. La invita a tomar un café, le dice que todavía tiene tiempo. Celine se disculpa de que no pudo ir a la cita concretada porque justo ese día murió su abuela en Budapest; ni uno antes ni uno después, es así como el azar teje sus hilos. Ella tiene miedo de que su peor fantasía se haga realidad: saber si él fue.

Claro que fue, y lo pasó muy mal, aunque pensó que algo grave le habría sucedido para perderse el encuentro. Recorrió una y mil veces la estación de trenes y hasta dejó su número de teléfono en carteles por todas partes. Sólo lo llamaron un par de prostitutas que quisieron alegrarle la noche. Celine se siente terriblemente culpable por no haber ido, pero no hubo nada que hacer. Y se siente halagada por ser la protagonista de su libro, aunque dice que idealizó bastante aquella noche y le pregunta si no escribió sobre si la hubiese encontrado. El le dice que sí, que en su relato se la pasan haciendo el amor frenéticamente durante 10 días hasta que se dan cuenta de que no son compatibles, pero hubo que eliminar ese capítulo pues los editores sólo quieren historias de amor.
Caminando por las callecitas de París, Jesse le pregunta a qué se dedicó y ella le dice que se graduó en ciencias políticas y que ahora está trabajando para una asociación ambientalista y que estuvo un año en la India en una planta purificadora de agua. Ella opina que el mundo se encuentra al borde de un desastre; él es más optimista: entran a un bistró a tomar un café.
Celine cuenta que estuvo viviendo en New York del 94 al 99 y él, que se había mudado a esa ciudad, pero nunca se cruzaron, para su desgracia. Ella desistió de vivir en los Estados Unidos una noche en que un policía le dijo que si quería sobrevivir tendría que comprarse un arma y aprender a usarla. Celine añora la buena onda de los norteamericanos ya que los franceses son más tristes. Les gusta la comida, saben cocinar pero no son tan "calientes". De eso Jesse se siente orgulloso. Se preguntan si están fisonómicamente diferentes y llegan a la conclusión de que están hermosos -conclusión que yo comparto-. Ella le cuenta su experiencia en Polonia cuando todavía existía el comunismo: no había nada que comprar, ni publicidad; el deseo disminuyó en ella y pudo tener la mente más clara. Aun así coinciden en que el deseo es el motor de la vida y que siempre es saludable anhelar algo. Jesse entonces la narra su experiencia con unos monjes trapenses, son totalmente pacíficos, no quieren convencer a nadie, son gente muy amable y lo único que quieren es estar en paz con Dios.
Salen a recorrer París, guiado por ella. Celine niega haber tenido sexo con Jesse aquella noche, y él no cree que no pueda acordarse. Ella dice que trata de guardar en un cajón todas las cosas que le resultan tristes, y acepta a regañadientes que pudieron haber hecho el amor. Tal vez lo olvidó por ser ese día el de la muerte de su abuela. Sabía que lloraba sin saber si era porque no volvería a ver más a su abuela o porque no volvería a verse con él. Disertan sobre el final de la vida, ella no quisiera morirse sin haber hecho todo lo que le queda por hacer: tocar más su guitarra, escribir más canciones, aprender a hablar chino. Casi siempre está deprimida, y cuando eso le pasa llama a su mamá por teléfono, quien le pregunta si tiene cáncer o si está por suicidarse. Celine le pregunta a Jesse qué haría si estuviera a punto de morir. El le dice que no hablaría para nada sobre su libro, pero sí sobre las maravillas del universo... en un cuarto de hotel durante sesiones de sexo salvaje. Ella le contesta que para qué esperar a un cuarto de hotel y no sobre un banco de plaza, en lo cual él la arroja en sus brazos. Es digno de destacar que hasta el momento no se habían tocado ni acercado el uno al otro. Y no lo volverán a hacer a lo largo del film. Enseguida pasan a hablar de una amiga de ella que no supo satisfacer a su novio y se pelearon: desde entonces harán un cuestionario exhaustivo sobre todas las preferencias sexuales de su compañero antes de empezar una relación.
Caminan al borde del Sena. Ella leyó un artículo sobre él y su casamiento. Está casado con una maestra de primaria y tienen un hijo de 4 años. Celine está de novia con un fotógrafo de guerra que se pasa mucho tiempo fuera. Jesse quiere tomar un ferry para recorrer el Sena y le dice que todavía tienen tiempo. Ya en el barco, pasan por debajo de Notre-Dame y él le cuenta la famosa anécdota de cuando los alemanes tomaron París, que le encomendaron a un oficial que volara la catedral y él no pudo hacerlo sobrecogido por su belleza. Celine dice que se siente muy triste cuando termina una relación porque recuerda todos los pequeños detalles, ya que cada novio que tuvo es único e irrepetible. Mientras Jesse cree que escribió ese libro para volverla a ver, ya que sabía que estaría presente en su presentación en París. El se lamenta de que no haya podido ir a Viena: tal vez sus vidas hubiesen sido distintas desde entonces. "Tal vez sólo podamos tener relaciones cortas", dice Celine. Y le pregunta cómo es su vida de casado. El no quería traicionarse y dedicarse algo más importante -como había planteado en el film anterior- pero se enamoró, fueron y vinieron varias veces hasta que ella quedó embarazada. Igual pensó en Celine todo el día de su boda y hasta creyó verla entrar en un negocio cuando se dirigía a la iglesia. Probablemente fuese ella ya que para entonces vivía a muy pocas cuadras de allí. En los últimos 4 años él ha tenido sexo no más que 10 veces. Ella le retruca que si hubiese tenido sexo cada diez minutos no hubiera terminado el libro.
El chofer los recoge en el destino de la embarcación y deciden llevarla hasta su casa. Celine acepta. Ella ha sufrido tanto por amor que ya está inmune. Todo estaba bien en su vida hasta que leyó el libro y le removió todo. Cree que entregó todo su romanticismo aquella noche para luego enfriarse. Hasta acepta recordar que tuvo sexo con él y que fueron dos veces, y el vino, y el parque, y las estrellas. No quiere retenerlo -es lo que va a hacer- pero quisiera que no estuviera casado. Jesse acepta que lo está pasando muy bien con ella. Esta reconoce que su vida sentimental es miserable y él le dice que sueña con ella y que despierta bañado en lágrimas. Que su único momento de felicidad es cuando está con su hijo, que quiere divorciarse de su esposa y tener una vida mejor. Llegan a la casa de ella y va a acompañarla hasta la puerta. Celine se aferra a su gato como si fuera lo único que tiene en el mundo; es altamente impactante la idea de desolación y soledad que emana de los dos en esos momentos. El gato se llama Che, a lo que Jesse le dice que se hizo comunista, y ella le dice que no, que en Argentina quiere decir "oye". Suben las escaleras de su departamento con parsimonia, como quien se acerca al cuarto de bodas. Jesse le pide escuchar una canción propia y ella toma su guitarra y le toca un vals en el que habla de su única noche juntos y de lo importante que fue para ella y de una invitación a repetirla. Jesse ya se ha acomodado en su sillón, dispuesto al disfrute. Pone un disco de Nina Simone y ella comienza a imitarla, constituyendo un acto de seducción peligrosamente pergeñado hacia él. Se mueve muy insinuantemente y de forma lenta hacia él y le dice que va a perder el avión. Jesse le contesta que ya lo sabe -pero creemos que no le importa, y está muy bien que así sea- y está decidido a pasarla a lo grande.
Termina esta película maravillosa que duró sólo 1 hora 15. Y tendremos que esperar otros 9 años para saber en qué terminó todo. Por suerte yo ya lo sé, pero me guardo para la próxima crítica. Es de remarcar que en esta ocasión el guión no le perteneció sólo a Linklater sino que lo construyeron entre los tres. Una vez más la maravilla se ha desatado ante mis ojos. Es una película que dentro de la fachada de alegre esconde una profunda tristeza, una infinita soledad y desencanto con el estado de cosas que a cada uno le tocó vivir después de aquella noche mágica. Ambos quedaron imposibilitados para amar, para unirse gozosamente a otra relación que no fuera la suya. Veremos cómo lo recomponen. En estos años que vienen hay que recuperar el tiempo perdido, y no quedarse en la enseñanza de Proust de que los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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