https://www.teatrix.com/ver/como-hace-3000-anos
Teatrix tuvo la magnífica idea de editar este excelentísimo espectáculo, no me van a alcanzar los elogios para referirme a él y será poco en comparación con lo que en realidad es. Héctor Alterio, nuestro querido Alterio exilado en España desde hace 40 años, cumple sus 91 años sobre el escenario, haciendo eso que mejor sabe hacer: teatro. Y esta vez se lanza con un unipersonal en dónde recurre a la poesía del español León Felipe y a la del puntano Antonio Esteban Aguero para dar vida a las más variadas expresiones y pasando por toda una paleta de emociones. Alterio es grande, es enorme, se nota que no tiene Alzheimer ni nunca lo tendrá, porque se banca la hora que dura el espectáculo recitando de memoria los versos difíciles del maestro español. No hay el menor índice de titubeo en el decir, ni la menor equivocación en ese texto complicadísimo que son los retazos de vida de León Felipe. No lo ayuda la dicción, siempre un poco ceseosa de este viejo amigo y conocido, pero se le entiende perfectamente todo lo que dice. Y no tiene la voz cansina de un hombre de esa edad, sino que realiza la proeza de parecer joven: una labor escénica que para alguien menor hubiese sido reconocida como gigantesca, a su edad es mucho más que celebratoria. Lo acompaña otro genio, el maestro de la guitarra José Luis Merlín, que como el mago homónimo de la leyenda, produce embriaguez y embrujo con sus dedos sobre las cuerdas. Otro hombre de avanzada edad, que, desgranando compases argentinos, va desde Atahualpa Yupanqui hasta un carnavalito, pasando por melodías de honda perfección y sentimientos. Todo un concierto se manda este hombre que no deja de tocar la guitarra en ningún momento, ya acompañando la poesía de Alterio, ya dedicándose a hacer solos. Un verdadero lujo constituye ver a estos dos monstruos de la escena.
Y el recital se inicia con la poesía de Aguero que le da nombre al espectáculo, porque, de eso se trata, de reunirse "como hace 3000 años" la gente se amuchaba para escuchar a Homero deleitarlos con su poesía, todo tipo de gentes, soldados y campesinos, letrados e iletrados acudían a las metáforas y los duendes del hombre para enaltecer sus vidas. Y con esa poesía recoge pájaros y fuentes, soles y piedras, todo lo que hace a una descripción acabada de cómo era la vida de antaño y lo que constituía el mundo del autor de la Ilíada y la Odisea.
Luego pasa a dedicarse de entero a Felipe, quien debió exilarse en México después de la Guerra Civil, en donde vivió hasta su muerte, en 1968, tierra en la que es más venerado que en su propio terruño natal. Poeta grande y contradictorio, poeta maldito que supo cosechar tantos amores como rechazos, pero que no se privó de algo esencial: de ser libre, siempre la cantó a la libertad como emblema y esto se ve reflejado en el espectáculo. En su primer poema, al que yo he llamado "El virtuoso", con total desconocimiento de su nombre verdadero, el poeta comienza quejándose de que nunca pudo ser un virtuoso del violín, ni siquiera aprender a tocarlo, para hacer luego un extenso recorrido por sus andanzas en la tierra, tanto en España como en América, y sus desventuras en todos los continentes y las apreciaciones más profundas de cada detalle de la idiosincracia de las gentes y sus costumbres, para terminar admitiendo que, al llegar a su vejez se ha descubierto como un verdadero virtuoso de ese instrumento con el cual puede llegar a verle la cara a Dios. En su segunda poesía que he titulado "El salmo" se pregunta el autor qué ha sido del salmo en las grandes catedrales, y apropiarse de su robo, dueño originario, al ser poeta, de todos los rezos. En la poesía titulada "El español" revisa las características más sobresalientes de esa raza, y se queda con que son de hablar muy alto. Y han tenido que gritar tres veces en la historia: la primera, con el descubrimiento de América, donde un hombre gritó "tierra, tierra"; la segunda fue el Quijote que clamaba a los gritos por justicia, y la tercera, en 1936 para decir "que viene el lobo!!!", y advierte que fue el mismo español quien debió alzar la voz las tres veces.
Sigue con "Vencidos", aquel célebre poema al que le pusiera música y cantara Joan Manuel Serrat, hablando nuevamente del Quijote y su caminar por tierras de la Mancha, vencido en su flaco jamelgo. "El sueño de los caballos" lo encuentra convertido en Rocinante, destinado a caballo de sacrificio para las contiendas de toros, y desgarrado por la bestia ve, tuerto de un ojo, a Pablo Picasso gritando vivas al toro desde la gradería en un poema de tensa emoción y humanidad animal. "La ventana" hace honor al viento que entra por ella, junto a la luz solar y le trae la inspiración y la poesía, pero advierte que no se entere la policía para que no sea que le cierren la ventana. "¿Qué puedo cantar?" es una poesía entre divertida y patética en donde se queja de no haber nacido en tierras capitales, no tener casa propia, no tener abuelo que ganara batallas y reconocer que vive de prestado en una casa solariega en donde tiene una vieja silla de paja, un libro y el cristal de una ventana por donde ve desfilar el mundo. Entre esa gente, repara en una niña que apoya el rostro en su ventana, y que al cabo termina muriendo y llevan a enterrar, viéndola por la misma ventana de siempre. El recital se va terminando y Alterio vuelve a leer para recitar "Madre no me riñas", una elegía que habla de un vestido blanco manchado de barro y de un caballo también blanco, alado que lo salvará de volver a mancharse. Y termina el espectáculo con una simple recomendación: "Que esta noche sirva", para reunirse a comer con los amigos, para la buena charla, para tener proyectos para el mañana y para defender la libertad, que es lo que se ha pregonado desde el tablado.
Aplausos gigantes, una ovación para estos dos monstruos que han hecho que una hora pareciesen cinco minutos, con el don de la palabra y la música, unidas para emocionar y para cultivar almas. De lejos, lo mejor que vi en todo el año en Teatrix. Y acá se los dejo para que lo disfruten. Muchas gracias don Héctor. Muchas gracias don José Luis.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente y mejor ser humano luego de haber asistido a esta función).
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